Logotip de la revista Noves SL

Presentació

hemeroteca

bústia

Logo

Invierno 2005


Lengua y economía. Mercado de intercambios simbólicos y consumo de productos lingüísticos en euskera, por Benjamín Tejerina

El objeto de este artículo consiste en el análisis de las relaciones entre lengua y economía en el caso del euskera, y los cambios que se han producido en su valor de mercado a la luz del reciente proceso de recuperación. La idea que me gustaría sostener es que el euskera se ha venido desarrollando en los últimos años gracias a la intervención pública y el apoyo social a su promoción en un mercado lingüístico dominado por dos grandes lenguas internacionales, el francés y el español, pero todavía no está en condiciones de poder prescindir ni del apoyo oficial ni de la movilización de amplios sectores de la sociedad.

 

versión para imprimir.  Lengua y economía. Mercado de intercambios simbólicos y consumo de productos lingüísticos en euskera, por Benjamín Tejerina versión para imprimir (77 KB)
         
  en català in English  
         

Sumario

1. Introducción

2. Lengua, institución y mercado de intercambios lingüísticos

3. Origen de la recuperación reciente del euskera

4. La intervención y la planificación de los años 80 y 90
4.1 Mercado, valor, producción y consumo lingüístico

5. Intervención y mercado del euskera

6. Bibliografia

 

1. Introducción

A la hora de abordar las relaciones entre lengua y economía no dejo de sorprenderme con el reducido número de estudios y la carencia de investigaciones sistemáticas sobre la tríada lengua, identidad y mercado. ¿Por qué existe tan poca reflexión sobre sus relaciones? En mi opinión, varias son las razones. En primer lugar, porque las relaciones entre lengua, identidad y política han dominado (monopolizado, diría yo) ampliamente la reflexión de científicos e investigadores; en segundo lugar, porque una vez implantado un mercado lingüístico, mediante la imposición de una lengua legítima por el Estado-nación, aquél se da por supuesto, procediendo al olvido de la violencia simbólica originaria e interviniendo en su favor en virtud de la necesidad de los intercambios lingüísticos o comunicativos; y, en tercer lugar, porque las lenguas minoritarias se encuentran en tal grado de dependencia económica que nos impide pensar en la mayoría de ellas en términos de mercados lingüísticos que no necesiten de la intervención pública para su sostenimiento.

Sin embargo, en el caso del euskera cada vez existen más indicios de la creciente autonomía de un mercado lingüístico. Intentaré exponer los resultados de esta primera aproximación  presentando, en primer lugar, el origen de la recuperación reciente del euskera; en segundo lugar, la intervención y la planificación lingüística de los años 80 y 90; y, en tercer lugar, el euskera en el mercado, en términos de prácticas lingüísticas en el mundo de la producción y del trabajo, y el mercado del euskera, es decir, los productos de la industria lingüística y cultural.

2. Lengua, institución y mercado de intercambios lingüísticos

La lengua como institución es un proceso de contenido económico (de ahorro y simplicación de la complejidad). Cuando Berger y Luckmann explican los orígenes de la institucionalización remitiendo a la habituación a la que está sujeta toda actividad humana, nos recuerdan que “todo acto que se repite con frecuencia, crea una pauta que luego puede reproducirse con economía de esfuerzos y que ipso facto es aprehendida como pauta por el que la ejecuta” (Berger y Luckmann, 1979:74). Estos procesos de habituación retienen su carácter significativo para el individuo pero con un gran ahorro de gasto o inversión: “la habituación comporta la gran ventaja psicológica de restringir las opciones. Si bien en teoría pueden existir tal vez unas cien maneras de emprender la construcción de una canoa con ramas, la habituación las restringe a una sola, lo que libera al individuo de la carga de ‘todas esas decisiones’, proporcionando un alivio psicológico basado en la estructura de los instintos no dirigidos del hombre. La habituación provee el rumbo y la especialización de la actividad que faltan en el equipo biológico del hombre, aliviando de esa manera la acumulación de tensiones resultante de los impulsos no dirigidos; y al proporcionar un trasfondo estable en el que la actividad humana pueda desenvolverse con un margen mínimo de decisiones las más de las veces, libera energía para aquellas decisiones que puedan requerirse en ciertas circunstancias (…) De acuerdo con los significados otorgados por el hombre a su actividad, la habituación torna innecesario volver a definir cada situación de nuevo, paso a paso” (Berger y Luckmann, 1979:75).

El lenguaje es fruto de esta habituación y se institucionaliza cuando aparece una tipificación recíproca de acciones (sentidos) habitualizadas, y esas tipificaciones recíprocas de acciones se construyen en el curso de una historia compartida. Esta dimensión es importante en el estudio de la lengua puesto que la extensión y distribución de estas tipificaciones es muy variable dentro de una sociedad y, en el caso de las personas plurilingües, puede conducir a preferencias lingüísticas en función del conocimiento, habilidad comunicativa o facilidad expresiva en un determinado código lingüístico. (1) En esto consiste la primera de las relaciones entre lengua y economía.

Hay una segunda acepción de las relaciones entre economía y lengua, que tiene más que ver con la economía política de la lengua, es decir, con los principios de regulación del mercado lingüístico. A ella se remite Bourdieu cuando afirma que la lengua oficial se ha constituido vinculada al Estado. Y esto tanto en su génesis como en sus usos sociales. La lengua de Estado se convertirá en la norma teórica con que se midan objetivamente todas las prácticas lingüísticas: “Es en el proceso de constitución del Estado cuando se crean las condiciones de la creación de un mercado lingüístico unificado y dominado por la lengua oficial: obligatorio en las ocasiones oficiales y en los espacios oficiales (escuela, administraciones públicas, instituciones políticas, etc.), esta lengua de Estado se convierte en la norma teórica con que se miden objetivamente todas las prácticas lingüísticas. Se supone que nadie ignora la ley lingüística, que tiene su cuerpo de juristas, los gramáticos, y sus agentes de imposición y de control, los maestros de enseñanza primaria, investidos de un poder especial: el de someter universalmente a examen y a la sanción jurídica del título escolar el resultado lingüístico de los sujetos parlantes” (Bourdieu, 1999:19-20).

Para que una forma de expresión entre otras (en el caso de las sociedades bilingües una lengua) se imponga como la única legítima, es preciso que el mercado lingüístico se unifique. Las instituciones políticas (la intervención política) genera la integración de los individuos en la misma comunidad lingüística mediante la imposición del reconocimiento universal de la lengua dominante.

Es la intervención política (economía política de la lengua) la que constituye un mercado lingüístico unificado, y en el caso del plurilingüismo una jerarquización lingüística. La intervención política contribuye “a la fabricación de la lengua que los lingüístas aceptan como un dato natural sin imputarle toda la responsabilidad de la generalización del uso de la lengua dominante y a la producción y circulación culturales” (Bourdieu, 1999: 24).

El sistema escolar (militar en algunos casos) se encarga de extender el conocimiento y de garantizar el reconocimiento de la lengua/s legítima/s: “Como el sistema escolar dispone de la necesaria autoridad delegada para ejercer universalmente una acción de inculcación duradera en materia de lenguaje y tiende a proporcionar la duración y la intensidad de esta acción al capital cultural heredado, los mecanismos sociales de transmisión cultural tienden a asegurar la reproducción de la diferencia estructural entre la distribución, muy desigual, del conocimiento de la lengua legítima y la distribución, mucho más uniforme del reconocimiento de esta lengua, lo que constituye uno de los factores determinantes de la dinámica del campo lingüístico y, por eso mismo, de los cambios de la lengua” (Bourdieu, 1999: 36).

Nada tengo que objetar a lo afirmado por Bourdieu, salvo que su visión no agota las posibilidades de estudio de los cambios lingüísticos. Él se centra en las relaciones de dominación entre lenguas (oficial-no oficial, dominante-no dominante), pero a mí me interesa, en este momento, señalar que las lenguas dominadas tienen su dinámica propia, incluso desde un puesto o espacio de subordinación. Es ésta la tercera acepción de las relaciones entre economía y lengua, que tiene que ver con la política económica de los intercambios lingüísticos, es decir, con las prácticas de los actores que intervienen en el mercado de los intercambios lingüísticos. En ocasiones, es la toma de conciencia de la situación de subordinación en la que se encuentra una lengua la que impulsa el desencadenamiento de los procesos de reversión y cambio lingüístico. Veamos con un poco de detenimiento cómo han funcionado todos estos elementos en el caso del euskera. (2)

3. Origen de la recuperación reciente del euskera

En otro lugar he mantenido la hipótesis de que es la toma de conciencia traumática de la pérdida de la lengua como medio de comunicación (en pleno período de postguerra, años 50) la que da origen a una sobrevaloración de la lengua como símbolo de identidad colectiva, lo que empuja a muchas personas a aprender euskera y a otras a una mayor utilización, a pesar de las limitaciones políticas impuestas a su aprendizaje y uso (Tejerina, 1992).

Este proceso de recuperación es ajeno a lo económico y se produce en un contexto de ausencia de un auténtico mercado lingüístico, pues el escenario público está dominado por la promoción de la lengua oficial y la negación de las otras lenguas no oficiales. En realidad se produce en un contexto de penurias y carencias económicas de todo tipo para su enseñanza y extensión. Sin embargo, durante la década de los 60 y, sobre todo, los 70 se produce una recuperación lingüística que podemos observar en tres factores: a) la creación de las ikastolas (escuelas en lengua vasca), b) la enseñanza a adultos (proceso de alfabetización a adultos), y c) las publicaciones de libros (producción cultural).

El euskera en el País Vasco había venido perdiendo impor­tancia como medio de comunicación (función comunicativa) (3) desde hacía bastantes decenios, retrocediendo territorialmente frente al avance de otras lenguas, disminuyendo el porcentaje de vascohablantes sobre el total de la población, desapareciendo o perdiéndose su uso en determinados espacios sociales, etc. Los rasgos de aquella situación social de la lengua nos permiten plantear una hipóte­sis: la lengua vasca ha venido experimentando un descenso de su función comunicativa. Durante el régimen de Franco (1939-1975) la lengua se ve sometida a una represión y a una sobrepresión política que acentúa el descenso de su función comunicativa. Esta sobrepresión política hace que los individuos tomen conciencia de la pérdida de la lengua. Si la pérdida de la lengua es vivida traumáticamente, se producirá un incremento de la autoconciencia de la  pérdida de la función comunicativa de la lengua. Por un lado, el crecimiento de la autoconciencia de dicha pérdida, producirá un crecimiento de la función participativa (adhesión afectiva a la lengua como símbolo de pertenencia al grupo) a través de los mecanismos sociales que constituyen la estructura de plausibilidad del grupo: familia, amigos, mundo asociativo, etc., con lo que se refuerza el papel simbólico de la lengua como elemento importante de la identidad colectiva del grupo. Por otro, la función comunicativa de la lengua decrecerá menos como consecuencia del influjo de la función participativa. La función participativa actuará en un doble sentido: la autoconciencia de la pérdida de la lengua  (posiblemente) moverá, a los individuos que conocen la lengua, a una mayor utilización, y proporcionará mayor motivación para que aquellos que la desconocen la aprendan. También puede darse el caso, sobre todo entre aquellos individuos que no viven como problemática la pérdida de la lengua, que se abandone progresi­vamente su utilización, bien porque no sean conscientes del proceso de pérdida o, aún siendo conscientes, porque no se vive conflicti­vamente su abandono, bien porque encuentran motivaciones de tipo personal o condiciones sociales que promueven la utilización de otra lengua y la renuncia al uso de la propia.

Tres son las manifestaciones sociales más importantes de la toma de conciencia de la pérdida de la función comunicativa de la lengua y de la necesidad de su recuperación que se producen durante el franquismo: la creación de ikastolas, el movimiento de alfabetización y euskaldunización de adultos, y el incremento en el número de las publicaciones en lengua vasca. Otras manifestaciones importantes son la unificación lingüística del euskera y la dinamización de instituciones científicas y culturales que habían entrado en un prolongado letargo después de la Guerra Civil (1936-1939). Centrémonos en las primeras.

La manifestación más importante y de mayor trascen­dencia simbólica de la recuperación lingüística es el surgimiento de la ikastola como institución escolar encargada de la educación y la socialización de las nuevas generaciones en euskera. La lengua vasca había permanecido al margen del sistema educativo y, en ocasiones, el sistema educativo se había convertido en un poderoso instrumento de repre­sión de su utilización tanto en la esfera escolar como en la esfera social. Sin embargo, la introducción del euskera en la escuela había recibido un cierto impulso desde los primeros años de este siglo. La primera escuela bilingüe de la que tenemos noticias data de 1903, pero será a partir de 1957 cuando se crea la primera ikastola de la posguerra, dando comienzo a un movimiento cultural de carácter popular que tendrá como objetivo prioritario la fundación de ikastolas para la enseñanza en euskera al margen de los centros públicos y privados. (4)

Entre los años 1960 y 1975 se crearán 160 ikastolas, siendo el período de los años comprendidos entre 1969 y 1972 el más dinámico en este sentido. Más allá del número de ikastolas que aparecen a lo largo de la geografía del País Vasco, con una gran incidencia en las provincias de Guipúzcoa y Vizcaya, el hecho de su propia existencia va a adquirir una triple significación social: a) como referente simbólico de una cultura que atraviesa un momento de crisis de identidad, b) en tanto que codificación cultural de la identidad colectiva, y c) como reducto mítico de la identidad vasca en una situación de represión.

El euskera se había mantenido como práctica lingüística cotidiana en el ámbito de la familia, de ciertos núcleos de población y de algunos centros de carác­ter eclesiástico. Al amparo de estas dos instituciones sociales, familia e Iglesia, y al margen del sistema escolar y de la vida política oficial, el euskera transmitía una determinada codificación de la cultura e identidad vasca, es decir, la cultura euskaldun (en lengua vasca) y la identidad colectiva que hundía sus raíces en dicha cultura. Ello no quiere decir que el euskera no tuviera una gran significación, como medio de codificación cultural, en el ámbito de las relaciones sociales y en el orden político.


1 de 4