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Sumario
1.
Introducción
2.
Lengua, institución y mercado de intercambios lingüísticos
3. Origen
de la recuperación reciente del euskera
4. La
intervención y la planificación de los años 80 y 90
4.1
Mercado, valor, producción y consumo lingüístico
5.
Intervención y mercado del euskera
6.
Bibliografia
1.
Introducción
A la hora de
abordar las relaciones entre lengua y economía no dejo de sorprenderme con el reducido
número de estudios y la carencia de investigaciones sistemáticas sobre la tríada
lengua, identidad y mercado. ¿Por qué existe tan poca reflexión sobre sus relaciones?
En mi opinión, varias son las razones. En primer lugar, porque las relaciones entre
lengua, identidad y política han dominado (monopolizado, diría yo) ampliamente la
reflexión de científicos e investigadores; en segundo lugar, porque una vez implantado
un mercado lingüístico, mediante la imposición de una lengua legítima por el
Estado-nación, aquél se da por supuesto, procediendo al olvido de la violencia
simbólica originaria e interviniendo en su favor en virtud de la necesidad de los
intercambios lingüísticos o comunicativos; y, en tercer lugar, porque las lenguas
minoritarias se encuentran en tal grado de dependencia económica que nos impide pensar en
la mayoría de ellas en términos de mercados lingüísticos que no necesiten de la
intervención pública para su sostenimiento.
Sin embargo, en el
caso del euskera cada vez existen más indicios de la creciente autonomía de un mercado
lingüístico. Intentaré exponer los resultados de esta primera aproximación presentando, en primer lugar, el origen de la
recuperación reciente del euskera; en segundo lugar, la intervención y la planificación
lingüística de los años 80 y 90; y, en tercer lugar, el euskera en el mercado, en
términos de prácticas lingüísticas en el mundo de la producción y del trabajo, y el
mercado del euskera, es decir, los productos de la industria lingüística y cultural.
2.
Lengua, institución y mercado de intercambios lingüísticos
La lengua como
institución es un proceso de contenido económico (de ahorro y simplicación de la
complejidad). Cuando Berger y Luckmann explican los orígenes de la institucionalización
remitiendo a la habituación a la que está sujeta toda actividad humana, nos recuerdan
que todo acto que se repite con frecuencia, crea una pauta que luego puede
reproducirse con economía de esfuerzos y que ipso facto es aprehendida como pauta por el
que la ejecuta (Berger y Luckmann, 1979:74). Estos procesos de habituación retienen
su carácter significativo para el individuo pero con un gran ahorro de gasto o
inversión: la habituación comporta la gran ventaja psicológica de restringir las
opciones. Si bien en teoría pueden existir tal vez unas cien maneras de emprender la
construcción de una canoa con ramas, la habituación las restringe a una sola, lo que
libera al individuo de la carga de todas esas decisiones, proporcionando un
alivio psicológico basado en la estructura de los instintos no dirigidos del hombre. La
habituación provee el rumbo y la especialización de la actividad que faltan en el equipo
biológico del hombre, aliviando de esa manera la acumulación de tensiones resultante de
los impulsos no dirigidos; y al proporcionar un trasfondo estable en el que la actividad
humana pueda desenvolverse con un margen mínimo de decisiones las más de las veces,
libera energía para aquellas decisiones que puedan requerirse en ciertas circunstancias
(
) De acuerdo con los significados otorgados por el hombre a su actividad, la
habituación torna innecesario volver a definir cada situación de nuevo, paso a
paso (Berger y Luckmann, 1979:75).
El lenguaje es
fruto de esta habituación y se institucionaliza cuando aparece una tipificación
recíproca de acciones (sentidos) habitualizadas, y esas tipificaciones recíprocas de
acciones se construyen en el curso de una historia compartida. Esta dimensión es
importante en el estudio de la lengua puesto que la extensión y distribución de estas
tipificaciones es muy variable dentro de una sociedad y, en el caso de las personas
plurilingües, puede conducir a preferencias lingüísticas en función del conocimiento,
habilidad comunicativa o facilidad expresiva en un determinado código lingüístico. (1) En esto consiste la primera de
las relaciones entre lengua y economía.
Hay una segunda
acepción de las relaciones entre economía y lengua, que tiene más que ver con la
economía política de la lengua, es decir, con los principios de regulación del mercado
lingüístico. A ella se remite Bourdieu cuando afirma que la lengua oficial se ha
constituido vinculada al Estado. Y esto tanto en su génesis como en sus usos sociales. La
lengua de Estado se convertirá en la norma teórica con que se midan objetivamente todas
las prácticas lingüísticas: Es en el proceso de constitución del Estado cuando
se crean las condiciones de la creación de un mercado lingüístico unificado y dominado
por la lengua oficial: obligatorio en las ocasiones oficiales y en los espacios oficiales
(escuela, administraciones públicas, instituciones políticas, etc.), esta lengua de
Estado se convierte en la norma teórica con que se miden objetivamente todas las
prácticas lingüísticas. Se supone que nadie ignora la ley lingüística, que tiene su
cuerpo de juristas, los gramáticos, y sus agentes de imposición y de control, los
maestros de enseñanza primaria, investidos de un poder especial: el de someter
universalmente a examen y a la sanción jurídica del título escolar el resultado
lingüístico de los sujetos parlantes (Bourdieu, 1999:19-20).
Para que una forma
de expresión entre otras (en el caso de las sociedades bilingües una lengua) se imponga
como la única legítima, es preciso que el mercado lingüístico se unifique. Las
instituciones políticas (la intervención política) genera la integración de los
individuos en la misma comunidad lingüística mediante la imposición del reconocimiento
universal de la lengua dominante.
Es la
intervención política (economía política de la lengua) la que constituye un mercado
lingüístico unificado, y en el caso del plurilingüismo una jerarquización
lingüística. La intervención política contribuye a la fabricación de la lengua
que los lingüístas aceptan como un dato natural sin imputarle toda la responsabilidad de
la generalización del uso de la lengua dominante y a la producción y circulación
culturales (Bourdieu, 1999: 24).
El sistema escolar
(militar en algunos casos) se encarga de extender el conocimiento y de garantizar el
reconocimiento de la lengua/s legítima/s: Como el sistema escolar dispone de la
necesaria autoridad delegada para ejercer universalmente una acción de inculcación
duradera en materia de lenguaje y tiende a proporcionar la duración y la intensidad de
esta acción al capital cultural heredado, los mecanismos sociales de transmisión
cultural tienden a asegurar la reproducción de la diferencia estructural entre la
distribución, muy desigual, del conocimiento de la lengua legítima y la distribución,
mucho más uniforme del reconocimiento de esta lengua, lo que constituye uno de los
factores determinantes de la dinámica del campo lingüístico y, por eso mismo, de los
cambios de la lengua (Bourdieu, 1999: 36).
Nada tengo que
objetar a lo afirmado por Bourdieu, salvo que su visión no agota las posibilidades de
estudio de los cambios lingüísticos. Él se centra en las relaciones de dominación
entre lenguas (oficial-no oficial, dominante-no dominante), pero a mí me interesa, en
este momento, señalar que las lenguas dominadas tienen su dinámica propia, incluso desde
un puesto o espacio de subordinación. Es ésta la tercera acepción de las relaciones
entre economía y lengua, que tiene que ver con la política económica de los
intercambios lingüísticos, es decir, con las prácticas de los actores que intervienen
en el mercado de los intercambios lingüísticos. En ocasiones, es la toma de conciencia
de la situación de subordinación en la que se encuentra una lengua la que impulsa el
desencadenamiento de los procesos de reversión y cambio lingüístico. Veamos con un poco
de detenimiento cómo han funcionado todos estos elementos en el caso del euskera. (2)
3. Origen de la recuperación reciente del euskera
En otro lugar he
mantenido la hipótesis de que es la toma de conciencia traumática de la pérdida de la
lengua como medio de comunicación (en pleno período de postguerra, años 50) la que da
origen a una sobrevaloración de la lengua como símbolo de identidad colectiva, lo que
empuja a muchas personas a aprender euskera y a otras a una mayor utilización, a pesar de
las limitaciones políticas impuestas a su aprendizaje y uso (Tejerina, 1992).
Este proceso de
recuperación es ajeno a lo económico y se produce en un contexto de ausencia de un
auténtico mercado lingüístico, pues el escenario público está dominado por la
promoción de la lengua oficial y la negación de las otras lenguas no oficiales. En
realidad se produce en un contexto de penurias y carencias económicas de todo tipo para
su enseñanza y extensión. Sin embargo, durante la década de los 60 y, sobre todo, los
70 se produce una recuperación lingüística que podemos observar en tres factores: a) la creación de las ikastolas (escuelas en
lengua vasca), b) la enseñanza a adultos
(proceso de alfabetización a adultos), y c) las
publicaciones de libros (producción cultural).
El euskera en el
País Vasco había venido perdiendo importancia como medio de comunicación (función
comunicativa) (3) desde hacía bastantes decenios,
retrocediendo territorialmente frente al avance de otras lenguas, disminuyendo el
porcentaje de vascohablantes sobre el total de la población, desapareciendo o
perdiéndose su uso en determinados espacios sociales, etc. Los rasgos de aquella
situación social de la lengua nos permiten plantear una hipótesis: la lengua vasca ha
venido experimentando un descenso de su función comunicativa. Durante el régimen de
Franco (1939-1975) la lengua se ve sometida a una represión y a una sobrepresión
política que acentúa el descenso de su función comunicativa. Esta sobrepresión
política hace que los individuos tomen conciencia de la pérdida de la lengua. Si la
pérdida de la lengua es vivida traumáticamente, se producirá un incremento de la
autoconciencia de la pérdida de la función
comunicativa de la lengua. Por un lado, el crecimiento de la autoconciencia de dicha
pérdida, producirá un crecimiento de la función participativa (adhesión afectiva a la
lengua como símbolo de pertenencia al grupo) a través de los mecanismos sociales que
constituyen la estructura de plausibilidad del grupo: familia, amigos, mundo asociativo,
etc., con lo que se refuerza el papel simbólico de la lengua como elemento importante de
la identidad colectiva del grupo. Por otro, la función comunicativa de la lengua
decrecerá menos como consecuencia del influjo de la función participativa. La función
participativa actuará en un doble sentido: la autoconciencia de la pérdida de la lengua (posiblemente) moverá, a los individuos que
conocen la lengua, a una mayor utilización, y proporcionará mayor motivación para que
aquellos que la desconocen la aprendan. También puede darse el caso, sobre todo entre
aquellos individuos que no viven como problemática la pérdida de la lengua, que se
abandone progresivamente su utilización, bien porque no sean conscientes del proceso de
pérdida o, aún siendo conscientes, porque no se vive conflictivamente su abandono,
bien porque encuentran motivaciones de tipo personal o condiciones sociales que promueven
la utilización de otra lengua y la renuncia al uso de la propia.
Tres son las
manifestaciones sociales más importantes de la toma de conciencia de la pérdida de la
función comunicativa de la lengua y de la necesidad de su recuperación que se producen
durante el franquismo: la creación de ikastolas, el movimiento de alfabetización y
euskaldunización de adultos, y el incremento en el número de las publicaciones en lengua
vasca. Otras manifestaciones importantes son la unificación lingüística del euskera y
la dinamización de instituciones científicas y culturales que habían entrado en un
prolongado letargo después de la Guerra Civil (1936-1939). Centrémonos en las primeras.
La manifestación
más importante y de mayor trascendencia simbólica de la recuperación lingüística es
el surgimiento de la ikastola como institución escolar encargada de la educación y la
socialización de las nuevas generaciones en euskera. La lengua vasca había permanecido
al margen del sistema educativo y, en ocasiones, el sistema educativo se había convertido
en un poderoso instrumento de represión de su utilización tanto en la esfera escolar
como en la esfera social. Sin embargo, la introducción del euskera en la escuela había
recibido un cierto impulso desde los primeros años de este siglo. La primera escuela
bilingüe de la que tenemos noticias data de 1903, pero será a partir de 1957 cuando se
crea la primera ikastola de la posguerra, dando comienzo a un movimiento cultural de
carácter popular que tendrá como objetivo prioritario la fundación de ikastolas para la
enseñanza en euskera al margen de los centros públicos y privados. (4)
Entre los años
1960 y 1975 se crearán 160 ikastolas, siendo el período de los años comprendidos entre
1969 y 1972 el más dinámico en este sentido. Más allá del número de ikastolas que
aparecen a lo largo de la geografía del País Vasco, con una gran incidencia en las
provincias de Guipúzcoa y Vizcaya, el hecho de su propia existencia va a adquirir una
triple significación social: a) como referente
simbólico de una cultura que atraviesa un momento de crisis de identidad, b) en tanto que codificación cultural de la
identidad colectiva, y c) como reducto mítico
de la identidad vasca en una situación de represión.
El euskera se
había mantenido como práctica lingüística cotidiana en el ámbito de la familia, de
ciertos núcleos de población y de algunos centros de carácter eclesiástico. Al
amparo de estas dos instituciones sociales, familia e Iglesia, y al margen del sistema
escolar y de la vida política oficial, el euskera transmitía una determinada
codificación de la cultura e identidad vasca, es decir, la cultura euskaldun (en lengua
vasca) y la identidad colectiva que hundía sus raíces en dicha cultura. Ello no quiere
decir que el euskera no tuviera una gran significación, como medio de codificación
cultural, en el ámbito de las relaciones sociales y en el orden político. |