Junto al uso y su valor de uso, una
lengua o variedad lingüística adopta un valor de cambio o de intercambio. Estas
valoraciones se basan, en parte, en las valoraciones de uso y, en parte también, en
elementos pragmáticos, instrumentales y utilitarios de carácter extralingüístico, que
mueven a las personas a aprender o utilizar una lengua para alcanzar otros fines
(disfrute, cultura, empleo, etc.). El valor simbólico de una lengua remite a lo que hemos
denominado la función participativa de la lengua. Supone una proyección subjetiva de
carácter afectivo por la que atribuimos a la lengua un valor como símbolo de
pertenencia, de identidad, como sucede en numerosas ocasiones con la lengua materna o la
lengua de los ancestros. Estas valoraciones son relativamente independientes, en
principio, del valor de uso y del valor de cambio. En ocasiones, también se puede
atribuir un alto valor simbólico a una lengua que se ha perdido o que no se habla, pero a
la que se sitúa en una posición especial, por su valor simbólico.
El valor de signo,
finalmente, remite a las valoraciones que se realizan en términos de prestigio social.
Como afirma Bourdieu los usos sociales de la lengua deben su valor propiamente
social al hecho de que tales usos tienden a organizarse en sistemas de diferencias que
reproducen en el orden simbólico de las separaciones diferenciales el sistema de las
diferencias sociales. Hablar, es apropiarse de uno u otro de los estilos expresivos ya
constituidos en y por el uso, y objetivamente caracterizados por su posición en una
jerarquía de estilos que expresa la jerarquía de los correspondientes grupos. Estos
estilos, sistemas de diferencias clasificados y clasificantes, jerarquizados y
jerarquizantes, dejan su huella en quienes se los apropian y la estilística espontánea,
provista de un sentido práctico de las equivalencias entre ambos órdenes de diferencias,
expresa clases sociales a través de las clases de índices estilísticos (Bourdieu,
1999: 28).
El término
prestigio social remite a dos aspectos que en la realidad están muy relacionados: la
consideración hacia la lengua de un grupo que funciona como grupo de referencia y el
reconocimiento del poder social de dicho grupo. Poder social que puede variar tanto en
términos históricos como en distintos contextos sociales en un mismo periodo histórico.
En tal sentido parece manifestarse Fishman cuando, hablando del prestigio, sostiene que
no se trata del prestigio míticamente invariable de una lengua o variedad
lingüística, sino más bien del destino o la suerte altamente variables de sus
hablantes. Los triunfos del inglés, español o portugués en el Nuevo Mundo son un
triunfo del poderío físico, del control económico y del poder ideológico. Ninguno de
estos factores es en sí lingüístico, pero las lenguas que resultan estar asociadas con
tales fuerzas y desarrollos poderosos pueden suponer una serie de ventajas a sus
hablantes, mucho mayores que las de los que no hablan estas lenguas (Fishman, 1982:
162).
En nuestras
sociedades el valor de cambio condiciona tanto el valor de uso como el valor de signo, y
el valor de cambio se determina en el mercado de los intercambios económicos, del que los
intercambios lingüísticos y culturales forman parte. Con ello no quiero afirmar que el
valor de cambio elimine las otras fuentes de valoración, ni mucho menos. Lo que intento
ver es hasta qué punto la lengua guarda autonomía respecto de las determinaciones, en
este caso, económicas. Es decir, hasta qué punto el campo económico, la lengua como
valor económico, es un campo privilegiado para observar los procesos dinámicos de cambio
lingüístico a largo plazo.
No sé si se puede
llegar a firmar que el poder de una lengua como recurso económico depende del poder e
influencia económicos de la comunidad de sus hablantes, pero lo que sí es cierto es que
el valor económico de una lengua lo determina el mercado de los intercambios
lingüísticos. Este mercado no es libre -nunca lo ha sido-, es un mercado intervenido.
El mercado se
compone de intercambios lingüísticos en los que encontramos valores de uso, valores de
cambio, valores de signo y valores simbólicos, que son los únicos que escapan al
cálculo del mercado.
Una manera de
evaluar la posición de una lengua en el
mercado es considerar el número y características de los intercambios lingüísticos y,
por lo tanto, la lengua como recurso, frente a los intercambios lingüísticos que se
producen en otras lenguas en el caso de las realidades plurilingües.
Al menos se me
ocurren dos ámbitos en los que es posible e importante medir su presencia: a) las prácticas lingüísticas en el momento de
la producción; b) los productos de la
industria lingüística-cultural y las prácticas lingüísticas ligadas a su consumo.
5. Intervención y mercado del euskera(10)
a) las prácticas
lingüísticas en el momento de la producción
En relación con
la situación del uso del euskera nos centraremos en tres ámbitos: la esfera familiar, la
comunidad más próxima y los ámbitos formales.(11)
La frecuencia de
utilización del euskera en la intimidad familiar se mueve entre el 48% de los que
declaran que usan siempre o casi siempre el euskera en casa y el 74% que lo hacen para
dirigirse a los hijos. Las otras situaciones por las que se ha interrogado a los
entrevistados presentan los siguientes porcentajes: 48% usan el euskera para hablar con
sus abuelos, el 51% con su pareja, el 53% con su padre, el 56% con su madre y el 59% con
sus hermanos. Tres de cada diez entrevistados manifiesta comunicarse con los familiares
preferentemente en castellano.
La utilización
del euskera en el ámbito laboral, de amistad y comunitario cercano sigue las mismas
pautas que en el caso de la familia, aunque mostrando una presencia más reducida. Los
euskaldunes hablan siempre o casi siempre en euskera con los amigos en el 50% de las
situaciones, el 45% con los compañeros, el 46% con los superiores, el 48% con los
comerciantes y el 78% en el mercado.
En cuanto a los
espacios y situaciones cotidianas más frecuentes como ir al banco, al médico o al
ayuntamiento, los vascohablantes también hacen un uso mayoritario del euskera, con
excepción de las conversaciones con el médico. Tres de cada cuatro euskaldunes se
comunican en euskera con el sacerdote, uno de cada dos cuando van al banco o caja de
ahorros, el 59% en el ayuntamiento, el 85% con los profesores de sus hijos y sólo uno de
cada tres cuando acuden a un centro de salud.
La diversidad
interna de los euskaldunes en cuanto a su dominio lingüístico tiene una gran influencia
en la mayor o menor utilización del euskera o del castellano. Los bilingües con mayor
facilidad para el euskera hablan mayoritariamente en esta lengua: nueve de cada diez veces
con amigos, ocho con los comerciantes, más de nueve en el mercado, y algo menos, siete de
cada diez encuentros, en el trabajo y con los superiores.
Cuando preguntamos
a los bilingües equilibrados sobre sus hábitos lingüísticos declaran hablar algo menos
en euskera: el 50% con los amigos, 46% con los comerciantes, 45% en el trabajo, 48% con
los superiores y el 81% en el mercado. En todos los casos hacen uso del euskera con mayor
frecuencia que del castellano. Esta tendencia se invierte en las situaciones donde
participan los bilingües con predominio del castellano. Sólo en el mercado siguen
haciendo un uso mayoritario del euskera, 60%, y hablan en castellano con los amigos en el
57% de los casos, 63% con los comerciantes, 52% en el trabajo y 59% con los superiores.
La densidad de
euskaldunes desempeña un papel muy importante en la utilización del euskera. Si en las
zonas donde existe más de un 80% de euskaldunes la lengua hablada es según los
entrevistados el euskera, la frecuencia de utilización va disminuyendo hasta su
sustitución por el castellano cuando variamos de zona. La presencia del euskera en las
conversaciones entre amigos son la norma en ocho de cada diez encuentros en las zonas con
más de un 80% de euskaldunes, reduciéndose al 55% en las zonas con un 45-80% de
vascohablantes, al 40% en áreas entre un 20 y un 45% de bilingües y al 15% donde hay
menos de un 20%. En este último caso, los entrevistados afirman utilizar el castellano en
seis de cada diez casos.
La misma
situación se repite en los intercambios lingüísticos en los comercios pasando del 86%
de uso del euskera en las zonas donde casi existe un bilingüismo social al 90% de
utilización del castellano en las áreas donde el número de bilingües es muy reducido.
En las zonas con más de un 45% de bilingües el euskera tiende a predominar sobre el
castellano en el mundo laboral en conversaciones con compañeros y superiores (64% y 59%
respectivamente), mientras en el resto de áreas tiende a predominar el castellano (56% y
71% respectivamente). Únicamente el espacio público del mercado muestra un predominio
del euskera sobre el castellano en las zonas con más de un 20% de bilingües: 96%, 87% y
67% según las zonas de más a menos densidad euskaldun y una presencia muy importante,
del 45%, en las áreas con menos de un 20% de bilingües.
La edad es otro
factor relevante cuando se trata de explicar la utilización del euskera. Los
entrevistados que más usan el euskera son los mayores de 65 años, descendiendo la
frecuencia de los que declaran hablar siempre o preferentemente en euskera a medida que
disminuye la edad de los vascohablantes. Los comprendidos entre 16 y 24 años son los que
muestran menor utilización entre los amigos (del 68% de los mayores de 65 años al 38%
entre los menores de 24 años), en el comercio (del 58% al 37%), con los compañeros de
trabajo y con los superiores, y en el mercado (86% versus 67%).
En líneas
generales, a partir de los testimonios de las entrevistas realizadas, se puede afirmar que
el euskera no goza, en el mundo de la producción, de la misma importancia que ha
alcanzado en otros ámbitos como la escuela o la administración pública. Sólo una
minoría se preocupa de ello, aunque ha cambiado mucho en los últimos veinte años. Si
bien el mundo laboral es la continuidad de lo que antes se ha realizado a nivel escolar,
la presencia del euskera en el proceso productivo es mínima.
En años recientes
se han empezado a implantar planes de euskera a nivel de empresa, para dotar al idioma de
una mayor presencia en todo el proceso productivo; sin embargo, donde alcanza cierta
presencia se limita al ámbito oral. Algunas experiencias que se ha comenzado a poner en
funcionamiento, como la cooperativa EMUN, perteneciente a Mondragón Corporación
Cooperativa (MCC), pueden marcar un camino para el futuro.(12)
El proceso de
introducción del euskera en la empresa no es un tema prioritario para las asociaciones de
empresarios, y tampoco existe una demanda de este tipo de servicios por parte de los
empresarios. En cualquier caso, existe una gran disparidad geográfica, pues en muchas
empresas el euskera está muy presente en su actividad cotidiana dependiendo del arraigo y
enraizamiento de sus trabajadores en el entorno social. Como afirma uno de nuestros
entrevistados, potenciar el euskera frente al proceso de globalización y la
homogeneización lingüística y cultural- puede ser una forma de insertarse en la misma:
en este mundo crecientemente globalizado, querer y potenciar lo pequeño es la forma
de ser más grande, de seguir estando ahí. Sabemos lo que está pasando en todo el mundo,
pero queremos seguir estando ahí.
b) los productos de la industria
lingüística-cultural y su consumo
La constante
expansión de la producción relacionada con la industria lingüística debido al
permanente crecimiento de la demanda ha impulsado una paulatina profesionalización de las
tareas relacionadas con el activismo etnolingüístico. Las actividades relacionadas con
la transmisión lingüística, y las que se desarrollan en torno a ella, exigen una
permanente inversión de tiempo y esfuerzo en la preparación de aquellos que se mueven en
este ámbito: producción de material didáctico y pedagógico, actividades
complementarias como teatro, literatura, actividades de ocio y tiempo libre, etc. Muchas
de las asociaciones cívicas de carácter local que han ido apareciendo en los últimos
años editan su propia revista, disponen de emisoras de radio y, en algunos casos, de
canal de televisión. El incremento de la cualificación y profesionalización de las
personas que dedican parte de su actividad a estas asociaciones es uno de sus rasgos
característicos.
Asistimos a un
crecimiento constante del número de personas y del volumen de recursos dedicados a la
producción cultural audiovisual y de modernización de la lengua que constituye lo que
podríamos denominar una nueva industria lingüística. Por supuesto que no todos los que
actúan en esta industria forman parte del movimiento ni todos los activistas del mismo
están abocados inexorablemente a dedicarse profesionalmente a dichas actividades. No cabe
duda que las relaciones son un poco más complejas, pero tampoco podemos negar el
establecimiento creciente de canales de comunicación e intercambio entre movilización
social e industria lingüística, que facilitan el tránsito hacia una mayor
profesionalización, sobre todo si tenemos en cuenta que los beneficios potenciales
suponen importantes incentivos individuales y colectivos que reducen los posibles costes.
Algunos
indicadores de la importancia de la producción lingüística que han ido apareciendo en
las entrevistas realizadas serían:
a) algo más del
50% de la producción editorial de la Comunidad Autónoma Vasca se realiza en euskera. En
los últimos años, por encima de los 1.200 títulos anuales editados entre libros nuevos
y reediciones;
b) lento
crecimiento de la presencia del euskera en la prensa, con la existencia de un diario,
Berria (13) [Noticia], algún semanario
como Zabalik [Abierto], y numerosas revistas de carácter periódico variable editadas
integra o mayoritariamente en euskera;
c) incremento de
la presencia del euskera en las cadenas de radio (radios libres), no en la radio
comercial, y en torno a programas de carácter juvenil. Además de la presencia en la
radio y la televisión públicas dependientes del Gobierno vasco;
d) creciente
presencia del euskera en el mercado del doblaje cinematográfico, del vídeo y del mundo
audiovisual, de los juegos infantiles y de ordenador.
A pesar del
crecimiento experimentado en los últimos años por este mercado lingüístico existe un
gran desconocimiento (14) de sus características y
necesidades, de cómo llevar a cabo su estructuración para dotarlo de identidad y tratar
de garantizar su continuidad.
Desde un punto de
vista estrictamente económico esta industria lingüística implica centenares de puestos
de trabajo y miles de productos culturales que revierten a la sociedad no sólo en
términos de reproducción lingüística sino también en forma de cotizaciones, tasas e
impuestos que contribuyen a la reproducción económica. |