Irak ha tenido una historia convulsa, con etapas históricas presididas por la violencia y la opresión. Lamentablemente los iraquies saben muy bien lo que significa la guerra, la violación de los derechos humanos, la injusticia y la represión.
En 1968 se produjo un golpe de estado en Irak que llevo al Baath al poder. La estrategia durante los primeros años fue la de concentrar el poder en manos del partido, destacando especialmente la nacionalización del petróleo, que llego a suponer el 90% de los ingresos estatales. Al respecto de aquella época Martín Muñoz puntualiza:
"El recurso a la violencia como sistema de gestión política se siguió abriendo paso sistemáticamente y la tendencia a centralizar y dominar quebró cualquier posibilidad de institucionalizar un modelo social que representase la pluralidad de la sociedad iraquí". (Gema Martín Muñoz)
En julio de 1979, Saddam Hussein llegó a la presidencia del país. En aquel momento Irak disfrutaba de una de las economías más prósperas de la región. De manera casi inmediata Desde la llegada al poder de Saddam, y de forma casi inmediata, inició una serie de ofensivas militares contra los países vecinos, ninguna de las cuales acabó de forma exitosa, y que llevó al país a una situación económica muy deprimida. Los años 80 estuvieron marcados por el conflicto con Irán, en la denominada primera guerra del Golfo. Las perspectivas del régimen eran una victoria militar relativamente sencilla. Además Irak contaba con el apoyo financiero tanto de Arabia Saudí como de Kuwait, que consideraban al país como un útil cordón sanitario ante las veleidades expansivas de la revolución islámica iraní. La realidad fue bien diferente, el conflicto bélico se alargó durante ocho años. El suministro de armas corrió a cargo de las grandes potencias, entre las que destaca EEUU, que llegó a ser el principal proveedor de los dos países. Irak empleó armas químicas, tanto gas mostaza como sarín. El régimen de Saddam fue incapaz de consolidar los avances iniciales y el año 1988 se vio forzado a firmar un acuerdo de paz, con la intermediación de NNUU. La guerra acabó con aproximadamente un millón de víctimas mortales y más de cuatro millones de desplazados. Además, la buena situación económica con la que contaba Irak al comienzo de la década se vio totalmente sepultada.
La segunda aventura bélica de Saddam Hussein fue con Kuwait. Históricamente Irak había reclamado el territorio kuwaití como propio, alegando su pertenencia durante el imperio otomano. Además el final de la guerra con Irán había dañado el prestigio de Saddam como líder árabe. Por último la sobreproducción de petroleo Kuwaití afectaba sustancialmente el precio del producto, haciendo que los beneficios iraquies se vieran gravemente disminuidos. Todos estos factores hicieron que Saddam tomara la decisión de invadir el país vecino el 15 de agosto de 1990. La vitoria militar inicial recibió una contundente respuesta por parte de la comunidad internacional, empujada muy especialmente por la posición de EEUU.
El 17 de enero de 1991 una coalición de países liderada por EEUU comenzaba una ofensiva militar que duró hasta el 24 de febrero. Durante las seis semanas de bombardeos se destruyeron más infraestructuras iraquies que durante los ocho años de guerra contra Irán. El informe sobre las necesidades humanitarias de Irak, redactado por es Subsecretario General de NNUU, Martti Ahtisaari, expone nítidamente la magnitud de la catástrofe:
"[...] nothing that we had seen or read had quite prepared us for the particular form of devastation which has now befallen the country. The recent conflict has wrought near-apocalyptic results upon the economic infrastructure of what had been, until January 1991, a rather highly urbanized and mechanized society. Now, most means of modern life support have been destroyed or rendered tenuous. Iraq has, form some time to come, been relegated to a pre-industrial age, but with all the disabilities of post-industrial dependency on an intensive use of energy and technology."
El régimen de sanciones impuestas al país con posterioridad al conflicto tuvieron un altísimo coste para la población civil. En cinco años Irak se situó como líder mundial en reducciones en los índices básicos de desarrollo: el alfabetismo se redujo en un 30%, la asistencia escolar bajo del 56% al 26%, la esperanza de vida se redujo en 10 años y la mortalidad infantil se multiplicó por seis, además el uso por parte de la coalición internacional de armamento con uranio empobrecido implicó un fuerte aumento de enfermedades graves (cáncer, leucemia, linfomas..). Resumiendo, se pasó del puesto 61 al 126 en el Índice de Desarrollo Humano del PNUD.
El 15 de febrero de 2003 se produjo la manifestación antiguerra más grande de la historia. En 800 ciudades del mundo unos 30 millones de personas se movilizaron para clamar contra la inminente invasión. El 20 de marzo EEUU y el Reino Unido comenzaron la ofensiva militar. Bajo el pretexto de unas armas de destrucción masiva que nunca aparecieron, y con el inusitado apoyo de algunos países, España entre ellos, el ataque preveía una fuerte resistencia del ejercito iraquí que finalmente no se produjo. Sin embargo las mayores dificultades todavía no se habían producido. La intervención militar ha supuesto el último eslabón en una cadena de descrédito y erosión de las NNUU, y concretamente de la aplicación del uso de la fuerza y su legitimación internacional, es decir, los cimientos del sistema internacional post segunda guerra mundial. Los partidarios de la intervención argumentaron tanto "legítima defensa" como "acción preventiva", incluso llegaron a emplear la justificación de las masivas violaciones de los derechos humanos perpetradas por Saddam. La probada existencia de estas violaciones, que no de las armas de destrucción masiva, no permiten justificar una invasión que desde el punto de vista del derecho internacional sólo puede calificarse como de ilegal.
El primero de mayo de 2003 el presidente Bush afirmó triunfalmente el fin de las grandes operaciones militares y la finalización del conflicto bélico. El paso del tiempo no pudo contradecir de forma más contundente la afirmación del presidente. Una vez más se demostró mucho más sencillo ganar la guerra que conquistar la paz. Si tenemos en cuenta el número de muertos por acción violenta desde el inicio de las operaciones detectamos que el 99% corresponden a fechas posteriores al anuncio de Bush.
Tras siete años de la invasión liderada por EEUU resulta difícil hacer una lectura positiva de los acontecimientos. La estrategia norteamericana ha sido modificada, la capacidad de control sobre la situación constantemente sobrepasada y la división étnico-religiosa de la población gravemente polarizada. El primer año de gobierno provisional, encabezado por Paul Bremer, se centró en una fulminantes destrucción de las estructuras de poder iraquís, reduciéndose substancialmente la capacidad de prestación de servicios públicos: sanitarios, educativos y muy especialmente la seguridad. El desmantelamiento del ejercito tuvo una consecuencia inmediata, miles de militares, sin ocupación y con un fuerte sentimiento de rechazo hacia la ocupación, sirvieron de germen de la que se ha dado en llamar la insurgencia.
A lo largo de 2005 los iraquies fueron llamados a las elecciones hasta en tres ocasiones (generales en enero; referéndum constitucional en octubre y nuevamente generales en diciembre). El pueblo iraquí respondió con un índice de participación por encima de lo esperado, sin embargo las fracturas étnico-religiosas, especialmente la desafección sunita con las nuevas instituciones se plasmaron en un boicot. Efectivamente, las tensiones entre kurdos, chiitas y sunitas, que habían sido controladas por Saddam Hussein con mano de hierro, comenzaron a estallar. Sin duda la caída del dictador significó para buena parte de los dos primeros colectivos una liberación. Sin embargo para los sunitas, tradicionales ostentadores del poder, se sintieron apartados del poder a partir de la intervención militar. La inseguridad y la violencia pasaron a formar parte de la vida cotidiana iraquí, siendo una buena muestra, además de una gran película "La batalla de Hadiza".
La precipitada aprobación de la constitución no supuso la reconciliación nacional, más bien al contrario, la sociedad iraquí se atomizó en subgrupos étnicos convirtiéndose Bagdad en el ejemplo paradigmático de la violencia comunitaria. Durante el 2006 el alto nivel de inseguridad llegó hasta producir una media de 10 muertos diarios, una violencia de la que tan solo se libraron, parcialmente, el norte de mayoría kurda, y el sudeste de mayoría chiita.
En enero de 2007 la administración Bush decidió un cambio de estrategia. La violencia comunitaria, procedente de los extremistas, tanto sunitas como chiitas (30% y 55% de la población respectivamente), el terrorismo extranjero y la delincuencia común, requerían más tropas. La campaña del 2007 centrada contra los extremistas, de un lado la organización terrorista sunita de Al-Qaeda, y de otro el ejercito chiita de Al-Mahdi, se alcanzó una reducción de la violencia comunitaria. Sin embargo el precio pagado fue muy alto: separación en Bagdad, mediante muros, dividiendo los barrios y dificultando enormemente el desarrollo de cualquier actividad económica.
En la actualidad la situación de violencia se ha reducido pero la reconciliación nacional está lejos de alcanzarse. La desconfianza entre los líderes sunitas y chiitas impide una vida política normalizada. La falta de prestación de bienes públicos: electricidad, sanidad, educación, y en menor medida, seguridad, continua siendo una constante. La democracia iraquí pasará una prueba de fuego en las siguientes elecciones: continuar con la rivalidad comunitaria, apostando por una representación política basada en partidos islámicos con un fuerte componente identitario, o encaminarse hacia una sociedad más unitaria que promueva una auténtica reconciliación nacional y permita el desarrollo que el rico subsuelo iraquí puede permitir.
- Biografía política de Saddam Hussein
- Botey, J. 2001. La historia de un genocidio: bloqueo de Irak. Mientras tanto, nº 81,
- Iraq Index. 2010. Brookings Institution.
- Segura, A. 2003. Irak en la encrucijada. Barcelona. RBA.
- Isaac, J., Iskandar, M., Ayeb, H., Khalid, K.M., Abdelmoumni, F., Partow, H. 2009. Consecuencias económicas y ecológicas de los conflictos en el mundo árabe. Madrid. Casa Árabe-IEAM.
- Martin Muñoz, G. 2003. Iraq. Un fracaso de occidente. Barcelona. Tusquets.
Material elaborado por Pablo Aguiar, ICIP