Fòrum de debat
Núm. 33 - desembre 2002

 

Editorial


Fijando la agenda de la sostenibilidad para el nuevo milenio
Luis Gómez Echeverri

Johannesburgo. ¿I ahora qué?
Domingo Jiménez Beltrán


Johannesburgo, ¿un paso adelante y dos atrás?
Josep Xercavins

Diferentes visiones de la Cumbre para el Desarrollo Sostenible
Achim Steiner y otros

El deorden global
Lluís Reales

Entrevista a Víctor Viñuales, director de la Fundación Ecología y Desarrollo
Lluís Reales


Editorial
De Río a Johannesburgo

La Cumbre de la Tierra de Río de Janeiro, celebrada hace ya más de una década, abrió los ojos a ciudadanos y gobernantes de todo el mundo sobre la trascendencia de los problemas ambientales que afectaban al planeta Tierra. Constituyó la llegada a la mayoría de edad, en el ámbito internacional, de la conciencia ambiental.

La Cumbre Mundial sobre Desarrollo Sostenible, que se celebró entre el 26 de agosto y el 4 de setiembre de este año en la ciudad sudafricana de Johannesburgo, fue más allá de una cumbre ambiental: se convirtió en un encuentro sobre desarrollo y un debate intenso sobre qué tipo de desarrollo queremos y si funciona la actual dinámica de la globalización económica, dado que no beneficia a todos los seres humanos, sino únicamente a una minoría privilegiada.

La Cumbre de Johannesburgo ha abierto los ojos de todos -algunos expertos y activistas sociales ya hace tiempo que lo argumentaban- sobre un hecho: la protección del medio ambiente y la erradicación de la pobreza son dos caras de la misma moneda. No será posible una sin la otra.

Si observamos la evolución seguida desde la Cumbre de Río nos hallamos ante una gran paradoja: a pesar de que en la última década se han iniciado varios procesos institucionales de éxito, no se han producido resultados globales tangibles. De hecho, lo que ha sucedido es que la globalización económica ha destruido los avances obtenidos por la agenda de Río, ha establecido una economía explotadora de alcance mundial y ha expuesto los recursos naturales a la voracidad del mercado.

En diciembre del año 1992, esta publicación dedicó un número de la revista al tema «Después de la Cumbre de la Tierra, ¿qué?». Autores tan destacados como José Lutzenberger, Ramon Tamames, Henk Hobbelink o Ignasi de Senillosa, entre otros, reflexionaron sobre los retos después de Río. Es preciso destacar la capacidad de anticipación y la actualidad de la mayoría de aquellas reflexiones. Una década después, a raíz de la Cumbre de Johannesburgo, hemos decidido repetir el experimento. Medi Ambient. Tecnologia i Cultura ha pedido a varias personas una reflexión sobre el legado de Johannesburgo. Está claro que aún es demasiado pronto para valorar cuál será el impacto de la Cumbre Mundial sobre Desarrollo Sostenible, pero la primera impresión, pasados ya unos meses, siempre es importante.

Luis Gómez-Echeverri es un alto cargo del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo y ha sido una persona clave en todo el proceso de Johannesburgo. En su texto nos plantea, desde la perspectiva de Naciones Unidas, los grandes retos para alcanzar el desarrollo sostenible. Domingo Jiménez Beltrán, ex director de la Agencia Europea del Medio Ambiente, valora la Declaración Política y el Plan de Acción surgidos en la Cumbre y profundiza en el papel de la Unión Europea en el proceso. Por su parte, Josep Xercavins, coordinador del Foro Mundial de Redes de la Sociedad Civil - Ubuntu, argumenta por qué las decisiones que han tomado los estados no son las que el mundo necesita. El artículo que presenta Achim Steiner, director general de la Unión Mundial para la Conservación (UICN), es una aportación coral. La UICN ha elegido un conjunto de artículos escritos desde diferentes visiones culturales que presentan la Cumbre desde diferentes perspectivas culturales. El número se completa con una entrevista a Víctor Viñuales, director de la Fundación Ecología y Desarrollo, experto en temas de empresa y sostenibilidad.

Lluís Reales
Director de Medi Ambient. Tecnologia i Cultura

 


Fijando la agenda de la sostenibilidad para el nuevo milenio

Luis Gómez Echeverri

Representante residente del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo


(El siguiente texto expone las opiniones del autor. Éstas no representan necesariamente las del PNUD, en el cual el señor Luis Gómez Echeverri es un representante residente.)

La Cumbre Mundial sobre Desarrollo Sostenible, CMDS, puso el punto final a una década de cumbres y conferencias fundamentales de las Naciones Unidas. También marcó el final de una de las décadas de cambios más espectaculares en el sistema internacional. El fin de la guerra fría y la liberalización de los mercados y la economía desembocaron en una de las transformaciones más grandes de gobernanza en todos los ámbitos: el mundial, el nacional y el local. En un período de tiempo relativamente breve, nuevos actores y nuevas maneras de hacer negocios asumieron una importancia que, o no se reconocía totalmente o simplemente aún no estaba presente durante la Cumbre de Río. Las transformaciones y la globalización que de ello se derivaron contribuyeron a grandes cambios en las funciones de los diferentes actores: organizaciones internacionales, gobiernos nacionales y locales, el sector privado y la sociedad civil.


Aún no está claro si la globalización y los cambios de la última década han sido buenos o malos para el medio ambiente y/o el desarrollo. O todavía es demasiado temprano para poder decirlo, o todavía no se entiende suficientemente la dinámica del nuevo sistema y, por consiguiente, no se administra de manera consciente con el fin de que estas fuerzas puedan actuar en beneficio de la humanidad. En cualquier caso, no sólo existe una falta de consenso sobre estos temas, sino más bien una acalorada discusión, y en algún caso violenta, sobre los pretendidos daños y/o beneficios de la globalización. No supone ninguna contribución útil a este debate el hecho de que, a pesar de que una quinta parte de la humanidad haya conseguido una prosperidad inimaginable para las generaciones anteriores, la inmensa mayoría del resto vive vidas de insoportables privaciones y precariedad. Los cambios de la última década no han reducido, sino ampliado la distancia entre el diez por ciento de los más ricos y el diez por ciento de los más pobres. Este abismo ha aumentado de una proporción de 30:1, a principios de los años setenta, a una de 74:1 en la actualidad, y en estos momentos está creciendo más rápidamente que nunca. Durante la última década, cada año se añaden 10 millones de personas más a las filas de los más pobres. En 1993, alrededor del 25% de los habitantes del mundo recibieron el 75% de los ingresos mundiales. En ese mismo año, la población de Estados Unidos, alrededor de 250 millones de personas, registró unos ingresos totales superiores a los de la población mundial más pobre, el 43%, o aproximadamente 2.000 millones.

En este contexto, y de acuerdo con la Resolución 55/199 de la Asamblea General, la CMDS tenía que realizar una revisión a diez años de los logros de la Conferencia de Naciones Unidas sobre medio ambiente y desarrollo de 1992, también conocida como la Cumbre de la Tierra o de Río. Esta revisión tenía que elaborarse en una nueva cumbre, la CMDS, con la finalidad de que los líderes mundiales reafirmasen sus compromisos de Río sobre desarrollo sostenible. Resulta difícil imaginar con qué criterio se hubiera podido valorar esta revisión y evaluación teniendo en cuenta las importantes transformaciones que ha sufrido el sistema internacional desde Río, y el hecho de que todavía no son conocidas del todo. Así, fue un acierto que, a medida que se acercaba la fecha de la Cumbre, se hiciera un esfuerzo por parte de todos para reducir las expectativas y plantear las metas y los objetivos de la CMDS a una escala más realista. Es decir, la CMDS tenía que partir de la base de los logros de Río y de otras cumbres y conferencias mundiales celebradas desde la de Río, incluida Doha (la última ronda comercial de la Organización Mundial del Comercio), Monterrey (la Cumbre para la financiación del desarrollo), y la Asamblea del Milenio (donde más de 100 líderes mundiales se comprometieron con los objetivos de desarrollo del milenio), y a concentrar esfuerzos en la aplicación de los mismos. Dado el énfasis otorgado a la aplicación, también constituía una oportunidad para fomentar los instrumentos y modalidades que podrían facilitar la acción, así como éxitos importantes. Se debía explorar un nuevo acento en las asociaciones y los mecanismos que fomentan la inclusión y la participación de todos los sectores de la sociedad.

El nexo entre medio ambiente y desarrollo

La década transcurrida entre Río y Johannesburgo supuso la continuación de un esfuerzo iniciado años atrás para añadir las cuestiones ambientales a la agenda del desarrollo internacional. Es difícil revisar la década entre Río y Johannesburgo sin hacer referencia al progreso y a los éxitos obtenidos en este período de treinta años, que inauguró la Conferencia de Estocolmo sobre el medio ambiente humano en 1972. A diferencia de Río y Johannesburgo, la Conferencia de Estocolmo contó con la presencia de muy pocos jefes de Estado. De entre los países en desarrollo sólo destacó Indira Ghandi, la presidenta de la India. A diferencia de Río y Johannesburgo, donde el vínculo entre medio ambiente y desarrollo era esencial, en Estocolmo se desarrollaron los vínculos entre y . El hecho de centrarse en los efectos de lo humano sobre el medio ambiente sirvió como buen punto de partida e hizo percatarse a gran parte de la población mundial de que había una serie de problemas globales que requerían la atención de la comunidad mundial y que no existían las instituciones que se dedicaran a ello. Se empezaron a crear y a gestionar el PNUMA y toda una serie de instituciones y convenios. En aquella conferencia se sembraron las semillas del concepto de desarrollo sostenible y el cambio de modelo que este concepto aportaría.

Sin embargo, no fue hasta unos años más tarde que la Comisión Brundtland propuso una respuesta más sofisticada e integrada a los retos mundiales de los tiempos para el desarrollo sostenible. Un concepto aún mal entendido por la mayoría de la gente de todo el mundo que, aún así, se ha convertido en una palabra clave muy útil en esta campaña para unir medio ambiente y desarrollo, además de que el término se ha utilizado para referirse al cambio de modelo que experimentaría el mundo durante la década posterior a Río. La introducción del concepto de desarrollo sostenible inició una agenda totalmente nueva y mucho más ambiciosa. Es difícil evaluar la CMDS sin tener en cuenta que esta apretada agenda y el concepto de desarrollo sostenible entraron en funcionamiento hace tan sólo una década.

¿Hasta qué punto la comunidad internacional ha conseguido yuxtaponer medio ambiente y desarrollo? Hay algunos éxitos parciales, tal y como se presenta a continuación, pero no ha sido fácil y todavía queda mucho por hacer. Esperemos que el seguimiento de la CMDS nos ayude en este aspecto. La mayoría de los delegados comprendió mucho mejor y aceptó el planteamiento más concreto de las necesidades humanas por medio de una mejor gestión de los recursos esenciales de la CMDS. A pesar de algunos avances a la hora de poner en un mismo saco medio ambiente y desarrollo, aún queda un vacío importante entre desarrollo y los que ejercen el medio ambiente. Muchos de los ambientalistas consideran que aquellos que trabajan para el desarrollo o bien no tienen presente o, simplemente, no les interesan las cuestiones ambientales. Para esta comunidad de profesionales Río y la CMDS fueron, esencialmente, conferencias ambientales. Los que trabajan para el desarrollo sostienen que resulta difícil hablar de mejorar la calidad de vida cuando la prioridad de una gran parte de la población mundial es, principalmente, preservar vida. Argumentan que la triste situación de pobreza y miseria en la que vive una gran parte de la población mundial aporta una base muy frágil sobre la que hablar de medio ambiente. La única forma de contar con la participación de este colectivo es proponer planteamientos ambientales que traten los problemas de la pobreza y la vulnerabilidad. La CMDS, más que Río, consiguió superar este punto promoviendo los ámbitos básicos del agua, la energía, la salud, la agricultura y la biodiversidad o los llamados AESAB.

El camino desde Río hasta Johannesburgo

Como se ha comentado anteriormente, el principal objetivo de la CMDS era hacer una revisión de la década transcurrida desde la Cumbre de la Tierra celebrada en 1992 en Río. Desafortunadamente, y debido a motivos ya mencionados, y, principalmente, al formato de negociaciones de estas cumbres, no se puso en marcha una revisión propiamente dicha. En consecuencia, no se dio el prestigio que correspondía a los múltiples efectos positivos de Río ni se les hizo plena justicia. Preocupados por asegurarse de que los líderes reafirmaban sus compromisos con el desarrollo sostenible y dado el grave deterioro de la situación de los pobres y el medio ambiente en todo el mundo, los delegados consideraron mucho más importante concentrarse, asimismo, en la ingente tarea que aún se tenía que abordar en lugar de hacerlo en las que ya se habían concluido. Esto, pensaron muchos, podía conducir a un ejercicio de autocomplacencia colectiva. Desgraciadamente, esta actitud no permitió realizar una revisión justa de la década ni de los logros de Río. Una mirada más sobria a los éxitos seguramente habría concluido qué se podía hacer y qué se podía conseguir. En cambio, el sentimiento que reinaba en la Cumbre era a menudo de pesimismo y de condena al fracaso.

Una mirada más sobria a la década transcurrida entre Río y Johannesburgo también habría revelado y documentado los grandes avances obtenidos en muchos frentes. También habría hecho recordar a muchos profesionales del desarrollo y el medio ambiente, y especialmente a aquellos que trabajaban sobre la interfaz entre medio ambiente y desarrollo, que su mundo había cambiado desde 1992. Algunos de los cambios de la década se describen a continuación.

Se empezaron a filtrar nuevas filosofías en los distintos ministerios de todo el mundo en desarrollo. Algunos de los ejemplos comprenden: (a) la agricultura ya no consistía en producir a cualquier precio para aumentar los niveles de producción a fin de poder alimentar a una población agrícola en constante crecimiento. En cambio, se debía aumentar la producción agrícola pero de manera sostenible para preservar los recursos naturales de los que depende dicha productividad. Por más sencillo que parezca el concepto, hacer que la producción agrícola sea sostenible no es nada fácil. Deben existir una nueva cultura, nuevas tecnologías, nuevos conocimientos y, en algunos casos, productos y materias primas totalmente nuevos. También se necesitan recursos adicionales para la transición. Se empezaron a introducir procesos similares en otros sectores económicos; (b) la industria empezó a aplicar el concepto de ecoeficiencia a la producción industrial. En virtud de este concepto, la industria tenía que producir más con menos materias primas, muchas de las cuales se podían reciclar dando lugar a tecnologías más limpias. La industria empezó a ver en todo el mundo que aquello no sólo era bueno para la imagen de las empresas, y, por lo tanto para la eficacia de los planes de marketing, sino que también era bueno para los negocios, puesto que producir más con menos es, sin duda, un muy buen negocio; (c) los residuos empezaron a verse como un posible recurso y no sólo como basura o un problema. Si se gestionaba adecuadamente, ese problema se podría transformar en un recurso -en cuanto a la energía y, algunas veces, en cuanto a la alimentación. Cambios similares ocurrieron en muchos otros sectores y los motores del cambio variaban en función de éstos. En algunos casos eran económicos y comerciales, en otros, estaban relacionados con la creación de una imagen, mientras que en otros simplemente eran el resultado de las presiones de una sociedad civil bien organizada. En realidad, el origen del cambio no era importante. El hecho era que estaba ocurriendo y que continúa ocurriendo en todo el mundo en desarrollo y que sigue contribuyendo al desarrollo.

Empezó a aparecer una nueva infraestructura institucional tanto a escala internacional como nacional, especialmente en los países en desarrollo. Los ministerios de medio ambiente y, en algunos casos, los ministerios que trabajan para el desarrollo sostenible, como en el caso de Bolivia, empezaron a hacerse oír. Aunque estos ministerios en la mayoría de los casos no son los más poderosos, su influencia está empezando a filtrarse gradualmente a otros sectores y ministerios. La debilidad de estos ministerios también tiene que ver con la división existente entre los Ministerios de desarrollo, economía y finanzas, y aquellos que tratan el medio ambiente. Esperemos que a medida que esta división desaparece o se encoge, el papel normativo de estos Ministerios se vuelva más relevante y que su autoridad ayude a incorporar cada vez más consideraciones ambientales adecuadas a la toma de decisiones económicas y sociales en todos los países.

Las negociaciones mundiales van volviéndose mucho más incluyentes, un requerimiento previo para poder avanzar en un desarrollo sostenible que exigía planteamientos más intersectoriales y una mayor participación por parte de todos los sectores sociales. Los temas que afectaban a grandes grupos de poblaciones ya no se consideraban sólo un problema de los gobiernos, sino de preocupación y acción conjunta. El estilo y el formato de la CNUMAD de Río también revolucionaron en muchos aspectos la manera de negociar de la ONU. La presencia activa de ONG, la sociedad civil, indígenas y grupos religiosos, se convirtió en una imagen habitual en los pasillos de la ONU durante las negociaciones importantes. En la mayoría de los casos, estos grupos no tenían voto. No obstante, muchos de ellos a menudo formaban parte de delegaciones nacionales y/o tenían una fuerte influencia sobre las decisiones que tomaban esas delegaciones.

El sector privado que hasta ahora se había mantenido a cierta distancia o ausente en los actos de la ONU, empezó a implicarse activamente. Para bien o para mal, al fin y al cabo es el sector privado el que canaliza gran parte de la utilización de las inversiones y recursos en la economía mundial actual. Sus decisiones no sólo afectan a los sectores y las empresas que gestionan, sino también a las decisiones tecnológicas que toman y con las que tiene que convivir el resto del mundo hasta que éstas se hayan amortizado convenientemente a lo largo de décadas. No contar con la presencia de estos agentes que toman decisiones tan importantes en las negociaciones mundiales y, especialmente, en aquellas relacionadas con el medio ambiente sería una locura y un ejemplo de ser muy corto de miras. Pero su implicación todavía se observa con cierto recelo. Este recelo no dejará de existir mientras dure el debate sobre la globalización y mientras siga sin haber un mejor conocimiento de las fuerzas que empujan al mundo de hoy en día y no se desarrollen mejores mecanismos para garantizar que estas fuerzas actúan en beneficio de la mayoría y no a la inversa. La mayor implicación del sector privado en los asuntos de la ONU y en las negociaciones mundiales ha generado sanas tensiones dentro de la propia ONU y esto a su vez está ayudando a definir con precisión la función de las Naciones Unidas en esta nueva era de la globalización.

Uno de los mejores ejemplos de la importancia de la implicación del sector privado en el medio ambiente es el que constituye el Convenio marco de la ONU sobre el cambio climático. Su participación no sólo es útil: el futuro del Convenio marco depende, en gran medida, de su implicación activa.
Por primera vez, temas de medio ambiente se empezaron a impregnar de otras negociaciones mundiales. Se tenían en cuenta consideraciones ambientales en la mayoría de las conferencias y cumbres mundiales de la década. El concepto de desarrollo sostenible empezó a introducirse en el lenguaje de la mayoría de los políticos del mundo. Por primera vez, las convenciones ambientales mundiales empezaron a actuar como catalizadores para la acción en muchos sectores y en la economía. Numerosas instituciones de financiación, como el Fondo Mundial para el Medio Ambiente, empezaron a influenciar otros recursos importantes en beneficio del desarrollo sostenible.
Pero, y esto es lo más importante, la Cumbre de la Tierra de Río creó un nuevo sistema de negociaciones para el medio ambiente. Y posiblemente es en este punto donde se halla la mayor, menos reconocida y menos comprendida de las contribuciones de Río. Por supuesto, esto no se reconoció ni explícita ni ostensiblemente en Johannesburgo.

Un nuevo sistema de negociación para el medio ambiente y el desarrollo

Según algunos analistas del sistema internacional, la CNUMAD dio lugar a un nuevo sistema de negociación sobre el medio ambiente y el desarrollo. Pero con sólo diez años de antigüedad y un grado de complejidad tan elevado es demasiado pronto para evaluar su eficacia y su valor. Nuevamente, nada de todo esto se llegó a tratar nunca, y aún menos reconocer, en la CMDS. La CMDS no llegó a plantearse evaluar la década de la CNUMAD desde esta perspectiva más amplia. La resolución de la AG no fue realista cuando le pidió a la CMDS que analizase los logros de la década teniendo en cuenta el formato de debate y negociación que había resultado de estas cumbres. Si los gobiernos hubieran realizado un análisis de la década desde esta perspectiva, algunas gratas sorpresas hubieran llevado a un mayor optimismo.

El complejo conjunto de negociaciones que han surgido en un período de tiempo relativamente breve como consecuencia directa de los resultados de Río, es decir, la Agenda 21 que ha derivado en planes mundiales de acción en diversos ámbitos como por ejemplo el agua, los bosques, la pesca y los océanos, el Convenio marco de las Naciones Unidas sobre el cambio climático, el Convenio sobre la biodiversidad y los Principios Forestales, ha tenido más influencia sobre el sistema internacional que la mayoría de negociaciones temáticas de los últimos tiempos. El hecho que Río se celebrase en 1992 dio impulso a la acción antes y después de Río en diferentes áreas. Algunas de las piezas individuales de este sistema, como por ejemplo el Convenio marco de las Naciones Unidas sobre el cambio climático, no habrían conseguido nunca llegar hasta donde lo han hecho (a pesar de las dificultades actuales), de no haber existido un sistema de negociación más amplio que las sustentara. Vale la pena recordar su breve historia como una prueba de la influencia de este sistema más amplio y como un buen ejemplo de éxito en negociaciones mundiales conseguido en un tiempo récord.

A pesar de la complejidad de los temas tratados por el Convenio marco, su negociación fue rápida y eficaz. La historia de las negociaciones sobre el cambio climático se remonta a tan sólo un año antes de Río. En realidad, solamente tenemos que retroceder a la Conferencia de Toronto sobre la , que se celebró en junio de 1998. Fue en esta conferencia cuando se sugirió que la Cumbre de Río constituiría una buena oportunidad para adoptar un convenio sobre este tema. Cuando se presentó la sugerencia, muchos consideraron que el objetivo fijado para 1992 era imposible de alcanzar. Como es bien sabido, el Convenio marco de las Naciones Unidas sobre el cambio climático se adoptó (siendo Estados Unidos uno de los firmantes) y fue ratificado por más de 190 estados miembros. Es muy dudoso que se hubiera podido obtener este resultado tan rápidamente sin la Cumbre de Río. Dadas la complejidad y la dificultad para unir ciencia y política, especialmente en temas tan inciertos como el cambio climático que trata problemas que aparecerán, en su mayoría, en generaciones futuras, es difícil creer que se lograra un éxito parecido en las negociaciones. En la mayoría de las evaluaciones de Río y de Johannesburgo, este punto no llegó a plantearse en ningún momento y se tendría que haber hecho.
¿Consiguió este nuevo sistema de negociación acercar más medio ambiente y desarrollo? Posiblemente aún es demasiado pronto para decirlo. Sin embargo, éste debería ser el baremo con el que evaluar la década transcurrida entre Río y Johannesburgo y debería de haberse estudiado. ¿Desempeñó algún papel Johannesburgo para que este sistema de negociación fuera más eficaz, yuxtaponiendo medio ambiente y desarrollo, o se mantuvo invariable la distancia divisoria entre los profesionales de cada ámbito? Concientemente o no, la CMDS hizo grandes esfuerzos para acercar medio ambiente y desarrollo, y es principalmente por esto que se debería de recordar la CMDS. Al convertir los ODM (los objetivos de desarrollo del milenio) en una de les piezas centrales, la CMDS fue realmente la primera gran conferencia que miraba eficazmente tanto al medio ambiente como al desarrollo de manera integrada -a la vez que definía el contexto para establecer mejores vínculos e interdependencia. La CMDS llevó a la definición de mecanismos institucionales para fomentar estos vínculos y continuó reforzando y ganando una circunscripción para el nexo entre medio ambiente y desarrollo mediante el fomento de las áreas temáticas AESAB -agua, energía, salud, agricultura y biodiversidad. Para cada una de ellas, se recomendaron marcos de acción como instrumentos para avanzar en los ODM de la Asamblea del Milenio que se acordaron recientemente en la ONU. La ventaja de los ODM es que están orientados a la meta -y al objetivo- en lugar de al sector, forzando así una mayor integración y planteamientos intersectoriales que dan soporte al desarrollo sostenible.
La sencilla redacción de los ODM, como se presenta a continuación, su poderosa relevancia frente a los retos actuales, sus objetivos y metas con plazo limitado y reforzados en Johannesburgo, son lo que los convierten en las piezas más importantes del seguimiento de la CMDS:

1. Erradicar la pobreza extrema
- Reducir a la mitad la proporción de personas que disponen de menos de un dólar al día
- Reducir a la mitad la proporción de personas que pasan hambre

2. Conseguir la educación primaria universal
- Asegurar que los niños y niñas por igual completen la educación primaria

3. Promover la igualdad de sexos y facilitar herramientas a las mujeres
- Eliminar las diferencias entre sexos en todos los ámbitos de la educación

4. Reducir la mortalidad infantil
- Reducir en dos tercios la tasa de mortalidad entre los menores de cinco años

5. Mejorar la salud materna
- Reducir en tres cuartas partes la tasa de mortalidad por alumbramiento

6. Luchar contra el VIH/SIDA, la malaria y otras enfermedades
- Invertir la expansión del VIH/SIDA

7. Garantizar la sostenibilidad ambiental
- Integrar el desarrollo sostenible en las políticas nacionales e invertir la tendencia a la pérdida de recursos ambientales
- Reducir a la mitad la proporción de personas que no tienen acceso al agua
- Mejorar significativamente las vidas de, como mínimo, 100 millones de habitantes de barrios marginales

8. Desarrollar una unión mundial para el desarrollo
- Crear una ayuda oficial al desarrollo
- Expandir el acceso al mercado
- Fomentar la sostenibilidad de la deuda

En la CMDS no sólo se reafirmaron los ODM sino que también se reforzaron mediante planes de acción concretos, en especial en las propuestas de las áreas temáticas AESAB. Además, se añadieron otras metas y objetivos. Un objetivo referente a la higiene se basaba en un llamamiento a reducir a la mitad la cantidad de personas que actualmente no tienen acceso a una higiene adecuada -alrededor de 2.000 millones. En el ámbito de la pesca, la CMDS hizo un llamamiento para detener las prácticas destructivas de pesca y definir redes y áreas marinas protegidas antes de 2012.

El camino recorrido desde Bali hasta Johannesburgo

La CMDS celebró cuatro reuniones del Comité Preparatorio. La primera se celebró en Nueva York entre el 30 de abril y el 2 de mayo de 2001, y la cuarta, en Bali entre el 25 de marzo y el 7 de junio de 2002, menos de tres meses antes de la Cumbre. Durante esta última reunión, denominada prepcom IV, los delegados elaboraron el borrador del Plan de aplicación para la CMDS y lo transmitieron a Johannesburgo para posteriores negociaciones. El borrador del Plan contenía gran parte del texto entre paréntesis ya que la reunión no había conseguido llegar a un consenso en cuestiones esenciales como la energía, el comercio, la economía y la globalización. La falta de acuerdo y la ausencia de un documento más refinado a menos de tres meses de la Cumbre de Johannesburgo suscitaron una considerable inquietud entre los asistentes. El aparente fracaso de Bali y la preocupación general que despertaron tuvieron el efecto positivo de movilizar varios actores en ayuda de la CMDS. Las inversiones realizadas hasta la fecha de Bali y lo que había en juego eran demasiado grandes como para permitir que aquella importante conferencia fuera un fracaso. Si la CMDS hubiese contado con el mismo nivel de implicación intensiva, compromiso e interés durante todo el período de las prepcom como en aquellos últimos tres meses, los resultados de la Cumbre seguramente habrían sido completamente distintos.

Durante aquellos tres meses se negociaron y anunciaron varias asociaciones. Las Naciones Unidas formularon la importante tarea preliminar y los marcos de acción sobre las AESAB contando con una gran ayuda por parte de todo el sistema de Naciones Unidas, incluido el Banco Mundial y otras entidades externas al sistema de la ONU. Más jefes de Estado anunciaron su participación. Los compromisos sobre iniciativas regionales acabaron de definirse puesto que los países se aseguraban de que sus intereses regionales estarían presentes y serían defendidos durante la CMDS. El sector privado se organizó para tomar parte de una manera que no se había visto nunca antes en ninguna otra cumbre. Las ONG y la sociedad civil aumentaron su ayuda y dieron voz a su inquietud sobre la falta de avance. Se redujo la carga polémica y la inquietud de algunos delegados sobre la innovación de la CMDS de introducir un planteamiento : por un lado, el documento negociado políticamente, donde se especificaban los compromisos gubernamentales y, por otro, el concepto de asociación que hacía un llamamiento a todos los sectores de la sociedad para participar en la acción. Los temores a que las asociaciones pudieran minar y erosionar la multilateralidad se calmaron cuando se garantizó que el principal documento político y resultante de la CMDS era el Plan de aplicación en el que los gobiernos asumían los compromisos y que las asociaciones no eran más que herramientas complementarias para garantizar que la acción estaba teniendo lugar con la participación de todos. Se esperaba que así se facilitaría la aplicación de los acuerdos y también se aportarían recursos adicionales.

Qué hizo que la CMDS fuese diferente

Para muchos, la CMDS representaba la oportunidad de los logros de las cumbres y conferencias de la década trascurrida desde Río y . En consecuencia, muchos vieron en ella una oportunidad excelente para establecer vínculos entre los resultados de la CMDS y los ODM, los objetivos de desarrollo del milenio, Doha, la última ronda de la OMC, y Monterrey, la Cumbre para la financiación del desarrollo. Todo este conjunto hizo que la agenda de la CMDS fuese la más amplia y desafiante de entre la mayoría de las cumbres de la década.

Por primera vez, una cumbre mundial intentaba resolver cuestiones sociales, económicas, financieras, comerciales y ambientales con objetivos y compromisos específicos. Todos tenían que converger en la meta final de desarrollo sostenible con énfasis en la acción y la aplicación. Esta ambiciosa agenda de la CMDS hizo que las negociaciones fuesen difíciles y complejas; y, de esta forma, también complicó mucho la definición de los criterios para el éxito de la CMDS.

Dada la atención en la acción y la aplicación, el éxito de la CMDS se debería medir en relación con los diferentes compromisos y objetivos para los próximos meses y años. Y la clave del éxito dependerá de la eficiencia de los instrumentos facilitados por la CMDS con esta finalidad. Algunos de estos instrumentos comprenden los marcos de acción de AESAB que se han definido con la intención de impulsar la acción en cinco áreas temáticas clave para los países en desarrollo: agua e higiene, energía, salud, agricultura y biodiversidad. Otros eran los marcos de asociación diseñados para facilitar la acción y la implicación por parte de todos los sectores, incluidas las ONG y el sector privado, para simplificar la transformación de los compromisos políticos (el Plan de aplicación) en acción a escala de los países en desarrollo. Otro de los instrumentos importantes fue el establecimiento de objetivos con plazo limitado, la mayoría de los cuales se diseñaron para fortalecer y reafirmar el compromiso con los ODM. Estos hechos y objetivos son una visión y una prioridad en lo referente a la acción para los próximos años y hasta el 2015.

Los retos del seguimiento de la CMDS

Teniendo en cuenta la extensa agenda de la CMDS, resulta difícil concebir un marco simple para el seguimiento y que pueda responder a todas las inquietudes del Plan de aplicación y la Declaración de Johannesburgo. Una alternativa podría ser identificar algunos elementos mínimos que puedan aportar soluciones a los intereses y preocupaciones de la mayoría de los países y, en particular, a las necesidades de la mayoría de la población de los países en desarrollo y otorgarles una mayor prioridad. Sea cual sea el marco que se aplique, lo que está claro es que debería incluir, como mínimo, los siguientes elementos:
- Un eje sobre la erradicación de la pobreza o, por lo menos, una prioridad con respecto a los grupos vulnerables de los países en desarrollo para quienes es muy importante satisfacer los ODM
- Una mayor atención en los aspectos ambientales pero desde la perspectiva de les necesidades de los pobres y vulnerables
- La integración de estos en estrategias de desarrollo sostenible con financiación, comercio y servicios sociales como fundamentos esenciales

La Declaración del Milenio y el seguimiento de la CMDS

La Declaración del Milenio establece en un marco único los retos clave a los que se enfrenta la humanidad, delimita una respuesta a estos retos y define medidas concretas para juzgar los resultados a través de una serie de compromisos, metas y objetivos interrelacionados. El Plan de aplicación de Johannesburgo los confirma, reafirma aquellos que necesitan refuerzo y añade algunos nuevos, especialmente aquellos relacionados con los ODM 7 -garantizar la sostenibilidad medioambiental, además de añadir un objetivo fundamental sobre la salubridad. En conjunto, representan la mejor plataforma de cooperación mundial que se haya conseguido en la ONU a la vez que una base poderosa para la respuesta del sistema internacional.

Además de todo lo anterior, encontramos la iniciativa AESAB del secretario general y sus marcos para la acción que podrían aportar los más simples y los más amplios por medio de los cuales la comunidad internacional podría dar apoyo a la actividad a escala nacional relacionada con las metas y los objetivos de la CMDS y los ODM. Al proponer la iniciativa AESAB, el secretario general intentó poner énfasis en la acción sobre lo que eran las preocupaciones más importantes de los países en desarrollo: agua e higiene, energía, salud, agricultura, y biodiversidad, todas ellas consideradas partes integrantes de un planteamiento internacional coherente para la aplicación del desarrollo sostenible. La iniciativa del secretario general de sugerir estas áreas temáticas como eje no fue puesta en duda en Johannesburgo.

La iniciativa AESAB contribuyó a enfatizar los problemas medioambientales pero desde la perspectiva de las necesidades de los pobres y los vulnerables. Aspectos como, por ejemplo, el agua, la energía o la erosión del suelo se plantearon no sólo como problemas medioambientales per se, sino como aspectos que necesitaban ser tratados urgentemente a fin de poder evitar la enfermedad y la desnutrición, o para garantizar una calidad de vida mínima y específica, especialmente para los más desfavorecidos.

La iniciativa AESAB ponía énfasis en la necesidad de facilitar acceso a unas condiciones de salubridad correctas y a la energía a aquellos que no lo tenían ni en la cantidad ni en la calidad requeridas para su sustento. De la misma manera, el tema de la biodiversidad se planteó desde la perspectiva de las necesidades de la salud y la nutrición humanas, además de la salud de los ecosistemas. Reforzar estas perspectivas fue el llamamiento constante para una de los diversos temas AESAB entre ellos y en las estrategias para el desarrollo sostenible a escala nacional. El marco para la acción referente a la biodiversidad se planteó como relacionado no sólo con cuestiones de conservación, sino como una llamada de emergencia para integrar las estrategias de biodiversidad nacional con las estrategias de desarrollo nacional a fin de tratar los problemas de agua, medicinas, alimentos y la salud general del ecosistema. Estas perspectivas exigían soluciones locales por parte de la población local, y no soluciones estándares importadas del exterior.

El papel del seguimiento de la CMDS en la estrategia central de los ODM

Desde la Declaración del Milenio de 2000, la ONU y el secretario general han invertido una gran cantidad de tiempo y recursos en la definición de una campaña y directrices para garantizar que los ODM se alcanzarán antes del año límite previsto, 2015.

Los cuatro elementos de la estrategia ODM ofrecen un marco excelente para el seguimiento de la CMDS:
(a) Supervisión, seguimiento y revisión del avance hacia los objetivos y metas;
(b) Análisis, definición y evaluación de las dimensiones políticas de alcanzar los objetivos;
(c) Campañas y movilización de recursos; y
(d) Actividades operativas a escala nacional.

Los resultados de la CMDS y la iniciativa AESAB refuerzan los ODM y mejoran las oportunidades de alcanzarlos para los países en desarrollo proponiendo programas de acción concretos. La CMDS y las AESAB constituyen la base sobre la que se formulan estrategias y planes de acción para alcanzar los ODM antes del año 2015. No pretenden sustituir los ODM, sino complementarlos y actuar como instrumentos de apoyo. Después de la Asamblea del milenio donde se acordaron los ODM, diversos países pusieron en marcha campañas y programas de acción especiales. Estas iniciativas podrían definir excelentes plataformas para el seguimiento de la CMDS. Y viceversa, el seguimiento de la CMDS podría aportar una mayor concentración e impulso a la acción.

Disponer de una única campaña a escala nacional tendría las ventajas siguientes:
- Aportaría coherencia y uniformidad al seguimiento de las conferencias de la ONU, especialmente las que se han mencionado antes: CMDS, DOHA y Monterrey.
- Aportaría un planteamiento integrado y evitaría la duplicación.
- Establecería el marco para llevar un seguimiento de los resultados.
- Facilitaría un marco para el diálogo político.
- Mejoraría el intercambio de información entre los países.

El reto consiste en ser capaces de incorporar los resultados de la CMDS a las campañas de los ODM y otras iniciativas nacionales de todo el mundo en desarrollo. Aunque sin recursos adicionales, es muy poco lo que pueden hacer los países en desarrollo. Es preciso disponer de recursos adicionales y de mucho apoyo por parte de la comunidad internacional. Según el Banco Mundial, la ayuda extranjera adicional requerida para alcanzar los objetivos de desarrollo del milenio para el 2015 se sitúa entre 40.000 y 60.000 millones de dólares al año de respaldo económico para inversiones en los diferentes sectores. Esto supone aproximadamente duplicar los niveles actuales de AOD (que en 1997 era de 57.000 millones de dólares). Además, los países necesitarían emprender medidas para formarse a escala nacional. Algunos de estos esfuerzos deberán ser realizados por los propios países, especialmente cuando se trate de política y reformas institucionales, pero también serán precisos recursos adicionales para la formación. Uno de los principales objetivos de la CMDS era animar a los países ricos a asumir compromisos mayores de AOD, carteras de Ayuda Oficial al Desarrollo. El compromiso de Río de intentar alcanzar el 0,7% del PIB destinado a AOD está muy lejos de ser alcanzado y es dudoso que se consiga pronto. Resultaría útil que la masa de flujos de capital privado, que actualmente se concentran en un pequeño grupo de países y sectores, pudiera empezar a llegar a un mayor número de países y el comercio se volviera más abierto hacia más naciones. Si ambas circunstancias se dieran, el nivel de recursos para las campañas de ODM aumentaría significativamente.

A pesar de las tendencias negativas en la AOD, disponer de una única campaña para los ODM y la CMDS resultaría atractivo para aquellos que quieran financiar estas campañas. Desde el punto de vista de los donantes, tendría que ser ideal la posibilidad de que los países tengan un marco coherente en el que puedan participar diversos sectores de la economía y la sociedad y diversos organismos -tanto multilaterales como bilaterales- en un ejercicio controlado por el país mediante metas, objetivos y marcos temporales. Si, al mismo tiempo, éstas se pudieran integrar en la erradicación actual de la pobreza y otras estrategias, podría resultar bastante atractiva y probablemente ayudar a cambiar algunas de las tendencias de la AOD.

La posibilidad de conseguir financiación adicional para el medio ambiente y el desarrollo no es imposible. Empezando por los compromisos de Monterrey y siguiendo con los recientes anuncios del nuevo aprovisionamiento para el Fondo Mundial para el Medio Ambiente (uno de los mecanismos de financiación más grandes para el medio ambiente hoy en día), el de la AOD (la sugerencia de los países ricos de que una gran parte de los fondos del Banco Mundial disponibles para los países más pobres se concedan como subvenciones en lugar de préstamos), y diversos de los compromisos económicos de la CMDS anunciados en Johannesburgo como los de EEUU, la UE y Alemania sobre el agua y la energía ponen a disposición de los países en desarrollo la oportunidad potencial de tener recursos adicionales para los ODM y el seguimiento de la CMDS. En Johannesburgo se asumieron los siguientes compromisos importantes, entre otros: Italia anunció que estaba preparada para cancelar hasta 4.000 millones $ euro de deuda a los países pobres. Alemania ofreció 500 millones $ euro a lo largo de un período de cinco años para proyectos de energía renovable. Estados Unidos anunció inversiones de 970 millones dólares a lo largo de los próximos años en proyectos sobre agua y salubridad. La Unión Europea anunció la iniciativa . También hubo muchos otros compromisos y contribuciones vinculadas a una serie de asociaciones concebidas para avanzar y contribuir al seguimiento de la CMDS.
Pero éstas sólo son oportunidades potenciales. Sólo empezarán a ser realidad una vez los países se sienten a formular planes de acción coherentes y estrategias para hacer que se realicen sus objetivos. Estas estrategias y planes de acción se transformarán en programas financiables a escala nacional. Y es en este punto que los marcos AESAB constituyen algunos de los mejores instrumentos para la acción concreta a escala nacional.

Los marcos AESAB

Agua, energía, salud, agricultura y biodiversidad son pilares importantes del desarrollo sostenible. Si los países de todo el mundo emprendiesen acciones en todas estas áreas temáticas de forma integrada e interconectada, no sólo se avanzaría drásticamente en los objetivos del desarrollo sostenible, sino también en los de la erradicación de la pobreza y la calidad de vida para todos. Todos están incluidos en el Plan de Aplicación de la CMDS y todos ellos requieren planteamientos integrados y intersectoriales que precisan del apoyo de importantes ejes intersectoriales como, por ejemplo, el comercio, las finanzas, y las políticas macroeconómicas que tratan aspectos relacionados con los modelos de consumo y producción que afectan a estas áreas temáticas.

Los marcos AESAB para cada una de las áreas temáticas se presentaron en Johannesburgo y se utilizaron como base para el debate en las sesiones plenarias de los primeros cuatro días de la CMDS. Basándose en un formato nuevo utilizado hasta entonces en la sesiones plenarias formales de las Naciones Unidas, los debates sobre AESAB reunieron a participantes de colectivos importantes que comprendían, entre otros, asociaciones indígenas, organizaciones científicas, ONG, asociaciones de mujeres y el sector privado.

El debate se cimentó sobre los marcos AESAB presentados por la ONU. Todos respaldaron las propuestas que incorporaban y enfatizaron determinados aspectos de los mismos (como, por ejemplo, la necesidad de reducir o eliminar subsidios agrícolas como requisito previo para avanzar en el frente de la seguridad alimenticia) o añadieron nuevos rasgos a los marcos que actualmente se han incorporado en el informe del presidente de la CMDS. Los documentos del Marco sintetizan los aspectos clave y retos de cada una de las áreas temáticas de AESAB, recogen un listado de los principales acuerdos a los que se llegó en cada una de ellas durante la pasada década y presentan marcos de acción integrada para cada una orientados al desarrollo sostenible y a la erradicación de la pobreza.

Conclusión

La CMDS tuvo que competir por la prensa y la atención pública con otros importantes acontecimientos internacionales. El seguimiento será un reto similar teniendo en cuenta la rapidez con que se suceden los acontecimientos en el escenario internacional. La situación de Irak y otros problemas de gran importancia en diferentes partes del mundo, tanto en Latinoamérica, como en África o Asia, no deberían de ser una excusa ni una distracción para no realizar el seguimiento de las excelentes metas y aspiraciones de la CMDS y las conferencias y cumbres de la década de los noventa.



Johannesburgo, ¿y ahora qué?

Domingo Jiménez Beltrán
Ex director de la Agencia Europea de Medio Ambiente, actualmente consejero en los Servicios de la Comisión Europea,

La tercera cumbre de Naciones Unidas dedicada al medio ambiente debe analizarse en el contexto internacional durante los últimos treinta años y también en el marco de la política comunitaria ambiental y la evolución del concepto de desarrollo sostenible. En estas décadas el medio ambiente ha pasado de ser algo marginal y de tintes románticos ansiados tras la industrialización acelerada que sucedió a la Segunda Guerra Mundial, particularmente en Europa, a convertirse en un aspecto importante de la agenda política internacional. Johannesburgo ha supuesto otro paso adelante en este proceso.

La primera cumbre organizada por Naciones Unidas sobre medio ambiente, la de Estocolmo, en 1972 se acuñó como la del . El objetivo fue superar la idea, entonces imperante, de que el medio ambiente era una carga o limitación para el desarrollo, y fue un factor determinante en el alumbramiento de la política comunitaria de medio ambiente que se inició con la Cumbre Europea de París ese mismo año y sin la cual no se puede concebir la construcción de la Europa comunitaria. A partir de esta fecha de 1972 no pueden entenderse los dos procesos separadamente, el global, o de las cumbres de Naciones Unidas, y el comunitario o del avance en las políticas ambiental y para el desarrollo sostenible.

La Cumbre de Río, en 1992, fue la mayor concentración jamás vista de jefes de Estado y de Gobierno (más de 140); nadie quiso perdérsela, por si las moscas, desde el presidente Bush, padre, hasta Fidel Castro, que pronunció un apasionado y aplaudido discurso antropocéntrico de menos de dos minutos, y ciertamente el presidente González, que prometió que España triplicaría en la próxima década (ya terminada) el volumen de ayuda al desarrollo (¡vivir para ver!), todos estuvieron allí para discursear sobre desarrollo y medio ambiente.

La Cumbre de Río, celebrada cinco años después de la publicación del informe de la llamada Comisión Brundtland (por el nombre de la ex primera ministra noruega que la presidía) de Naciones Unidas, El futuro en nuestras manos, que introdujo el concepto de desarrollo sostenible (), se presentó como la Cumbre del desarrollo y el medio ambiente con la aspiración de integrarlos. Y ahora la Cumbre de Johannesburgo se ha calificado, sin rubor, como la del desarrollo sostenible.

Sin entrar todavía en los resultados específicos de la Cumbre celebrada en Johannesburgo entre el 24 de agosto y el 4 de septiembre, y si no estuviéramos sumidos en la denominada sociedad de la información, la del cambio tecnológico y del consumo acelerado, poco dada a relativizar el progreso, podríamos concluir que la situación previa a la Cumbre no estaba mal, al haber pasado, al menos en términos conceptuales, en sólo 30 años, y en materia de medio ambiente, de ser una limitación para el desarrollo, a ser algo que hay que integrar en el desarrollo y, finalmente, a poder devenir el sistema, o desarrollo en sí mismo, con la introducción del concepto de desarrollo sostenible, que ha dado, además, un contenido de futuro a la política ambiental al encastrarla, sin desvirtuarla, en el núcleo de dicho modelo de desarrollo.

Como salto cualitativo no estaría mal, aunque sólo fuera desde el punto de vista intencional y aunque la aspiración final sería la de un avance real en el proceso hacia un desarrollo más sostenible.

¿Qué es esto del desarrollo sostenible en términos prácticos? ¿Cómo se está aplicando en la UE? ¿Qué tiene que ver conmigo como ciudadano y consumidor? Sobre todo, ¿qué ha aportado en la práctica la Cumbre de Johannesburgo al progreso hacia un desarrollo de futuro, o más sostenible que el actual? Y, finalmente, ¿cuáles son los mayores desafíos pendientes para consolidar este marco conceptual e instrumental a escala comunitaria que permita crear las condiciones que hagan posible el cambio hacia un desarrollo más sostenible?

El concepto y su interpretación práctica

Del concepto de desarrollo sostenible se han dado y siguen dando variadas interpretaciones a partir de la original, y muy pocas la mejoran, aunque en su mayoría la matizan adaptándola a los intereses de los colectivos que la instrumentalizan.

Para las mentalidades más economistas consistiría en , o sea, ; para los empresarios sería o cómo adaptar el negocio a las condiciones del entorno para continuar haciendo más negocios aunque distintos.

Y para la mayoría de los mortales, aunque fuera como entonación, podría ser el , y para ello usar con eficacia y eficiencia los recursos accesibles de todo tipo. Lo que se ha traducido en ese paradigma tan impactante del inicialmente , o cómo desarrollarse el doble con la mitad de los recursos, luego , que intentaría resolver las disparidades Norte-Sur al permitir al Norte desarrollarse el doble también, pero con la quinta parte de los recursos y al Sur multiplicar por diez o hasta por veinte su desarrollo, en el mismo período y con sólo el doble de los recursos actuales, con lo que se reduciría la desigual distribución actual, con menos del 20% de la población usando más del 80% de los recursos totales.
Es curioso que estos paradigmas, que sonaban utópicos fuera del cenáculo de ecologistas o ambientalistas hace tan sólo cinco o seis años, han entrado no sólo en las administraciones, sino también, y sobre todo, en los círculos empresariales no especuladores, y con más fuerza después de los recientes escándalos financieros y de gestión. Estos problemas están impulsando la famosa Tripple Bottom Line que atiende y entiende las dimensiones económica, social y ambiental del negocio sostenible o perdurable, y que haría impensables los llamados por Greenpeace que destrozan el tercer mundo.

En términos prácticos, el desarrollo sostenible consiste en usar más eficaz y equitativamente los recursos disponibles o desacoplar el desarrollo socioeconómico del uso y la degradación de los recursos, y de la pérdida de calidad ambiental.

No es más que vivir mejor de verdad, en términos de mejora de calidad de vida y de satisfacción de nuestras necesidades reales, no impuestas o creadas, que es lo que conduce a una alienación y una frustración crecientes. Y hacerlo produciendo menos residuos, incorporando menos contaminantes a la atmósfera, al agua y a nuestra cadena alimentaria (para que el aire que respiramos, el agua que bebemos, y los alimentos que consumimos, sean más saludables y no sólo menos contaminados); consumiendo menos recursos no renovables o limitados (como los combustibles fósiles, formados durante millones de años, pero también el suelo, las costas...) y menos recursos renovables cuya renovación depende de un uso limitado (como el agua, los bosques...), y sin afectar a los procesos básicos de funcionamiento del planeta (como el clima, la capa de ozono, los ciclos de los nutrientes...).
Oiga, ¿y quien no quiere esto? Pues parece que todos queremos, pero no necesariamente ahora y no precisamente yo, sino que empiecen otros, y que el que venga detrás que arree, porque como citaba Groucho Marx en una de sus películas Es quizás, en esta percepción del concepto como de mera solidaridad con el futuro donde puede que radique la barrera para la puesta en práctica de este paradigma que, en cualquier caso, parece ineludible. Como me apuntaba recientemente un conocido político progresista español , y más especialmente a los hacedores finales, los consumidores y las corporaciones locales y los empresarios como responsables finales de los cambios en los modelos de consumo y producción.

Y es aquí, en esta diatriba, en cómo traducir el concepto del desarrollo sostenible en algo también concreto e inmediato, en lo que las experiencias recientes a escala comunitaria sean de interés, tanto por las acciones iniciadas como por las carencias evidentes, y son trasladables al ámbito global cuando intentamos analizar las perspectivas en este momento, con la Cumbre de Johannesburgo todavía reciente y esperando que la hagamos buena en la práctica, especialmente a escala comunitaria, para que no pase como con Río.

Si hacemos abstracción de lo que ha ocurrido desde el 11 de septiembre, no cabe duda de que, tanto en un plano mundial como sobre todo dentro de la UE, se han producido cambios conceptuales y perceptivos importantes en lo que se refiere al medio ambiente y especialmente a su integración en el desarrollo como parte del término desarrollo sostenible. Y es en la puesta en práctica de este proceso en lo que fallamos. No estuvimos a la altura de los acuerdos de Río y la cuestión ahora sigue siendo no sólo el análisis de los acuerdos de Johannesburgo, sino si en cualquier caso los haremos buenos o incluso si los mejoraremos en la práctica, en particular en la UE.

La construcción de una estrategia en la UE

A escala comunitaria, ha habido en los últimos cuatro años, obviando el paréntesis de la presidencia española (también afectada por las proximidades del 11 de septiembre) una serie de desarrollos que yo llamaría convergentes y que empujaron al lanzamiento en junio de 2001, en la Cumbre Europea de Gotemburgo, de una Estrategia comunitaria para el desarrollo sostenible, con sus principios y objetivos concretos, algunos ambiciosos y algunos superados por Johannesburgo, como veremos. Esta estrategia unida a la llamada Agenda Socioeconómica de Lisboa, significa un serio compromiso político al máximo nivel (jefes de Estado y de Gobierno) para abordar conjuntamente e indisolublemente las tres dimensiones de un verdadero desarrollo, la social, la económica y la ambiental, o sea el desarrollo sostenible.


Y lo que es más importante, los jefes de Estado y de Gobierno han obligado a revisar los progresos en general y en las políticas concernidas en particular (en agricultura, energía, transporte... dentro del proceso integrador llamado de Cardiff, por la Cumbre en la que se aprobó en 1998) sobre la base de un paquete amplio de indicadores , que conformarían el llamado anual que se discutiría en cada cumbre de primavera. La primera, la de Barcelona, que fue quizás fallida por aquello de primeriza pero también posiblemente por la baja prioridad otorgada por la presidencia al tema.

Y las referencias generales suscitadas en Río, en particular la Agenda 21 y la Declaración fueron el asidero que ha permitido que progresase el concepto de , concepto en un principio vejado o ridiculizado como teorizante y de extracción ecologista, pero que finalmente, como vemos, se ha impuesto en la UE.

Primero formalmente: al establecerse como objetivo de la UE ya en el Tratado de Amsterdam, y ante el cual las políticas del mercado único, económicas y de la propia Unión Monetaria serían instrumentales.
Segundo políticamente: al poner en marcha, en la Cumbre de Gotemburgo, en junio de 2001, una verdadera estrategia comunitaria para el desarrollo sostenible, o mejor dicho para el desarrollo más sostenible.

Tercero prácticamente: al haber asumido el propio Consejo Europeo, la máxima instancia comunitaria, la ejecución de la estrategia, con revisiones anuales en cada cumbre de primavera, sobre la base de los llamados Informes de síntesis que, con unos 40 indicadores que cubren las dimensiones sociales, económicas y ambientales del desarrollo sostenible o simplemente del desarrollo deseable, se pretende sean un baremo del verdadero progreso en la consecución de una mayor calidad de vida y para todos (principio de equidad) con un menor uso y degradación de los recursos naturales (principios de efectividad y eficacia).

Y a esta introducción práctica del concepto ha contribuido decisivamente el hecho de que muchos grupos activos de la sociedad civil, como los colectivos locales y las asociaciones empresariales más avanzadas, que pueden identificarse como los (doers) ya que son los que finalmente ejecutan las políticas, han tomado el como un útil de programación y de gestión a medio plazo; los municipios, a través de la Agenda Local 21, han propiciado incluso una competitividad entre ciudades; y las empresas con la referencia a Tripple Bottom Line, o a la triple dimensión social, económica y ambiental de un negocio que aspira a ser duradero o sostenible, ya han conseguido que las que entran en el Índice Dow Jones de la Sostenibilidad hayan dado más beneficios en bolsa que el resto.

La UE en posición aventajada

¿Y cuáles son estas circunstancias convergentes que crean la línea argumental o la lógica de una intervención comunitaria en este tema? Resultan de interés tanto en el ámbito de los Estados miembros como en el comunitario, y posiblemente en el global, pues sirvieron de fundamento a un cierto liderazgo de la UE en Johannesburgo, aunque sólo fuera este caso para salvar los muebles. Y pueden conformar asimismo la base para que la UE hacia un desarrollo más sostenible, para que legitime así sus propuestas de futuro y para que cree un efecto de arrastre global que alcance incluso a EEUU.

1-La Agencia Europea de Medio Ambiente ha mostrado continuamente, desde su primer informe en 1995 que, a pesar del éxito incuestionable de la Política Ambiental Comunitaria (ningún país, ni siquiera Dinamarca, lo hubiera hecho mejor fuera de la UE) no se producía una mejora suficiente y generalizada de la calidad ambiental. Esto sólo se conseguiría mediante cambios en las políticas económicas y sectoriales, que debían ser en cualquier caso revisadas, ya que su evolución no sólo no era admisible, o insostenible, ni sólo en términos ambientales sino incluso en términos socioeconómicos. Su expansión incontrolada y no integrada en el resto del contexto socioeconómico hacía peligrar sus propios objetivos al erosionar las bases que los sustentan y además conculcar las otras políticas afines (mucho tráfico colapsa el tráfico y reduce la accesibilidad y la movilidad, mucho turismo destruye el turismo y su calidad, el crecimiento abusivo de la demanda energética genera apagones y restricciones críticas...). La referencia a la sostenibilidad consolida las propias finalidades socioeconómicas de las políticas económicas y sectoriales.

2-El ejercicio de análisis y revisión de las políticas económicas y sectoriales, realizado dentro del proceso de integración o de Cardiff para analizar cómo respondían o si eran coherentes con la política ambiental, y ahora, más recientemente, con el objetivo del desarrollo sostenible (artículos 2 y 6 del Tratado), mostró algo interesantísimo. Y es que dichas políticas eran además incoherentes entre ellas, o lo que es lo mismo, la política de transporte conculcaba la energética (el aumento de la dependencia energética de inseguridad en el suministro, se debe básicamente al incremento insostenible en el tráfico y el transporte rodado, muy superior al de la economía) y lo mismo hacían muchas prácticas agrícolas intensivas. La referencia a la sostenibilidad permite potenciar las sinergias entre las distintas políticas creando objetivos comunes, compartidos o, en cualquier caso, convergentes.

3-La idea básica a escala comunitaria sería no sólo hacer más política (y no sólo más mercado como proclama EEUU) sino especialmente establecer nuevas formas de hacer política siguiendo los principios de la llamada gobernabilidad, que incluyen, junto a los instrumentales de transparencia, control y participación pública, los de eficacia y coherencia y que se traducen en la potenciación de los mecanismos señalados de revisión anual abierta del progreso en todas las políticas económicas y sectoriales con reconducción de las mismas para acercarse a los objetivos a medio y largo plazo acordados en la estrategia para el desarrollo sostenible (y su dimensión externa o de participación en la sostenibilidad global) y en la Agenda socioeconómica.

En consecuencia, el paradigma del desarrollo sostenible a escala comunitaria se identifica como un concepto operativo de aplicación inmediata: perfeccionar ahora, a corto y medio plazo, y no sólo en el futuro, la situación, podríamos decir, de solidaridad con el presente o con nosotros mismos. O de puro egoísmo bien entendido y que respondería al desafío lanzado por el presidente Prodi de hacer de la UE la economía más competitiva, basada en el conocimiento. Pues eso y no más es el desarrollo sostenible, un desarrollo basado en el conocimiento y no en la ignorancia en cuanto a sus consecuencias incluso inmediatas y de corte socioeconómico, y no sólo ambiental.

Con esta línea argumental la UE ha estado progresando desde diciembre de 1997, que fue cuando el primer ministro sueco Goran Persson propuso que se estableciesen mecanismos para la revisión de todas las políticas comunitarias en clave de integración y/o de sostenibilidad. Y se ha ido progresando a un ritmo lento pero seguro en las distintas cumbres europeas. Sobre todo se fueron creando expectativas entre la sociedad civil y las ONG más activas a escala comunitaria, aunque se vieron algo frustradas durante, precisamente, el período clave para la preparación de Johannesburgo, que fue el primer semestre de este año, durante la presidencia española, que no figuró entre las prioridades influenciadas también, posiblemente, por los efectos del 11 de septiembre que afectaron a la agenda política.

Lo que sigue es un análisis con perspectiva de futuro, aprovechando e intentando hacer buenos los quizás pingües resultados de Johannesburgo, ordenados con una idea básica que es la que puede dar sentido de dirección a la UE: la de que la UE muestre el camino a los países desarrollados, con un sentido también oportunista o de captación de los beneficios que se deriven de esta acción pionera y necesario recurso de innovación. Y sobre todo que se legitime en el ámbito global para liderar una globalización más sostenible

El distinto contexto de Johannesburgo

Para calibrar Johannesburgo no hay que olvidar que el patrón es distinto que el de Río, tanto por la situación geopolítica como por el contexto o marco ambiental multilateral. A Río se llegó en una situación de euforia económica y política, de , con progreso económico, la caída del muro de Berlín y la apertura al Este, con una globalización esperanzadora y beneficiosa para todos, mientras que a Johannesburgo, en parte como secuela del 11 de septiembre, se llega con una situación de , con un reconocimiento continuado de las diferencias Norte-Sur, crecimiento imparable de la forzada inmigración y el desánimo en la erradicación de la pobreza, el terrorismo en alza, la globalización beneficiando a los de siempre.

Y, además, en Río todo estaba por hacer en materia de multilateralismo en medio ambiente, y allí había tres grandes convenios sobre la mesa y jugosas propuestas en términos conceptuales y de principios contenidos en la Declaración y la Agenda 21, y que para Johannesburgo parecía agua pasada pero de hecho estaban sin poner en práctica.

Y no hay que olvidar la situación inmediatamente antes de la Cumbre, tanto en el ámbito de la UE como en el global, que se plasmó en la última reunión preparatoria de la Cumbre en Bali, a la cual se llegó esperando un milagro que no se produjo, y en la que aparte de confirmarse que los temas que más preocupaban a los países en desarrollo, o G77, los de acceso a los mercados y financiación del desarrollo, se consideraban ya cerrados, lo que se hizo fue confirmar algunos objetivos concretos referentes a la prioridad acordada a los temas de abastecimiento de agua potable y saneamiento urbano y el acceso a la energía. Se recalcó también la necesidad de progresar hacia nuevos modelos de producción y consumo dejando la Agenda completamente abierta en el resto de los temas.

Y a escala comunitaria tampoco se produjo ningún milagro en la Cumbre Europea de Sevilla, que era la última oportunidad después del parón que se produjo en la Cumbre de Barcelona, después de cuatro años de progresos en el desarrollo de una estrategia comunitaria que hubiera tenido su clímax en Barcelona como resultado del empuje final dado en Gotemburgo (que finalmente dio nombre a la estrategia). Aunque en Sevilla se confirmaron las ambiciones de la UE, también se confirmó que los acuerdos tanto de Doha como de Monterrey no se reabrirían pero que se exigiría su cumplimiento. Incluso se les citó como base para el famoso Acuerdo Global o Global Deal, que tantas esperanzas había suscitado antes del 11 de septiembre, y se hizo hincapié en la necesidad de una Agenda positiva para la globalización y en el reforzamiento de la gobernabilidad en el ámbito nacional y en las prioridades específicas acordadas en Bali (agua, saneamiento, energía) a las que se sumaba la Salud y la Iniciativa para África, insistiendo en la necesidad de traducir las prioridades a objetivos y calendarios concretos.
En resumen, llegamos a Johannesburgo con mayores desafíos, pero al mismo tiempo con menores expectativas, capacidades y preparación y además con toda la carga del 11 de septiembre Y, por si esto fuera poco, los grandes temas para los países desarrollados, o para el G77, como son el acceso al mercado y la financiación del desarrollo, se consideraban ya cerrados, para muchos del G77 en falso, en las conferencias previas de Doha y Monterrey respectivamente. Finalmente, frente al empuje en multilateralismo o cooperación global ambiental de Río, a Johannesburgo se llegó con prácticamente sólo la Unión Europea apostando fuerte en este sentido, con el bagaje de Kioto, y apostando por acuerdos y compromisos concretos en el tiempo, incluso en áreas, como la energética, en las que la UE no estaba legitimada por un progreso práctico.
Así que, en contra de lo que se ha dicho de que quizás las expectativas de Johannesburgo eran demasiado elevadas, la realidad es que eran demasiado bajas y por eso sus resultados hay que tomarlos en cualquier caso como unos resultados de mínimos y, por tanto, cumplirlos a rajatabla y construir o avanzar en lo posible sobre los mismos.
En Johannesburgo se esperaba, en consecuencia: una presencia elevada de jefes de Estado. La aprobación de un Plan de Acción, con acciones concretas, responsabilidad de los Gobiernos (tipo I) y fechas para su cumplimiento, para ir algo más allá de Río. E incluyendo lo que finalmente se llamó las cinco prioridades de Kofi Annan.

¿Qué se ha conseguido prácticamente en Johannesburgo?

Aunque ya se comprobó con la Cumbre de Río, que fue un éxito en sí misma, en cuanto dio un salto cualitativo a la Agenda política, que no hicimos buena en su cumplimiento, el valor de Johannesburgo se demostrará en nuestra capacidad para hacer bueno o no lo poco o lo mucho que allí se ha conseguido. Por eso el análisis que sigue es desde el doble punto de vista de los resultados conseguidos en cuanto a cómo ha afectado a la Agenda política, en particular de la UE, y en segundo lugar de las perspectivas para que esta vez sí, seamos consecuentes y en lugar de plantear los resultados de la Cumbre como un techo o una aspiración máxima, que es lo que se hizo con Río, lo planteemos como una base sobre la que construir o como el mínimo común denominador de nuestras aspiraciones.

En Johannesburgo se consiguió:

Una Declaración en la que se confirman los Principios de Río, algunos de los cuales hay que repetir por su gran vigencia y difícil respeto. Por ejemplo los de responsabilidad global compartida pero diferenciada (base para obligaciones distintas de los países en el Protocolo de Kioto); los de prevención y de precaución y cautela (básicos para la intervención diferenciada en el mercado de la UE y EEUU, ya que la UE aplica el principio que permite tomar medidas sin evidencia total cuando los riesgos son graves); los de internalización de costes (base para los llamados precios justos). Y además, consolida como requisito esencial los cambios en los Modelos de producción y consumo, y aboga por la reconstrucción de la solidaridad humana, por la erradicación de las condiciones más insostenibles, como la hambruna, y por el establecimiento de políticas a medio plazo que permitan la participación en la formulación y la ejecución de políticas y en las tomas de decisiones en general, siempre acompañadas de mecanismos de vigilancia y evaluación para asegurar el control público y el rendimiento de cuentas político. Y algo innovador después de los escandallos corporativos reciente aboga por reforzar la responsabilidad corporativa.

Un Plan de Acción que incluye algunas obligaciones de resultados, en cuanto a objetivos concretos a alcanzar en plazos determinados, o solamente tendenciales o de mejora deseable, pero también recoge obligaciones de medios que se consideran imprescindibles o elementos condicionantes para progresar.
Entre los objetivos concretos hay que destacar: reducir a la mitad antes del 2015 la población que no tiene acceso a agua potable y a un saneamiento básico lo cual implica la ambiciosa tarea de dar este servicio a unos 1.500 millones adicionales de seres humanos con trabajos ingentes y casi imposibles en grandes conurbaciones. Recuperar las pesquerías o los stocks pesqueros a un nivel sostenible antes del 2015, y cuya envergadura puede imaginarse con sólo saber que en las zonas cercanas a la UE los porcentajes que han superado el llamado el llamado , que superan el 70% en todos nuestros mares. Minimizar los riesgos por sustancias químicas antes del 2020, también una ingente tarea a tenor de la situación general del control de las sustancias químicas producidas y utilizadas con sólo una parte de las mismas evaluadas y pocas verdaderamente controladas en las condiciones finales. Y finalmente detener las pérdidas de biodiversidad, o sea, que no continúe la degradación de nuestros ecosistemas antes del 2010, con las implicaciones que esto tiene al exigir que la pesca, la agricultura y las explotaciones forestales y mineras, los desarrollos costeros y las urbanizaciones, los planes hidrológicos y de infraestructuras, y todas nuestras actuaciones territoriales en general no continúen mermando nuestra fauna y nuestra flora y la funcionalidad de nuestros ecosistemas, o cómo construir nuestras infraestructuras sin destruir las muy valiosas, también socioeconómicamente, infraestructuras naturales.

Entre los objetivos cualitativos o tendenciales figuran: un incremento urgente y sustancial (no se aceptó el objetivo concreto del 15% propugnado por la UE) en la contribución de energías de fuentes renovables y la promoción de mercados para productos ecológicos o provenientes de la agricultura ecológica, de gran interés para los países en desarrollo.

Entre las obligaciones de medios se retoman algunas de la Declaración del Milenio, del año 2000, como es la de disponer de Estrategias Nacionales Operativas para el desarrollo sostenible antes del 2005. En el caso de la UE ya existe, más o menos, pero en el caso de la mitad de los Estados miembros, que debían haberla ultimado antes de Johannesburgo, entre ellos falta España, haciendo especial mención, por ser la pieza clave de esta estrategia y la más difícil, al desarrollo obligado de un esquema marco a 10 años de Programas para la Producción y Consumo Sostenibles, obligación que ya se había autoimpuesto la UE antes de ir a Johannesburgo.

Hubo también otros logros no objetivables, como el de impulsar y acercarnos a la ratificación del Protocolo de Kioto al conseguir que Rusia y Japón no volvieran sobre sus pasos, el establecimiento de una coalición liderada por la UE para el progreso en las energías renovables y el establecimiento de hasta un total de 200 partenariados, o cooperaciones voluntarias, entre las que figura la relativa al agua, de la UE con los NEI (y otros) que aúnan esfuerzos voluntarios (acciones tipo II) entre gobiernos, empresas, ONG y otros agentes de la sociedad civil.

Y no hay que olvidar que, aunque a Johannesburgo se llegó con menores ambiciones que a Río en 1992 y, aunque no acudieron muchos de los mandatarios que si fueron a Río, como el presidente de EEUU y el presidente de España, allí se concentraron casi 65.000 personas y fue un magno acontecimiento que parece que sólo el medio ambiente es capaz de convocar, y en el que al menos se consiguió una Declaración Política que recupera el espíritu de Río y sobre todo se estableció un Plan con algunos objetivos y un calendario intentando reconducir la globalización, por ahora meramente mercantilista, haciéndola algo más sostenible, para que contribuya a una mayor o suficiente calidad de vida para todos ahora y en el futuro, y en el que al menos se pretendería dar respuesta a las cinco prioridades de Kofi Annan, propiciadas por la UE: agua, salud, energía, agricultura y biodiversidad. Y se hará buscando un adecuado equilibrio entre las llamadas acciones tipo 1 que comprometen a los Estados y que propugnaba la UE, y las de tipo 2, con participación del sector privado y de la sociedad civil y más voluntaristas, que son las únicas que parecía querer EEUU.

Evaluaciones para todos los gustos

Está claro que los resultados concretos, partiendo de la base de las bajas expectativas, no fueron mucho menos de lo esperado. Sin embargo, hay que admitir que la Cumbre, a tenor de las evaluaciones realizadas, es posible que estuviera a la baja altura de las circunstancias, pero desde luego, no estuvo a la altura de los grandes desafíos mencionados.

Las lecturas son variopintas y para todos los gustos, no siempre equidistantes y su análisis como siempre nos permite hacer una lectura provechosa para la proyección de los resultados hacia el futuro y para hacer bueno o consolidar lo conseguido y especialmente para construir sobre ello.
Para el presidente Prodi, Johannesburgo no desdijo la necesidad de tener estas cumbres, aunque al mismo tiempo el WWF la calificara en una interpretación libre de la WSSD de World Summit of Shameful Deals, o Cumbre de los Acuerdos Vergonzantes.

Para la directora general de Medio Ambiente de la Comisión Europea fue una muestra de que el multilateralismo funciona, mientras que para WWF fue la prueba de que no funcionan los procesos intergubernamentales.

Para el presidente Prodi, en Johannesburgo se deterioró aún más la imagen del mundo desarrollado (incluyendo la UE, y no sólo EEUU). Además, ha señalado con rotundidad que no funciona el planteamiento del mercado como instrumento de ayuda al desarrollo (o la ayuda como resultado del mercado), sino que deben ir unidos (¡o la ayuda al desarrollo como objetivo en sí mismo!). en palabras textuales de Prodi, quien ha llegado a afirmar como razón del fracaso de la propuesta de la UE sobre el objetivo de alcanzar el 15% para la contribución de las energías renovables, el hecho a todas luces cierto de que la UE (con su tímido 6% de cuota) no estaba legitimada para forzar dicho acuerdo, como tampoco lo estaba, según Prodi, en el tema de los subsidios en agricultura, tan penalizadores para la agricultura del tercer mundo.

Para gran parte del estamento político, el desarrollo sostenible se ha consolidado en la Agenda política, en palabras de P. Cox, presidente del Parlamento Europeo, quien al mismo tiempo incidía en la brecha creciente entre las aspiraciones de la agenda política y la capacidad política para actuar y sobre todo para tomar los resultados de la Cumbre como una base de partida y no como un techo de nuestras aspiraciones. Aseveraciones que ha confirmado con extrema dureza el presidente del Consejo Mundial de Empresas para el Desarrollo Sostenible, Bjorn Stigson, al repetir varias veces que el desafío no es técnico, sino político y de falta de capacidad institucional, ¡lo cual es fuerte!

Y hay también bastante coincidencia en el enfoque reforzado en Producción y Consumo Sostenibles en el proceso político, que implica como condición ineludible que el mercado empiece a funcionar para el desarrollo (sostenible) y no al revés, según apreciación compartida por el ministro de Medio Ambiente danés C. Schmidt, y por el Buró Europeo de Medio Ambiente (J. Hontelez)

Para la comisaria Margot Wallström, los instrumentos de Johannesburgo, la Declaración y el Plan de Acción, junto con las Conferencias de Doha y Monterrey, formarían una base de partida para el partenariado global (o para el no alcanzado Acuerdo Global) para el desarrollo sostenible. En cambio, para las ONG en general, en Johannesburgo se perdió la ocasión de darle al desarrollo sostenible un impulso significativo, con EEUU ¡contestando todavía los resultados de Río! y con una UE voluntariosa pero que no pudo con los temas de la globalización (positiva), la mejora del acceso a los mercados y la de la ayuda al desarrollo y la exigencia de la responsabilidad empresarial.

Mi percepción personal sería:

Que la Cumbre estuvo casi a la altura de las bajas expectativas generadas.

Que sigue habiendo un gran trecho entre el dicho, o los acuerdos, y el hecho, o los logros. O como dijeron los niños en Johannesburgo o menos hablar y más hacer, como ha dicho el WBCSD, walking the talking, que en traducción libre y con inspiración de Machado, sería algo así como , digo yo.

Que esperemos que finalmente esta vez SÍ, que esta vez SÍ se cumplirá al menos lo acordado y que esto se vigilará y exigirá continuamente.

Que al menos crearemos las condiciones y las capacidades institucionales para que la emergente sociedad civil pueda ejercer todo su potencial más allá de las limitaciones de los propios gobiernos.

Y, finalmente, que aunque el ejercicio de realismo nos haya dejado en unos acuerdos de mínimos, no se pierda una promesa de futuro para, en mejores momentos, superar los acuerdos de Doha y Monterrey y poder conseguir una globalización positiva como pretendía y pretende, supongo, la UE. Una globalización con mercados abiertos y llenos de oportunidades para los países en desarrollo y con una ayuda al desarrollo que acompañe indisolublemente y proporcionadamente al mercado (y repare sus limitaciones o defectos), lo cual no parece posible si no se nutre de alguna fiscalidad global, como reclamaba el propio presidente Chirac en Johannesburgo, para ese Fondo global para erradicación de la pobreza y el desarrollo sostenible. Es tiempo no sólo de duras realidades, sino también de promesas para un futuro necesariamente y obligadamente mejor y no renunciar a la sostenibilidad.
¡Y que la UE muestre el camino!

¿Y ahora qué?
Perspectivas para que la UE muestre el camino de la sostenibilidad ¿Y que se beneficie de ello?

Sin necesidad de hacer abstracción de prioridades evidentes a corto y medio plazo como son las referentes al Pacto de Estabilidad Económica, como pieza clave de la Unión Monetaria y de la moneda única, y especialmente la ampliación y la propia convección para el desarrollo o adaptación política e institucional de la UE que van a ocupar la Agenda política, junto con los de Política Exterior, no hay ninguna duda de que el objetivo de la UE sigue siendo conseguir un desarrollo sostenible según el artículo 2 del Tratado y para el cual la mayoría de estas prioridades son instrumentales.

Estas otras urgencias no deben obviar la construcción del proceso hacia una mayor sostenibilidad que garantice una progresiva mejora de la calidad de vida ahora y en el futuro y en lo posible para todos, además de contribuir a la sostenibilidad global o una globalización positiva que era uno de los puntos de partida de la contribución de la UE a Johannesburgo y es parte de la llamada dimensión externa de la Estrategia comunitaria para el desarrollo sostenible.

Lo que sigue es un intento de analizar las condiciones de partida y los condicionantes de futuro para que la UE lidere este cambio a escala global partiendo del cambio en el ámbito de la UE.

Una perspectiva favorable para la UE

Hay elementos convergentes suficientes para posicionar favorablemente la UE en este proceso:

- La Agenda multilateral se amplía progresivamente para contemplar las tres dimensiones del DS.

- La Estrategia comunitaria para el desarrollo sostenible (EDS) es, sin duda, la más avanzada (aunque insuficiente como tal) en el ámbito regional y puede además calificarse de madura al haber sobrevivido e incluso crecido en las condiciones nada favorables de las ultimas presidencias (pos-septiembre 11) y del propio proceso de Johannesburgo.

- La EDS está fuertemente ligada ahora a la puesta en práctica de la llamada gobernabilidad, que se considera la pieza clave para el desarrollo, donde el elemento determinante, como incluso reconocía recientemente un semanario económico no sospechoso en este tema, sería la capacidad institucional, mucho más allá de los propios programas económicos y que puede difícilmente avanzar sin un marco para la cohesión y la eficiencia como el ofrecido por la EDS.

- En este sentido la EDS ya ha demostrado su utilidad como referente en la revisión en curso de las políticas agrícola y pesquera para que sean más gobernables y sostenibles.

- Y, finalmente, todo parece decantarse ahora a la consecución de formas sostenibles de producción y consumo y para lo cual la orientación u organización del mercado, puesto al servicio del desarrollo y no lo contrario, sería la pieza clave además de ser un acicate significativo para la innovación y la competitividad.

- Tanto el Consejo de Asuntos Generales de la UE del 30 de septiembre, como el de Medio Ambiente del 17 de octubre han recogido esta situación favorable y el reto para la UE de abrir el camino, al hacer en sus conclusiones la conexión de la EDS con la Agenda multilateral y con las Conferencias de Doha de la OMC de noviembre de 2001, de Monterrey de Naciones Unidas de marzo de 2002, con la Cumbre de la Alimentación de Roma de la FAO, y por supuesto con el paquete de la Cumbre de Johannesburgo de Naciones Unidas incluyendo la Declaración del Milenio de Naciones Unidas del 2000 y todos los acuerdos de Río de junio de 1992 ¡todavía vigentes y actuales!

- En estas reuniones recientes, el Consejo ha confirmado la necesidad de revisar la EDS en 2003, a la luz de los desarrollos recientes y, según sus propias palabras, para apoyar los resultados de Johannesburgo y responder también a otros objetivos multilaterales, implicando el reconocimiento de que muchos de ellos pueden ir más allá de los acordados a escala comunitaria.
Exigencias y oportunidades para la UE

En este sentido no hay que olvidar que la UE obtuvo en Johannesburgo no sólo una responsabilidad para liderar el cambio (con la cual puede sentirse orgullosa pero no necesariamente satisfecha) sino también compromisos concretos que superan los acordados en la vigente EDS como son el Plan a 10 años para la Producción y el Consumo Sostenibles, la necesidad de mostrar el camino para el objetivo propugnado de la cuota del 15% en 2015 (ahora es del 6% con un objetivo del 12% para el 2010), el avanzar realmente en políticas agrícola y pesquera (¡con un 100% de los stocks recuperados en 2015!) sostenibles y no subvencionadas y, por supuesto, ir más allá de los compromisos de Doha en acceso a los mercados y al menos cumplir los de Monterrey en ayuda al desarrollo (alcanzar la media de 0,39% del PIB en AOD y un mínimo del 0,33% para cada Estado miembro. Cualquiera que pueda pensar que esto no es ambicioso, si se cumple como mínimo ¡que mire la situación actual en los informes recientes de la Agencia Europea de Medio Abiente!

Así pues partimos de una situación en la que contamos con una Agenda multilateral que, aunque no es ambiciosa, puede determinar cambios significativos y crear las condiciones para cambios más radicales si se toman los acuerdos como básicos para ir más allá una vez demostrado que las propuestas son posibles e incluso saludables en términos socioeconómicos. Existe la instrumentación al menos política de partida para que la UE pueda mostrar el camino y cosechar incluso beneficios con esta actitud pionera y por ende innovadora. Además, habría que añadir que este planteamiento reforzaría la tesis de hacer de la ampliación una oportunidad también en materia de desarrollo sostenible y plantearse seriamente la sostenibilidad como objetivo básico de la ampliación y hacer del acervo comunitario un instrumento al respecto y no un objetivo en sí mismo. Como decía recientemente al calor del debate sobre la EDS el director de WWF Tony Long, las oportunidades para el liderazgo de la UE se acrecientan y, como apostilló el ministro danés Schmidt, es la ocasión para actuar y nuestro éxito depende sobre todo de nuestra propia habilidad.

Reflexiones para el futuro

Lo que sigue es una interpretación personal de la situación y de las perspectivas que se abren para la UE si, como decía el ministro danés, actuamos con cierta destreza en el manejo de una Agenda política. Una Agenda consolidada pero que se debe instrumentalizar sobre la base de las capacidades existentes o del hecho de potenciar las capacidades institucionales y hacer que respondan al menos a las expectativas de la sociedad civil.

La idea básica consiste en traducir la Agenda política en un Propósito socioeconómico claro dentro de una visión esclarecedora y cohesionadora acompañada de un sentido de la dirección: Propósito, Visión y Sentido de la Dirección.

Propósito

El objetivo de la UE es el desarrollo sostenible (artículos 2 y 6 del Tratado), con la economía y el mercado como instrumentos.

Abundando en el propósito del presidente Prodi de y de la interpretación empresarial del WBCSD de que el DS no es hacer menos negocio sino distintos negocios, el propósito hay que objetivarlo también en términos de solidaridad con el presente y no sólo con el futuro.

Se trataría de conseguir ya una mayor (o suficiente) calidad de vida real y para una mayoría creciente a través de la cohesión y la eficacia en la acción que permite el paradigma del DS al fundir el presente y el futuro en una acción cognitiva que lo que introduce es la dimensión atemporal de una gestión racional basada en el conocimiento de nuestro único capital natural y construido (). Con este propósito se trataría de superar el cortoplacismo de la economía de mercado que no se somete a su carácter instrumental y cuyo tratamiento sintomático, que además no permite ni prever ni siquiera gestionar las crisis, se impone sobre la racionalidad de un planteamiento integrador en el espacio y en el tiempo. Es muy posible que la y su sometimiento a la racionalidad del DS fuera el logro más importante de una globalización positiva.

También es muy posible que haya que completar este propósito de extracción tecnopolítica con un ahondamiento en sus dimensiones ética, cultural e incluso estética para hacer de este proceso lo que en su ida llamó el Club de Roma la Tercera Revolución Industrial, las dos anteriores basadas en el acceso a nuevas materias primas y fuentes de energía (primero el carbón y luego el petróleo), y ésta basada en el abandono progresivo de las mismas y en el uso racional más que en el abuso de los recursos, lo que podría convertirla en la primera revolución de ámbito mundial. Pero esto supera el marco de esta disertación.

Visión

En esencia, el desarrollo sostenible no sería más que un desarrollo basado en el conocimiento y, además, consecuente con los cinco principios que soportan la gobernabilidad (de transparencia, coherencia, efectividad, control y participación pública) y traducible en la simple visión de la desvinculación o desacoplamiento progresivo hasta llegar al desacoplamiento absoluto, entre la mejorada (o suficiente) calidad de vida (desarrollo hasta ahora) y el uso de recursos y degradación ambiental.

Y lo importante es buscar la instrumentalización progresiva de esta visión final dentro del proceso de construcción de las políticas comunitarias existentes y en desarrollo y su reflejo incluso en el proceso institucional de revisión y ejecución de las políticas comunitarias para lo que hay que partir de algunas simples tesis que empiezan a emerger dentro de esta visión simplificadora:

-La EDS debe considerarse (convenientemente reforzada) como el concepto marco, o en palabras de John Hontelez (EBE) as the corner stone and not the stone in the corner, o sea como la piedra angular y no como una piedra arrinconada.

-La Producción y el Consumo Sostenibles están en el centro del proceso.

-El mercado (interior) debe trabajar para estos procesos y en general para el desarrollo (sostenible) y no al revés (Schmidt), o sea necesitamos dirigir el mercado y no que el mercado nos dirija (J.H.) ya que además atiende más a la oferta o intereses de los productores / empresarios que a la demanda o intereses de los consumidores como indicaba recientemente el comisario Byrne.

-La necesaria orientación u organización del mercado (para responder a los objetivos de interés general) promueve la innovación (comisario Fischler) y, como vemos, es la condición indispensable para que las políticas sectoriales (agricultura, pesca...) entren en la senda de la sostenibilidad o, a veces, para que puedan seguir funcionando.

-La cuestión sigue siendo cómo evolucionar desde una economía dirigida por la oferta a una que atienda más a la demanda, y esto implica salir del síndrome de las infraestructuras facilitadoras de la oferta.

-Hay puntos de acción claves en este proceso de evolución progresiva como son los precios justos (internalización de costes y señales adecuadas al mercado), la fiscalidad correcta (no hay sostenibilidad sin una buena fiscalidad, que cargue o desgrave sobre conceptos de eficacia y contribución al DS), la mejora en la productividad de recursos (ventaja competitiva de la UE sobre EEUU y todavía no del todo manifestada), las políticas de calidad con distinción de prestaciones sostenibles...

-Y hay puntos que aparecen como más débiles en esta necesaria transformación de los modelos de producción y consumo; se cita a los consumidores, al no encontrarse mecanismos que premien a corto plazo (faltos de precios y fiscalidad justas o ajustadas) el Consumo Sostenible (Forum ECOSOC, 4 de octubre) y muy fuertemente a las limitaciones en la capacidad institucional (WBCSD, Stigson) que serían más determinantes que las barreras técnicas o de disposición empresarial.

-El cambiar las condiciones del mercado interior parece inevitable.

Puede incluso pensarse en otro nuevo Libro Blanco, esta vez para satisfacer las necesidades reales de los consumidores y ciudadanos y de forma sostenible.

-Y, finalmente, esta visión debe incorporar también la del proceso y de los procedimientos institucionales de toma de decisiones y de revisión de políticas económicas y sectoriales en el ámbito de la UE (proceso de Cardiff), y su imbricación con la Agenda socioeconómica (o de Lisboa) y con la política ambiental como tal (el sexto Programa de Acción), y todos acogidos bajo el concepto marco y la Estrategia comunitaria para el desarrollo sostenible (o de Gotemburgo) y convergiendo en el tiempo dentro del ciclo anual de rendimiento de cuentas y de revisión de políticas en cada Cumbre de primavera de la UE, básico para comprobar si progresamos o no en la buena dirección, pero también en cuanto al incremento del PIB.

Sentido de la dirección

La cuestión clave no es tanto lo buena que es la situación sino si progresamos suficientemente en la buena dirección, es decir, hacia un desarrollo más sostenible. Y es a esto a lo que nos tiene que ayudar ese paquete de , que se están consolidando en el ámbito de la UE para cubrir las dimensiones social, económica y ambiental del desarrollo sostenible y cuya evolución se recogerá en el informe anual de Síntesis que se presenta en cada Cumbre de primavera de la UE. Este informe es básico para la llamada gobernabilidad al ser el útil para evaluar la coherencia y la eficacia de las políticas y, además, asegurar la transparencia y el control de la información pública e incluso la participación pública o en todo caso de los grupos más activos o interesados (stakeholders) a través de mecanismos consultivos previstos por la Comisión como es la llamada . Este proceso nos concierne a todos: el ver si, por ejemplo, en términos ambientales la brújula de la sostenibilidad ambiental muestra progresos en todos los aspectos clave o no.

Conclusión

Es innegable que la UE tiene una Agenda propia, antes y después de la Cumbre, bien distinta de la de EEUU, por lo que el hacer buenos los resultados de Johannesburgo depende en gran manera de la Unión Europea y de su capacidad para, en primer lugar, legitimarse ante el tercer mundo en relación con el proceso propio emprendido hacia un desarrollo más sostenible, aunque éste sea más intencional que real, pero algo es algo. En segundo lugar, sobre todo la respuesta, aunque sólo sea intencional, que se dé a las dos grandes reivindicaciones de los países menos desarrollados que siguen pendientes después de Johannesburgo: la de acceso a los mercados, respetando y superando las concesiones de Doha, y especialmente las de financiación del desarrollo y de reducción de la pobreza, como reiteró el presidente de Sudáfrica, Thabo Mbeki, en la ceremonia de apertura de la Cumbre. En relación con esto existen los acuerdos de Monterrey que, de hecho, intentan prácticamente recuperar los niveles de Ayuda Oficial al Desarrollo que existían en 1992, cuando se celebró la Cumbre de Río, y que son claramente insuficientes. Sobre todo no entran en el desarrollo de sistemas estables para aprovisionar de forma segura un verdadero Fondo Mundial, llámese para reducir la pobreza o para el desarrollo y que sólo tendrán entidad y capacidad si se plantea alguna fiscalidad global, ya sea sobre los movimientos de capital más especuladores (similar al llamado impuesto Tobin) o sobre el comercio de algunos recursos como los energéticos, en particular los combustibles fósiles, o algunos carburantes para el tráfico internacional, como el keroseno de aviación, algo que ya propuso en 1997 la propia UE.

Y la UE tiene una razón adicional para liderar este proceso de cambio y es la oportunidad que le depara la ampliación para hacer de este proceso de desarrollo acelerado de una parte significativa de Europa un ejemplo de desarrollo sostenible. Esto pondría además a los países candidatos en cabeza en muchas áreas de la producción, los servicios y el consumo respondiendo a un salto cualitativo, llamado o leap froging, para el que están en mejor situación al tener que renovar muchas de sus infraestructuras y capacidades productivas y servicios ¡y poder hacerlo con mucha tecnología innovadora y sostenible! Sería la prueba definitiva de la capacidad de liderazgo de la UE.



Johannesburgo, ¿un paso adelante y dos atrás?

Josep Xercavins i Valls
Profesor coordinador del Secretariado Ad Hoc en la UPC (1) del Foro Mundial de Redes de la Sociedad Civil - UBUNTU (2). Profesor colaborador de la Cátedra UNESCO de la UPC en Tecnología, Desarrollo Sostenible, Desequilibrios y Cambio Global

El autor, tras un esclarecedor análisis del proceso histórico y evolutivo de la política internacional que ha conducido hasta Johannesburgo, argumenta que el encuentro en la ciudad sudafricana no ha versado realmente sobre desarrollo sostenible sino que, de hecho, ha supuesto un paso más en el marco neoliberal internacional y hegemónico.


Primera consideración previa: después de Río frente después de Johannesburgo

En alguna de las reuniones de la Plataforma Catalana para la Preparación de la Cumbre3 escuché algunas reflexiones que ahora, en el momento de comenzar este escrito, considero conveniente citar, aunque no sea textualmente. Todas ellas hacen referencia a la Cumbre de Río, a la cual no asistí, ya que fue en aquel verano de 1992 cuando leí por vez primera algunos textos acerca del desarrollo sostenible.

a) "Tanto antes como durante e inmediatamente después de la Cumbre de Río, la sensación general fue que ni la Cumbre ni sus resultados eran nada del otro mundo"
b) "Habida cuenta la excepcionalidad de la Cumbre de Río, y sólo diez años después, no puede esperarse, ni mucho menos, celebrar otra cumbre tan "emblamática" como lo fue aquélla".

Para enmarcar este escrito, redactado un mes después de la Cumbre de Johannesburgo, conviene aclarar que, en mi opinión, la reflexión b) me parece absolutamente acertada, aunque a veces no resulte evidente por la falta de perspectiva histórica. Ni podíamos ni podemos esperar que Johannesburgo fuera lo que fue y ha sido Río.

En segundo lugar, cabe destacar que la percepción inmediatamente anterior y posterior de un acontecimiento como el que nos ocupa está siempre altamente condicionada por una falta de perspectiva objetiva y un exceso de sensaciones subjetivas. Además, si incluso en torno a Río la afirmación a) fue muy característica, es evidente que tardaremos bastante tiempo en disponer de un análisis completo y ajustado -o lo que es lo mismo: de una perspectiva más objetiva- de Johannesburgo.

Considero especialmente importante destacar este último punto por otro motivo que, a mi parecer, es el más relevante. Dejando de lado el hecho de que, en general, desde el prisma actual queda claro que los resultados de Río fueron cuantitativa y cualitativamente hablando excepcionales -paradigmáticos-, también es cierto que el modo en que las instituciones y la sociedad en general (a todos los niveles: mundial, continental, nacional y local) fueron haciendo suya aquella cumbre ha sido determinante para convertirla en el referente que es hoy.

Cabe aguardar, por tanto, a que las instituciones y la propia sociedad digieran, utilicen y amplíen los temas abordados en Johannesburgo (no sólo durante la cumbre, sino también a lo largo de su fructífero proceso de preparación) para conocer la dimensión real de Johannesburgo 2002.

Segunda consideración previa: éxito o fracaso y/u optimismo o pesimismo

En nuestra cultura, en la civilización occidental, la comunicación es cada vez más esquemática y carente de contenido y con tanta frecuencia se sirve de resúmenes para explicar las cosas que dificulta enormemente su comprensión. No es ése el objetivo de este escrito y, por ello, si no logro algo diferente será única y exclusivamente culpa mía.

Según este código, la cumbre ha sido un fracaso y nos lleva al pesimismo. O como mínimo, yo soy consciente de haber sido uno de los que, en este nivel de simplificación, habría contribuido, aun contra mi voluntad, a transmitir esta sensación.

Aparte de reiterar de entrada reflexiones como las del apartado anterior, conviene aclarar lo siguiente: en primer lugar, que nadie por sí solo puede tener una visión suficientemente completa de todo lo que se vivió en Johannesburgo (y en su preparación), por el simple hecho de que era humanamente imposible seguirlo todo; y en segundo lugar, que los contextos en los que se desarrolla una cumbre como ésta son extremadamente determinantes en su visualización, conceptualización, desarrollo, resultados y análisis. Por tanto, no tiene sentido hablar de pesimismo u optimismo o de éxito o fracaso en cuanto al conjunto de la Cumbre, ya que no con ello no se aporta nada sustancial. Claro está que podemos ser más o menos pesimistas o, mejor dicho, que deberíamos estar más o menos preocupados con respecto a la situación que vive el mundo (yo, en esto, no tengo ninguna duda, pero estoy seguro de que, pese a que cada día la percepción sea más generalizada, no es unánime). Es legítimo opinar que los resultados oficiales de la Cumbre no son los que creíamos necesarios o positivos. Y es obvio que estos posicionamientos siempre responderán a un determinado prisma de análisis ideológico (que, en mi caso, quedará bien claro, ya que seguramente impregna el tono general de este escrito), de tal modo que lo que para unos es fracaso para otros puede ser un éxito. O lo que es lo mismo: lo que habrá ocurrido es que unas determinadas opciones se habrán impuesto a otras. No obstante, considero que todos hemos de ser capaces de analizar y entender con exactitud dónde estamos y hacia dónde vamos para poder dar a cada paso el valor que tiene -sea el que fuere- e intentar siempre que el siguiente paso sea adelante, aunque a veces, como reza una frase del viejo argot leninista, .

Procuraré, por tanto, evitar estas calificaciones que no creo que aporten nada y, sobre todo, intentaré encontrar claves de análisis que nos permitan ir más allá de códigos perceptivos simplistas y banales. Pero lo haré desde un prisma de análisis ideológico transparente y según el cual, y esto debe quedar muy claro, las opciones que se han acabado adoptando no son las que el mundo necesita. Por eso, de aplicar el código simplificador a este escrito, deberíamos hablar de fracaso.

Valga como última aclaración preliminar que expondré mi parecer basándome en lo que he querido y más o menos podido seguir de la cumbre oficial (pues no era tarea fácil abarcarlo todo) y, por desgracia, no en los miles de actos paralelos más o menos oficiales ni en el Global Peoples Forum de la sociedad civil, que tuvo lugar simultáneamente pero demasiado lejos de la cumbre oficial. Mi análisis, por lo tanto, versará sobre todo el conjunto y los puntos especificados previamente: qué estrategias empleará la sociedad y sus instituciones para hacer suyos los postulados de Johannesburgo y cómo, de aquí a un largo tiempo, el modo de asimilación nos permitirá tener una dimensión real de toda la cumbre.

1. Los contextos de Johannesburgo

1.1. Estocolmo, Río y Johannesburgo: el desarrollo sostenible más allá del medio ambiente

La Cumbre Mundial para el Desarrollo Sostenible, celebrada en Johannesburgo del 26 de agosto al 4 de septiembre de 2002, ha sido, como es bien sabido, una cumbre de las Naciones Unidas, lo cual equivale a decir (como siempre, son muchos los ejemplos a lo largo de la historia) que ha sido una reunión extraordinaria en la que los máximos dirigentes, jefes de Estado o de Gobierno de la ONU han abordado un determinado tema de la Asamblea General.

Esta cumbre, en concreto, debe enmarcarse en la línea de las llamadas : la primera se celebró en Estocolmo, en 1972, y trató sobre el medio ambiente humano; la segunda tuvo lugar en Río, en 1992, y versó sobre el medio Ambiente y el desarrollo, y ésta, que abordaba el tema del desarrollo sostenible, ha sido la tercera.

Juzgo pertinente, en este momento, constatar que el hilo conductor de estas cumbres, camuflado bajo distintos nombres, está estrechamente relacionado con los cambios que la sociedad ha vivido, experimentado y socializado en torno a los temas medioambientales, así como con el papel que han desempeñado en ello el nacimiento y la evolución del concepto de desarrollo sostenible y de sostenibilidad en general. Aunque no es ni el objeto ni el sujeto de este escrito, es evidente que el propio concepto de desarrollo sostenible, de sostenibilidad, pese a tener su origen en la percepción de los límites de carácter básicamente ambiental (años setenta y ochenta), ha evolucionado enormemente y que, paralelamente a tal evolución conceptual, se ha producido un agravamiento de los problemas de la humanidad durante los últimos años del siglo XX. Convendría no olvidar, por ejemplo, que el fenómeno de la globalización no se percibía como tal en Río: ¡ni siquiera se había acuñado el término! Por ello, actualmente, la sostenibilidad de la vida humana sobre el planeta únicamente podemos entenderla atendiendo a una asociación como mínimo triple y desvinculable: social, ambiental y económica. En función de la sociedad global y local que deseemos construir (con qué niveles de igualdad social, diversidad cultural y libertad individual y colectiva), de las interrelaciones compatibles con los servicios que presta el hábitat planetario -nuestro (en minúsculas) medio ambiente (en mayúsculas)- y los medios económicos (es decir, de asignación de recursos -cada vez más escasos- para satisfacer necesidades que deberemos autolimitarnos a la vez que universalizar de una vez por todas), construiremos la sostenibilidad que pretendamos legar a las generaciones venideras (4).

1.2. La Cumbre de Río -- y Johannesburgo

¡El principal contexto de la Cumbre de Johannesburgo es la Cumbre de Río! No es casual que se haya hablado mucho más de que de Johannesburgo. Y no se debe únicamente a una cuestión de lenguaje, porque sí que hubo una Cumbre -conceptual y oficialmente así denominada y concebida- el año 1997 en Nueva York.

En cambio, la situación actual era muy distinta y, al menos en el nombre, la Cumbre para el Desarrollo Sostenible de Johannesburgo debería haber constituido un paso nuevo y relevante en el camino hacia el desarrollo sostenible de la vida humana en el planeta. Quizá debiéramos añadir aquí que, como mínimo, eso era lo que muchos deseábamos.

Pero permítame el sufrido lector que le ponga en situación, explicándole que, de hecho, aquí las palabras eran, más que palabras, voluntades y que, incluso oficialmente, el objetivo fundamental de la Cumbre de Johannesburgo era analizar la aplicación del Programa o Agenda 21 aprobado en Río (y, en general, todo lo aprobado en Río), estudiar los resultados logrados y esbozar un plan de acción o para seguir avanzando en la consecución de aquel programa (5). Por tanto, en definitiva, Río era, es y continuará siendo el referente principal. Y aunque en los debates de Johannesburgo se hayan cuestionado hasta los principios de Río, Río ha quedado intacta y nadie nos la podrá quitar, al menos por el momento.

Llegados a este punto, considero fundamental pasar a preguntarnos, relacionar y adivinar las consecuencias de las diferencias absolutas y relativas existentes entre los contextos de Río y de Johannesburgo.

Pero antes quiero hacer un paréntesis para explicar de qué trató realmente Río.

1.2.1. ¿De qué trató realmente Río? El Programa 21 de Río (6)

En la tabla 2, que utilizaremos en distintos puntos de este escrito, encontramos, entre otras cosas, una parte importante del índice de los resultados de Río y, en concreto, del , allí aprobado.

Fijémonos de entrada en que el subtítulo del resultado principal de Río no es otro que: "un plan de acción en pro del desarrollo sostenible". Y fijémonos también en los títulos de sus secciones I ("Dimensiones sociales y económicas) y II (Conservación y gestión de los recursos para el desarrollo).

De ahí que Río no fuera exactamente una cumbre "medioambientalista". Lo fue, pero lo cierto es que fue mucho más. De hecho, entre otras cosas, fue el momento en el que el propio concepto de desarrollo sostenible adquirió las dimensiones de las que hablaba al final del apartado 1.1. El concepto de desarrollo sostenible había nacido en 1987 (5 años antes) y, hasta entonces, había evolucionado principalmente en sus aspectos más medioambientales. Pero una cumbre mundial que debe abordar toda la problemática del planeta debe comenzar de manera ineludible cuestionándose cómo desarrollar (de manera sostenible) un mundo mayoritariamente pobre y en desarrollo. Debe colocar en primer plano, o como mínimo en un plano de dimensión equivalente, las coordenadas sociales, ambientales y económicas del desarrollo. Y eso fue exactamente lo que hizo Río, en un momento en el que la percepción de los graves problemas sociales del mundo no era tan fuerte como la que, con la globalización existente, tenemos todos en el presente.

1.3. Evolución de la situación política internacional durante los años noventa: los contextos de Río y los contextos de Johannesburgo

Con la ayuda de la tabla 1, confeccionada a partir de fuentes muy diversas, intentaré situar y comparar los contextos absolutos y relativos de Río y Johannesburgo, cosa que, por un lado, considero imprescindible y, por el otro, sumamente esclarecedor.

Río 1992 tuvo lugar en un momento de la historia que, pese a todos los pesares (y la guerra del Golfo no es uno insignificante), es seguramente excepcional. El fin definitivo del comunismo y del mundo bilateral, la distensión internacional más importante registrada en varias décadas y la incertidumbre del futuro, llevó a pensar que un sistema como el de las Naciones Unidas podría , en lo relativo a sus fuerzas internas (programas más característicos y progresistas, dirigentes más importantes, ...), jugar más fuerte que nunca.

Quizá debido al desconocimiento de otros posibles análisis, en mi opinión, la cantidad, la calidad y la importancia de los acuerdos adoptados en la cumbre no puede considerarse baladí.

Es más, esto no sólo fue así para Río, sino que Río generó un efecto ola que se propagó prácticamente durante todos los años noventa, en la que se ha dado en llamar la década de las cumbres progresistas de la ONU: "El Cairo y la población", "Copenhague y el desarrollo social", "Pekín y la mujer", ... todas las cuales han dado luz a declaraciones y planes de actuación progresistas y de vital importancia, cuya única (mas definitiva) desgracia es que no se han aplicado, en algunos casos, en absoluto.

Esta última realidad fundamental ha generado, tal como apreciamos actualmente y como se experimentó en Johannesburgo, que la ONU haya pasado de uno de sus renacimientos más importantes desde la guerra fría a un nuevo retroceso desesperanzador desde el punto de vista del papel que seguramente muchos esperaríamos y desearíamos que pudiera y quisiera desempeñar. Los Estados miembros no cumplen los acuerdos adoptados en el seno de la ONU.

¿Pero por qué ocurre y ha ocurrido esto? Porque los estados ricos y poderosos del mundo ya hace tiempo que habían tomado otro camino. Reagan y Thatcher empezaron a gestar una gran revolución conservadora y neoliberal que tuvo mucho que ver con el colapso definitivo del comunismo, si bien no se acabó de manifestar en todo su esplendor hasta avanzados los años noventa.

El instrumento para poner en práctica los aspectos más internacionales (la mayoría en este caso) de su política no fue la ONU -statu quo del mundo bipolar y en auge tras el colapso del comunismo-, sino las también viejas instituciones de Bretton Woods, resurgidas para volver a desempeñar un papel primordial. Entre ellas destacan: el Fondo Monetario Internacional (FMI) con sus políticas de ajuste estructural, que concede préstamos a los países en desarrollo a condición de que éstos limiten sus sectores y políticas públicas; y, en diferente medida, el Banco Mundial (BM), que perfila las bases de una cooperación internacional más fundamentada en el sector privado o la Intervención Extranjera Directa (IED) que en el sector público o la Ayuda Oficial al Desarrollo (AOD). Como es bien sabido, estas instituciones están totalmente controladas por los países ricos y poderosos del mundo (ya que la democracia en estas instituciones es directamente proporcional al PIB de sus países miembros) y se verán complementadas, pocos años después, por la organización internacional más polémica y, pese a su importancia, menos definida: la Organización Mundial del Comercio (OMC), nacida el año 1994 como instrumento para liberalizar el comercio internacional.

La globalización o el tipo de globalización derivada de estas políticas y facilitada enormemente por el desarrollo de las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC) es el resultado que define un contexto para Johannesburgo sumamente distinto al de Río.

En términos algo simplistas, pero comprensibles, sobre todo en el lenguaje de nuestra Europa, a nivel mundial y durante los noventa, un marco liberal sembrado durante los años ochenta se ha impuesto implacablemente a otro marco más socialdemócrata o keynesiano. Y, pese a que los resultados sean realmente alarmantes, sobre todo a nivel macro (más desequilibrios absolutos y relativos que nunca, más pobreza que nunca, más problemas medioambientales que nunca), aún vivimos dentro de la expansión y el predominio de este paradigma económico, en el que el mercado y el comercio han pasado de ser un medio para el desarrollo humano a ser un fin en sí mismos.

Desde mi punto de vista, ésta es la explicación más sincera de por qué los programas progresistas aprobados por la ONU en los años noventa y que, en el lenguaje mencionado, tenían mucho de a escala mundial, hayan quedado en mero papel mojado (7). Volviendo al lenguaje de nuestra Europa, en lugar de configurar un mundo más equilibrado en todos los sentidos con fondos políticos de cohesión, se ha optado por perpetuar el enriquecimiento de los países ricos y poderosos del mundo (la minoría), a costa de un aumento del empobrecimiento de los países pobres del mundo (la mayoría) y de consecuencias nefastas para el medio ambiente de todos.

En este sentido y contexto, Johannesburgo no es ni un éxito ni un fracaso, dialéctica de la que ya hemos hablado antes, sino una victoria más, de momento, del , frente a otro posible que, en principio, debería ser más respetuoso con los seres humanos y con el planeta que los cobija. A escala mundial, el agente público fundamental, en este último marco, sería -mientras no haya otro- la ONU. De ahí que, en lo sucesivo, denomine a este marco .

2. El estado del mundo (8) y de la política internacional y Johannesburgo

2.1. El informe de Kofi Annan, de enero de 2002, sobre la aplicación del Programa 21 de Río (9)

Si bien por un lado queda claro que una cumbre mundial debe responder a, entre otras coordenadas iniciales básicas, un análisis de la situación correspondiente que, en este caso y teniendo en cuenta el lenguaje del Worldwatch Institut acuñado a tal efecto, podría denominarse el análisis del , en el caso de la cumbre que nos ocupa, y tal como hemos comentado en el apartado 1.2., podríamos afirmar que, en parte, este análisis era uno de los objetivos principales del proceso de la Cumbre en sí misma. Y de hecho, así fue y la cantidad de trabajos y de reuniones preparativas (prepcoms) a escala nacional, continental, mundial..., así lo pretendieron. No cabe ninguna duda de que tal análisis ha sido el resultado necesario y positivo de la propia cumbre, pese a no estar aún bien ni explícitamente recogido en ningún sitio.

De este análisis debía emanar una valoración sobre el grado de desarrollo y de aplicación de los programas y retos aprobados y definidos en la Cumbre de Río.

Y qué mejor que el propio informe del Secretario General de las Naciones Unidas para darnos esta valoración. Dicho informe se hizo público en enero de 2002, con motivo de la primera prepcom mundial y llevaba un título más que significativo: "El Programa 21 y el desarrollo sostenible: un buen plan, una débil aplicación".

Citaré aquí, prácticamente de forma textual, algunos de los titulares del resumen de prensa de este informe, que acababa hablando de los aspectos relativos a la gestión de los ecosistemas:

- La degradación del suelo afecta, como mínimo, a dos tercios de las tierras agrícolas del mundo.

- El agua potable escasea cada vez más en muchos países, debido a las actividades agrícolas, que consumen el 70%.

- Una cuarta parte de las capturas de pescado que se efectúan en el mundo se ve afectada por una pesca indiscriminada y la mitad se agota por completo.

- Más de 11.000 especies se consideran amenazadas y más de 800 se han extinguido.

- En la última década, se ha registrado una pérdida neta del 4% de los bosques del mundo.

- El consumo mundial de combustibles fósiles ha aumentado un 10% entre 1992 y 1999.

Este informe se elaboró después de haber hablado de población y pobreza, en términos muy conocidos y no menos preocupantes y tras haber empezado a hablar sobre economía en los siguientes términos:

- En la década de los noventa, la mayoría de los países disfrutaron de crecimiento económico. Sin embargo, no todos los países se beneficiaron de este crecimiento. Se amplió la brecha entre la calidad de vida de África y de otras regiones. Las condiciones económicas y sociales de las economías en transición también se vieron deterioradas.

- La globalización ha demostrado tener un lado extremadamente volátil. Crisis financieras en México y en el Este Asiático.

- La Ayuda Oficial para el Desarrollo (AOD) ha disminuido durante los años noventa.

- La Inversión Extranjera Directa (IED) en los países en desarrollo aumentó hasta 1994, cayó notablemente en 1998 y, desde entonces, se ha mantenido.

- Los subsidios gubernamentales han aumentado en todos los países.

2.2. El informe de la ONU sobre la Cumbre de Johannesburgo (9)

El Departamento de Asuntos Económicos y Sociales de la ONU hacía público, pocos días antes del comienzo de la Cumbre oficial, este informe, en la línea del anterior y de tantos y tantos otros informes de sus propios programas (el PNUMA y el PNUD, por ejemplo), de otras organizaciones internacionales, como el BM y el OCDE, y de otros organismos como los ya citados y referenciados.

Pero no aportaba nada sustancialmente nuevo, ni tampoco ninguna sorpresa. Ya hace tiempo que vemos y analizamos esta realidad y la gravedad de la situación, extensamente abordada en numerosas fuentes bibliográficas (4).

2.3. Los (Asamblea General de la ONU del Milenio)10, los 11 de la Organización Mundial del Comercio (OMC) y el 12 de la Cumbre de la ONU para la Financiación del Desarrollo

Retomando ahora el hilo del apartado 1.3., si revisamos de nuevo las últimas filas de la tabla 1, podremos acabar de concretar lo que podríamos denominar el estado de la política internacional en el que se desarrolla la Cumbre de Johannesburgo.

Como he dicho reiteradamente y de diversas maneras, para mí éste es el contexto que, lógicamente, ha acabado pesando y determinando lo que ha sido Johannesburgo.

Al aproximarse el cambio de milenio (para entendernos) se celebraron todas las cumbres de revisión que hemos denominado y caracterizado como las cumbres más progresistas de la historia de las Naciones Unidas. Todas y cada una de ellas suponen, en general, un desengaño. El incumplimiento de los acuerdos, en ocasiones total (como en el caso de la Cumbre sobre Desarrollo Social de Copenhague), estuvo seguido, con el avance de los años noventa, de una marcha atrás (como en el caso de la Cumbre de la Mujer, de Pekín , en Nueva York).

Paralelamente a la globalización, la constatación de que ni siquiera la parte de los beneficios que la globalización genera llegan al mundo en desarrollo se va afianzando claramente como el nuevo contexto internacional por excelencia. Desde un punto de vista más medioambiental, la no ratificación y/o los incumplimientos de los acuerdos de Kioto de 1997 constituyen otro indicador más en este sentido.

Podría decirse que, por lo que respecta a este ámbito, el siglo XX concluye en Seattle, con el fracaso de la correspondiente reunión de la OMC, ligado al nacimiento del movimiento denominado . Sin embargo, ambas cosas tienen un origen más remoto: la creación de la OMC en 1994 y la revuelta de Chiapas. Con todo, considero que en este punto cabe poner sobre la mesa que el fracaso de la reunión de la OMC en Seattle parece ser, visto con perspectiva, el resultado de dos hechos. Por un lado, de la importante presión del movimiento y, por el otro, de la vehemente posición del G77 (nombre bajo el cual se ha estructurado un cierto reagrupamiento político, muy débil y contradictorio, de más de 120 países en desarrollo), posición reforzada, como suele ocurrir en el seno de las reuniones de organizaciones internacionales, por la presión y, en ocasiones, la connivencia de este grupo y las ONG acreditadas que siguen optando por la participación desde . Este análisis profundo, que tampoco es el objeto ni el sujeto de este escrito, nos permite utilizar nuestros esquemas de interpretación para desentrañar qué está pasando en el mundo y qué papel desempeñan los diversos agentes más o menos influyentes.
El año 2000 fue el año de los buenos propósitos. ¡Y la ONU también formuló los suyos, más bien descafeinados…! La Asamblea General Extraordinaria, la Cumbre del Milenio, aprobó en su declaración los llamados y conocidos .

De este modo, al llegar a Johannesburgo, aparte de los objetivos de Río, todo el mundo reconocería el conjunto (Río + Milenio), si bien se concedería mayor peso, por ser más nuevos, a los objetivos del milenio, como el norte de la humanidad en estos momentos. En cualquier caso, no dejan de ser objetivos demasiado modestos que, para algunos como yo y , no identifican ni concretan los medios y los métodos (económicos, institucionales...) necesarios para conseguirlos.

El año 2001 necesitará de libros enteros para ser mínimamente digerido. Fue un año de hechos esenciales: desde la eclosión de los denominados nuevos movimientos sociales (el primer Porto Alegre de , los sucesos de Génova vinculados al movimiento ...), pasando por el fracaso más explícitamente importante de una cumbre de las Naciones Unidas, la de Durban, sobre el racismo (con el añadido, aún no valorado en su justa medida, de una importante ruptura interna en el movimiento de las ONG) y acabando, parecía, por los hechos del 11 de septiembre en EEUU.

Sin embargo, pocas semanas después de aquellos hechos tan importantes en tantos sentidos (y, entre otras cosas, tan desmovilizadores socialmente), en Doha, una ciudad de los Emiratos Árabes aislada del mundo, los ministros de los estados miembro de la OMC llegaban al acuerdo que no se había alcanzado en Seattle. En efecto, los 8 reabren una ronda liberalizadora del comercio mundial, la más importante jamás planteada, la cual, aparte del comercio de bienes, colocará en la mesa de negociaciones prácticamente todo (incluidos servicios tan esenciales como la educación y la sanidad) (13).

Los acuerdos más desconocidos y, no obstante, más citados en las discusiones y los documentos finales de Johannesburgo son precisamente los de Doha. La liberalización del comercio mundial es, según estos, la piedra angular de la nueva dirección de la política económica mundial. El mercado, más desregulado que nunca, constituirá el marco en el que se dirimirán los problemas del mundo (la pobreza, el medio ambiente, la diversidad cultural...).

Cinco meses antes de Johannesburgo tuvo lugar el último paso previo: La Cumbre Mundial para la Financiación del Desarrollo de Monterrey, de la que emanó el llamado (9)

Esta cumbre era, en sí, un mandato de la Cumbre del Milenio para concretar, justamente, los medios, los instrumentos y las vías para financiar el desarrollo. ¿Y cuál es el llamado consenso (surgido plenamente de las cenizas del 11 de septiembre y de las ansias comerciales de Doha)? Los títulos de los principales apartados del documento del consenso son elocuentes:

- Movilizar recursos internacionales para el desarrollo: Inversión Extranjera Directa y otros flujos privados.

- El comercio internacional como herramienta para el desarrollo (es decir, avanzar a toda máquina por el camino liberalizador de Doha).

- Que se incremente la Ayuda Oficial al Desarrollo hasta llegar al 0,7% del PIB de los países desarrollados (¿no suena esto demasiado añejo?)
Excepto por lo que concierne a un lenguaje ligeramente más progresista para tratar los temas de la deuda, el se inserta, al menos en teoría, en el marco neoliberal internacional.

3. Los resultados oficiales de Johannesburgo (14)

3.1. Una visión general

Como en toda cumbre del sistema de la ONU, en Johannesburgo encontramos los dos tipos de resultados más usuales: la Declaración Política y el Plan de Acción (que puede recibir y ha recibido innumerables nombres más o menos sinónimos: plan de aplicación, plan de implementación...). Ambos deberían ser la expresión, respectivamente, de los objetivos políticos (la Declaración) y de las maneras de intentar conseguirlos (el Plan de Acción).

Una de las características que explican la naturaleza y bastantes singularidades de los resultados de Johannesburgo es que se llegó a la cumbre sin consenso previo. El resultado de las cuatro reuniones preparativas (prepcoms) mundiales, la última de las cuales se celebró a nivel ministerial en Bali, se tradujo en una falta de acuerdo que quedó evidenciado y explicado a la conclusión de ésta. Comparar el documento surgido de Bali8 (donde entre corchetes y negritas se ven los puntos de desacuerdo entre las partes negociadoras) y el documento final de Johannesburgo constituye un ejercicio interesante y pedagógico y, por lo tanto, recomendable para aquellas personas que deseen ahondar más en la materia y averiguar exactamente en qué dirección se resolvieron aquellos desacuerdos. Retomaremos este punto más adelante.

El hecho de que Johannesburgo diera comienzo marcado por este desacuerdo inicial hace que el Plan de Acción, el cual, de por sí, ha de ser el trabajo y el resultado más importante de la Cumbre, aún no haya tenido repercusión. Toda la Cumbre oficial y, en parte, todo Johannesburgo giró en torno a este debate que ocupó la primera semana.

La Declaración Política es, por tanto, menos representativa de lo que suele serlo habitualmente. Nunca se negoció públicamente. Hasta minutos después de su aprobación formal por parte del pleno, el texto del que se disponía era sustancialmente distinto y más progresista. Y el texto final, distribuido tras ser aprobado (¡!), pese a ser, desde mi punto de vista, más progresista que el propio Plan de Acción, carece de todo valor real y, por consiguiente, considero innecesario comentarlo. No es más que un brindis al sol: según esta declaración, "el multilateralismo es el futuro".

3.2. El Plan de Acción

Como se ha explicado, y como debe ser y ha sido en el caso de Johannesburgo, el Plan de Acción es el documento oficial fundamental resultante de una cumbre.

La estructura del documento, que actualmente se encuentra en proceso de edición definitiva, recuerda mucho (lo cual es positivo) a la del Programa 21 de Río (véase tabla 2).

Sin embargo, tal vez éste sea uno de los únicos aspectos positivos.

De nuevo, se necesitaba más tiempo de reflexión y análisis. Pese a haber seguido muy de cerca el desarrollo de la cumbre oficial, no era humanamente posible seguirla en su totalidad, lo cual me llevó, tanto en la prepcom de Bali como en Johannesburgo, a asistir a la negociación del Plan de Acción en sus capítulos V ("El desarrollo sostenible en un mundo de globalización"), IX ("Medios de ejecución: finanzas y comercio") y X ("Marco institucional para el desarrollo sostenible"). En su conjunto, y en el propio argot de la Cumbre, estos capítulos se agrupaban bajo el nombre genérico de . Ello explica claramente el contenido general fundamental de este escrito y de la visión que me impregna a la hora de elaborar esta primera valoración que, insisto una vez más, requiere tiempo para tomar perspectiva.

¿Cuál es la crítica principal que puede hacerse ya al Plan de Acción o de implementación? Que no es lo que dice ser. Volvemos a encontrarnos ante una extensa exposición de objetivos, siempre a largo plazo (10-15 años, en los que pasarán tantas cosas que muchas de ellas podrán servir de excusa para que finalmente estos objetivos no se materialicen, aunque la verdad haya sido que nunca se haya intentado conseguirlos), casi siempre sin ningún tipo de cuantificación del objetivo y sin ningún matiz y, valga la redundancia, carente de todo compromiso financiero ni institucional explícito y claro.

En este sentido, el seguimiento de la negociación de las partes de gobernación del Plan de Acción me permite afirmar, desgraciadamente sin dudas, que lo que sí hace este Plan de Acción, en coherencia con lo analizado en el apartado 2.3., es traspasar al mercado, sin ninguna intención de regulación del mismo, la responsabilidad de solucionar los principales problemas sociales y ambientales del mundo. Los estados, sobre todo los ricos y poderosos, han declinado todo compromiso financiero e institucional propio en el marco del sistema de la ONU y, en cambio, las instituciones económicas y financieras internacionales, en especial la Organización Mundial del Comercio, y los recursos privados devienen, prácticamente de forma exclusiva, el único marco en el cual y mediante el cual se afrontan los retos planteados (sin garantía de que se llegue tan sólo a eso, a afrontarlos, y por tanto, sin posibilidad de que nadie pueda pedir cuentas a nadie en caso de que esto no se haga).

3.3. Los acuerdos de "tipo II: de partenariado"

Consciente de la rotundidad con la que he escrito lo que he escrito en el párrafo anterior, probablemente el lector necesitará más elementos para formarse su propio criterio al respecto.

Para ello, tal vez resulte de ayuda el tema de los acuerdos de tipo II: de partenariado".

Es probable que la terminología con la que se denomine este tema en el futuro sea distinta. La terminología que empleo es la que se utilizó primero en la prepcom III de Nueva York y, luego, en la prepcom IV de Bali, donde fue ampliada. Y lo más seguro es que sea demasiado ilustrativa para dejarla pasar a la historia.

Los acuerdos de tipo I de una cumbre son los aprobados por ésta: la declaración política, el plan de acción... Los acuerdos de tipo II son acuerdos de la Cumbre, listados y considerados como resultados de ésta, pero no aprobados explícitamente por ella, es decir, por el pleno de la reunión extraordinaria correspondiente a la Asamblea General de la ONU.

En Bali, este tema suscitó una gran controversia. Pero, como mínimo, todo el mundo coincidía en que era necesaria una regulación genérica que incluyera y previera qué tipos de cuentas políticas deberían rendir estos acuerdos, cuándo y ante quién.

En Johannesburgo nos encontramos con que, paralelamente a la Cumbre oficial, dentro del propio edificio que la acogía y en otros edificios vinculados con Johannesburgo 2002, tenían lugar unos 300 actos de presentación de propuestas de partenariado, recogidos en del programa de actos de la Cumbre oficial y que ahora, sorprendentemente, hallamos listados explícitamente en la página web oficial de la Cumbre como si fueran resultados de ésta.

Como la propia palabra, tan bonita y sana en sí, indica, estos son acuerdos entre socios o compañeros (del inglés partners) que, normalmente, adoptan, aunque no siempre todos juntos, gobiernos, empresas, organismos internacionales, universidades, ONG..., quienes proponen proyectos en la dirección general de la Cumbre, es decir, en pro del desarrollo sostenible. Mejor imposible, ¿no? Y la respuesta es: sin duda, si no fuera porque… Si no fuera porque no han quedado enmarcados dentro de los acuerdos de tipo I, lo cual equivale a decir que no queda claro en ningún sitio cuál es la relación (si es que la hay) entre los objetivos aprobados (Declaración Política y Plan de Acción) de la Cumbre y los objetivos de estos acuerdos de partenariado. Si no fuera porque no deberán rendir cuentas ante nadie, ni al principio (de por qué se lleva a cabo este proyecto y no otro, quizá más prioritario pero no tan beneficioso para algún socio) ni al final (de los objetivos conseguidos realmente, de los impactos colaterales...) de la realización del mismo. Si no fuera porque cuando el Plan de Acción dice que deberán hallarse fondos adicionales contempla, de hecho, la posibilidad de incluirlos en estos acuerdos de partenariado y no en fondos sometidos a algún tipo de institucional público. Si no fuera porque, en definitiva, en Johannesburgo ni tan sólo se haya tenido en cuenta una cierta regulación genérica, como la estudiada en Bali.

Demasiados no fuera, desde mi punto de vista, como para no ser claramente percibidos como la apertura de una nueva vía de la opción para el marco neoliberal como el único marco de referencia prácticamente existente de la política internacional. Un nuevo paso en la dirección de la privatización de la "cooperación internacional". También al final de este escrito retomaremos este punto.

3.4. Otros resultados

De entre todos los resultados de los que no puedo hablar porque desconozco por el momento, aparte de los externos a la cumbre oficial, considero oportuno citar aquí los que se han recogido bajo el nombre de WEHAB (Water and sanitation, Energy, Health, Agriculture and Biodiversity). Se trata de estudios y debates que abordan algunos de los aspectos clave y más medioambientales del desarrollo sostenible, resultados sin duda interesantes e importantes de la cumbre oficial que merecen, como mínimo, ser reseñados en este escrito.

3.5. Una primera visión de los resultados de la Cumbre desde el punto de vista de la propia ONU

Continúo opinando que el lector (si es que hay alguno que haya llegado hasta aquí) debe de estar convencido de que mi posición ideológica es tan fuerte que no puede encontrar nada positivo en los resultados de la cumbre oficial.

Si éste es el caso, le sugiero que visite la página web oficial de la Cumbre y lea por sí mismo el documento Key outcomes of the summit (14), elaborado, naturalmente, por las propias Naciones Unidas.

Aparte de un bla, bla, bla... muy bonito, aunque ya algo anticuado, y de una gran loa a los partenariados (el único lugar en el que se citan inversiones de dólares), encontrará poco más digno de ser destacado.
Pese a todo, el apartado previo pretende dejar claro que seguro que son muchos los resultados positivos, tal vez no en los aspectos que yo mismo tuve oportunidad de seguir, pero sí evidentemente en muchos otros. La propia realización de la cumbre y la socialización que a nivel mundial puede haber supuesto por el concepto de desarrollo sostenible son, sin ningún género de duda, ejemplos elocuentes de ello.

4. Algunas valoraciones finales de los resultados de la Cumbre oficial de Johannesburgo

4.1. Johannesburgo

De una cumbre sobre desarrollo sostenible lo lógico es esperar que los esfuerzos se encaminen en la dirección para mejorar la gestión sostenible de, por poner un ejemplo importante, el agua (un recurso renovable, escaso y sometido a una gran presión antropocéntrica). Simplificando, pero sin faltar a la verdad, y para ejemplificar el enunciado de este apartado, en Johannesburgo se ha debatido, o lo que es peor, se ha definido que una gestión del agua es la mejor opción.

Así, pese al concepto de bien público en el que siempre se ha intentado incluir y mantener el agua y otros servicios imprescindibles que nos presta el ecosistema de la Tierra, parece que también aquí hay que privatizar. Si seguimos por este camino, acabarán imponiéndose los derechos de propiedad privada sobre el agua (que sigo poniendo por ejemplo) para que el mercado la gestione de la manera más eficaz posible.

Estas razones, junto con las ya comentadas y las del apartado 4.3, permiten afirmar que la Cumbre ha quedado muy lejos de abogar por que realmente se avanzara hacia un desarrollo sostenible.

4.2. Johannesburgo, un paso más dentro del marco neoliberal internacional

Johannesburgo ha supuesto un paso más en la hegemonización de lo que hemos denominado marco neoliberal internacional. De la mano de Doha, la ONU -único núcleo existente de un sistema de gestión pública de los problemas mundiales- ha consentido, entre Monterrey y Johannesburgo, dar este paso.
La constatación anterior se ha comentado ya lo suficiente, por lo que no es necesario insistir más. Sin embargo, tal como se ha expuesto, podría inducirnos a pensar que han sido las Naciones Unidas las que han dado este paso. Y no es cierto.

La ONU es una organización internacional integrada por una serie de Estados miembro que, en el statu quo actual, son los que ostentan la soberanía. Los resultados de una cumbre de la ONU son los resultados de un proceso más o menos largo y complejo de negociación entre dichos estados. Pero, como de todos es sabido, hay estados y estados. De hecho, la negociación, tanto en Bali como en Johannesburgo, fue una negociación fundamentalmente a tres bandas: EEUU, UE y G77, con cierta participación activa, más bien esporádica, de países como Suiza, Canadá, Australia y pocos más. Y en realidad, la Unión Europea acabó desempeñando un papel menor, lo cual, según los analistas, se justifica por la conocida falta de homogeneidad política y de una política exterior común. Por tanto, en la práctica, la negociación real, el desacuerdo de Bali y de la primera semana de Johannesburgo, es un desacuerdo entre Estados Unidos (y su, entre otras cosas, unilateralismo actual) y el reagrupado, mas débil y contradictorio, G77 (grupo de más de 120 países en vías de desarrollo) más China. Y aunque no diré que la posición negociadora del G77 y China expresara su desacuerdo explícito a avanzar en el marco neoliberal, sí afirmo que manifestaba, en general y de una forma más , su deseo de salir del pozo en el que se encuentran y del cual no creen que puedan emerger si la política internacional continúa evolucionando en el actual camino. Con todo, en apenas unas horas, el pasado domingo 1 de septiembre, EEUU se encargaba -sin luz ni taquígrafos y dejando al margen a la UE- de quebrar la resistencia del G77 a dar el paso mencionado.

En resumen, creo que no es ningún descalabro afirmar que Johannesburgo es otra clara victoria de Estados Unidos (y, de rebote, de la UE económica) y de sus posiciones en política internacional. Su consolidación como única potencia mundial les permite realizar las reformas estructurales internacionales necesarias para defender los intereses de sus sectores económicos, que necesitan seguir expandiéndose para seguir recabando beneficios y ampliar más y más el mercado, sobre todo de sus productos, y producirlos en condiciones menos sociales y menos respetuosas con el medio ambiente y conseguir, con ello, un mayor margen de beneficios.

4.3. Reflexión final: la globalización, el comercio y el desarrollo sostenible (15)

El comercio ha sido la base de muchos de los avances más positivos de la historia de la humanidad. Conceptual y éticamente, la idea de intercambiar lo que uno hace mejor y de manera más eficiente por lo que otro hace mejor y de manera más eficiente no encierra ninguna contraindicación.

Un aumento extraordinario del comercio mundial es una de las constataciones, definidora, de lo que denominamos globalización.

Ahora bien, cuando el comercio se vuelve más especulativo que real (por ejemplo, cuando supone el traslado de un producto a las zonas de producción más ventajosas, las que proporcionan mayor margen de beneficios), o cuando tiene repercusiones colaterales importantes (por ejemplo, el comercio a grandes distancias implica un consumo energético que, si los precios de la energía , haría la transacción inviable), o cuando el no es realmente ninguna ayuda (por ejemplo, cuando los excedentes de las superproducciones agrícolas financiados por subsidios en los países ricos y poderosos del mundo acaban destruyendo las débiles economías locales, del sector primario, de los países pobres), el comercio se convierte en una de las actividades más insostenibles, a veces social y a veces ambientalmente hablando, de la tan polémica globalización.

Precisamente por ello la sostenibilidad social, ambiental y económica de la vida humana en el planeta requería, con toda urgencia, que la Cumbre de Johannesburgo devolviera a su cauce a algunos de los caminos más perjudiciales. En la medida en que, en el fondo, lo que se ha acabado haciendo es validar las posiciones que más favorecen las tendencias más insostenibles de la globalización existente, la Cumbre ha sido todo menos una cumbre por la sostenibilidad.

En suma, naturalmente que en Johannesburgo se han dado pasos adelante, pero, por el momento, el "paso adelante" ha ido acompañado de "dos pasos atrás".


Notas

1 Universidad Politécnica de Cataluña (http://www.upc.es).
2 UBUNTU es una antigua palabra africana para designar : compartir, tener en cuenta y estar en armonía con toda la creación; como ideal, promueve la cooperación entre individuos, culturas y naciones. El Foro Mundial UBUNTU se creó en Barcelona, en el período 2001-2002, en respuesta a un llamamiento efectuado por Federico Mayor Zaragoza y respaldado por las instituciones catalanas (http://www.ubuntu.upc.es).
3 Una iniciativa del Centro UNESCO de Cataluña (http://www.unescocat.org) y de la Cátedra UNESCO de la UPC en Tecnología, Desarrollo Sostenible, Desequilibrios y Cambio Global (http://www.catunesco.upc.es).
4 Xercavins i Valls, Josep. La Vanguardia: 25-11-01, págs. 34-35
5 Estos objetivos quedaban claramente establecidos en la resolución de la Asamblea General de la ONU que, en diciembre de 2000, convocó la Cumbre de Johanesburgo.
6 http://ubuntu.upc.es/pag.php?lg=cat&sec=biblio&p=intro o , Naciones Unidas.
7 Xercavins i Valls, Josep. . La Vanguardia: 4-07-02, pág. 34
8 Los informes sobre , traducidos y editados en Cataluña por el Centro UNESCO de Cataluña, y elaborados desde los años ochenta por el Worldwatch Institut (WI) nos han dado, entre otras muchas cosas, este lenguaje.
9 http://www.johannesburgsummit.org/ (web oficial de la ONU sobre la Cumbre).
10 http://ubuntu.upc.es/pag.php?lg=cat&sec=biblio&p=intro
11 http://www.wto.org/wto/english/thewto_e/
minist_e/min01_e/mindecl_e.htm
12 http://www.un.org/esa/ffd/0302finalMonterreyConsensus.pdf
13 George, Susan. Pongamos la OMC en su sitio. ATTAC. Editorial Icaria: 2002
14 http://www.johannesburgsummit.org/html/documents/ summit_docs/2009_keyoutcomes_commitments.doc
15 Khor, Martin. Globalisation & The Crisis of Sustainable Development. Third World Network: 2001



Diferentes visiones de la Cumbre para el Desarrollo Sostenible
Wasant Techawongtham, Rita Mishaan, Nahid Pilvar, Chaacha Nwita, Geoffrey Lean, Tajudeen Abdulraheem

2002 Premios de comunicación Reuters-UICN -El mejor artículo sobre la Cumbre

Dado el poder y la influencia que ejercen los medios de comunicación en la manera de pensar y de actuar de la sociedad y de los políticos -tanto si viven en un pueblecito al sur de Francia, en la superpoblada metrópolis de Hong Kong, o en una hacienda de México- los encargados de recopilar la información relacionada con la Cumbre Mundial sobre Desarrollo Sostenible asumieron la responsabilidad extraordinaria de preservar la calidad de la información que difundieron.

La Fundación Reuters y la UICN decidieron galardonar los ejemplos más destacados de periodismo medioambiental que aprovechasen la ocasión para fomentar la sensibilización de la sociedad sobre los aspectos que exigen una solución más urgente y que se trataron en la Cumbre.
Los premios Reuters-UICN, creados en 1998, tienen como objetivo incrementar la sensibilización mundial sobre cuestiones de medio ambiente y desarrollo sostenible, fomentando al mismo tiempo un periodismo ambiental de calidad en todo el mundo. El concurso de periodismo ambiental mundial de este año se tituló y su eje temático es la Cumbre de Johannesburgo.

A la convocatoria de este año se presentaron más de 150 publicaciones de países tan diversos como Brasil, Estados Unidos, China, Rusia y Kazajstán, Jamaica, Argelia, Mozambique, Panamá y Hungría. El autor de , seleccionado entre seis ganadores regionales recibirá un premio en metálico de 5.000 USD durante la Ceremonia de los Premios Mundiales que se celebrará en Washington, DC, el 3 de diciembre de 2002.

En este número de Medi Ambient. Tecnologia i Cultura, Reuters y la UICN desean compartir algunos ejemplos de inspiración periodística que incitan a la reflexión, versan sobre la Cumbre y participan en el concurso de este año. Aunque sólo fuera por esto, la Cumbre de Johannesburgo merece ser loada por la excelente tarea de periodistas de todo el mundo que contribuyen a promover la sensibilización mundial sobre los temas más importantes y demuestran su empuje, su creatividad y su talento.

Achim Steiner
Director General de la UICN-La Unión Mundial para la Conservación


Nota: la UICN y Reuters no pueden hacerse responsables del contenido de ningún artículo. La selección de los artículos que se publican en Medi Ambient. Tecnologia i Cultura no influyó en modo alguno en la decisión del jurado.

Relación de artículos:

Al principio fue la Cumbre
Wasant Techawongtham
Subdirector de redacción en la sección de medio ambiente y asuntos urbanos del Bangkok Post

La Cumbre de Johannesburgo, ¿éxito o fracaso?
Rita Mishaan
Periodista, Latinoamérica

La Cumbre de la Tierra: ninguna panacea
Nahid Pilvar
Teheran Times, Irán

¡Despierta África! Sólo tú puedes construir este continente
Chaacha Mwita
Periodista, Kenia

Vinieron. Hablaron. Se desentendieron. Y se marcharon.
Geoffrey Lean
Periodista. The Independent, Reino Unido

Lo que debería saberse en la Cumbre Mundial de Johannesburgo
Tajudeen Abdulraheen
Justice Africa

Al principio fue la Cumbre
Wasant Techawongtham
Subdirector de redacción en la sección de medio ambiente y asuntos urbanos del Bangkok Post

La tan esperada Cumbre de la Tierra II concluyó el pasado miércoles en Johannesburgo, dejando una sensación de decepción y un mal sabor de boca entre gran parte de sus participantes.
La Cumbre, cuya duración fue de diez días, destacó por su proliferación de retórica y su falta de compromiso. Los líderes políticos de todo el mundo pronunciaron sus discursos altisonantes y los directivos de las multinacionales hicieron gala de una serie de buenas intenciones para ayudar a mejorar el medio ambiente global.

Al fin y al cabo, sin embargo, lo único que se ha aportado al mundo es un librote de declaraciones políticas que, con toda probabilidad, no quedarán en nada más que en eso: . Exactamente lo mismo que ocurrió con la Agenda 21, el producto de la primera Cumbre de la Tierra, celebrada hace diez años en Río de Janeiro.

Los activistas verdes estaban especialmente indignados. En su opinión, la Cumbre fue secuestrada por las grandes empresas, gracias al apoyo prestado por los países ricos.

Tal y como declaró el presidente de Friends of the Earth, Ricardo Navarro: . El World Wildlife Fund (Fondo Mundial para la Protección de la Naturaleza) bautizó la Cumbre con el sobrenombre de (World Summit of Shameful Deals, por sus siglas en inglés).

Tienen todo el derecho a sentirse frustrados y enojados. Han estado esperando como al santo advenimiento durante diez años la celebración de esta conferencia y, como es natural, suponían que se retomaría en el mismo punto en el que lo dejaron en Río.

La Agenda 21, el anteproyecto del desarrollo sostenible gestado en Río, fue un rotundo fracaso, no por falta de nobles objetivos, sino de acciones concretas prácticamente por parte de todos los países. Se preveía que la Cumbre de Johannesburgo sería capaz de dar un giro de 180 grados a tan grave carencia, con el alance de unos acuerdos más efectivos y la fijación de unos plazos para su ejecución. Sin embargo, nada de esto ha sucedido.

El único atisbo de esperanza que ha aportado la Cumbre de Johannesburgo ha sido el anuncio de la próxima ratificación del Protocolo de Kioto sobre cambio climático hecho público por Rusia y Canadá. En caso de producirse, el protocolo alcanzará su objetivo de ratificación por un mínimo de 55 países responsables de, al menos, el 55% de las emisiones de carbono de los países industrializados, necesario para su entrada en vigor.

Esto es todo un triunfo para los partidarios de Kioto, preocupados por lo que les depararía el destino, después de que los Estados Unidos, con un 5% de la población mundial y responsables del 36% de las emisiones de gases invernadero, se retiraran del pacto.

Los anuncios hechos públicos por Rusia y Canadá fueron posteriores a las inundaciones devastadoras que azotaron Europa y otras partes del mundo, y a raíz de las cuales se instó la adopción de acciones concretas ante la necesidad de encontrar soluciones para hacer frente al calentamiento global.

El secretario general de las Naciones Unidas, Kofi Annan, imploró al mundo:"No hay que esperar milagros en conferencias de esta índole", y afirmó que el único modo de progresar es a través de "las asociaciones entre gobiernos, ONG y empresas".

La asociación tripartita en la que Annan deposita sus esperanzas ha sido motivo de discusión durante años. Parece ser que esta disposición, es decir, que los tres sectores trabajen juntos en pro del desarrollo sostenible, es la ideal.

El problema radica en que sus objetivos son sumamente incompatibles. Cuando la élite empresarial habla de desarrollo sostenible, lo que en realidad quiere expresar es un desarrollo sin interrupción ni obstáculos. Podrían estar dispuestos, incluso, a pagar un poco más para obtener una tecnología o en pro de determinadas causas sociales. Pidámosles, sin embargo, que reduzcan la producción y que obtengan menos beneficios en favor de la protección del medio ambiente, y la respuesta, indiscutiblemente, será negativa.

Por lo que respecta a los políticos, muchos de ellos darían prioridad al desarrollo económico, primando sobre la protección ambiental, simplemente por el hecho de que el primero les reporta votos populares y apoyo financiero por parte del mundo empresarial.

Fueron precisas las inundaciones sin precedentes que azotaron Europa para convencer a los rusos y canadienses de la necesidad de subir al tren del Protocolo de Kioto. Será necesario que se produzcan unas catástrofes similares o peores para convencer a los políticos de que deben prestar más atención al medio ambiente, en vez de adoptar una actitud de total normalidad, como si nada hubiera pasado.

Según declaraciones de Kofi. Annan: "Johannesburgo no es el fin de todo, sino un principio". La cuestión es averiguar si será el principio del fin.

Wasant Techawongtham es el Subeditor de Noticias de Medio Ambiente y Asuntos Urbanos del Bangkok Post.

La Cumbre de Johannesburgo, ¿éxito o fracaso?

Rita Mishaan
Periodista, Latinoamérica

Treinta años después de la Conferencia de Estocolmo y diez años después de la Cumbre de la Tierra en Río de Janeiro, se celebró la Cumbre Mundial sobre Desarrollo Sostenible en Johannesburgo, Sudáfrica, (del 26 de agosto al 4 de septiembre de 2002), que generó grandes expectativas a escala mundial.

Los acuerdos emanados de la Cumbre fueron la Declaración Política y un Plan de Acción, resultados que destacan el compromiso de reducir el número de personas en el mundo que no tienen acceso al agua potable y al saneamiento de las aguas residuales, la defensa de la biodiversidad y los recursos pesqueros. Sin embargo, no se alcanzó un compromiso con metas para potenciar las energías renovables.

En la Declaración Política los países asumen «una responsabilidad colectiva para hacer avanzar y reforzar la interdependencia y el mutuo apoyo entre los pilares del desarrollo sostenible -desarrollo económico, desarrollo social y protección del medio ambiente- a escala local, nacional, regional y global». También se especifica el compromiso para erradicar la pobreza y se señala que la gran distancia que divide a la humanidad entre ricos y pobres, así como la creciente distancia entre los mundos desarrollado y en desarrollo suponen una gran amenaza a la prosperidad, la seguridad y la estabilidad globales.

Pero, ¿qué quiere decir todo esto para el ciudadano común?

Las sociedades del planeta esperaban que con una varita mágica se les resolvieran los problemas ancestrales que nosotros mismos hemos venido arrastrando a través de un desarrollo en beneficio de la minoría. A la vista de ninguno escapa que los índices de pobreza (el 40% de la población más pobre del mundo vive en países en desarrollo, a los que corresponde el 11% del consumo mundial) aumentan aceleradamente mientras un número menor de ricos controla el mayor porcentaje de la economía del mundo (15% de la población mundial vive en países ricos a quienes corresponde el 56% del consumo).

Esta fórmula de desarrollo se ha revelado ineficiente e insostenible. El planeta Tierra, en el que vivimos, y que, como ha quedado comprobado, es el único planeta del sistema solar en el que los humanos podemos sobrevivir, no puede soportar mucho más tiempo esta fórmula que garantiza continuar con procesos de desigualdad social y una creciente degradación ambiental.

Este crecimiento tan dispar aumenta las diferencias entre ricos y pobres, entre países y al interno de los países, y si a eso le agregamos el acelerado crecimiento poblacional (hoy la población supera los 6.200 millones de habitantes y las proyecciones para el 2025 son que llegará a los 8.000 millones) multiplica los problemas sociales y ejerce una mayor carga en los ya escasos recursos naturales.

Las continuas quejas dirigidas a la política de los países del Norte hacia el Sur, por su falta de disponibilidad para asumir su responsabilidad en la destrucción ambiental y en la explotación de los pueblos del Sur, cobra mayor vigencia cuando a los del Sur tampoco nos gusta reconocer la falta de voluntad por respetar la democracia, los derechos humanos, la transparencia, la gobernabilidad, y frenar la destrucción de nuestros ecosistemas. Sin embargo, los del Sur continuamos solicitando mayores recursos económicos para la Ayuda Oficial al Desarrollo (AOD), que en los acuerdos de la Cumbre de la Tierra quedó establecido en un 0,7% del PIB de los países industrializados y que hasta la fecha solamente 5 países cumplieron.

Entonces, ¿quién será el verdadero responsable?

Si escuchamos las voces derrotistas de los comunicadores y políticos acerca del fracaso de la Cumbre, yo me pregunto: ¿es posible que el mundo esperara cambiar en una cumbre lo que ha sido el proceso ancestral de deterioro social y ambiental?, ¿acaso una varita mágica?, ¿los cinco anillos? o ¿no es acaso cierto que la historia de la humanidad y su desarrollo es la que nos enseña a través de la experiencia y la historia el mejor camino?

La inteligencia humana es la que nos diferencia de los otros mundos vivientes y nos otorga la capacidad de aprender y mejorar los procesos. La Cumbre es parte de esos procesos y depende de todos y de cada uno de nosotros apoderarnos de ellos.

En una sociedad democrática todos somos responsables del quehacer nacional, así como en el contexto del concierto de naciones del planeta Tierra, la apropiación de los compromisos establecidos en la Cumbre nos otorga un marco fortalecido de cómo podemos hacer mejor las cosas y de cómo esa fórmula de desarrollo puede mejorar para bien de todos.

El preámbulo para un verdadero DESARROLLO SOSTENIBLE.
"UBUNTU"
que en el idioma africano quiere decir:
"LA RESPONSABILITAT ES DE TODOS"
¡POR NUESTRA SUPERVIVENCIA!


La Cumbre de la Tierra: ninguna panacea

Nahid Pilvar
Teheran Times, Irán

Teherán, 8 de septiembre, IRNA -Según afirmó Reza Niktalaei, miembro de la Comisión Social de Majilis:

En una declaración en exclusiva que realizó al diario de lengua inglesa Tehran Times el pasado domingo, declaró que se analizan con detenimiento los motivos ocultos tras una falta de realización de los objetivos de la primera Cumbre de la Tierra que se celebró en Río hace diez años, no cabe la menor duda de que se hallarán soluciones más prácticas.

"En el curso de estas cumbres", añadió, «se malgasta una cantidad considerable de energía considerable para hacer concesiones a la opinión pública. Algunas de las potencias mundiales con intención de evadir la responsabilidad de sus deberes humanitarios dan su apoyo a estas cumbres y, a través de la propaganda, conceden esperanzas a los países en desarrollo».

Reza Niktalaei prosiguió su discurso, poniendo de manifiesto que la propaganda no es proporcional a las medidas internacionales adoptadas para la erradicación de la discriminación encaminada a la reducción de la pobreza y al aumento de la protección del medio ambiente. Para poner un ejemplo, la degradación ambiental se intensificará progresivamente hasta alcanzar niveles más acusados.
En respuesta a una pregunta formulada sobre las influencias de los distintos países en los asuntos presentados en la Cumbre de Johannesburgo para su oportuna ratificación, observó que no es posible abordar estos problemas mediante la aplicación de medidas adoptadas solamente a escala nacional, dado que las fronteras naturales, culturales, económicas e, incluso, de seguridad, desaparecerán paulatinamente.

De este modo, el mundo aún espera la adopción de medidas internacionales cuando, de hecho, este tipo de medidas, desafortunadamente, suelen ser mera propaganda.

En opinión del entrevistado: «Me atrevería a decir que el nuevo orden mundial, a pesar de lo que pueda parecer, ha contribuido a ampliar la brecha existente entre los países desarrollados y los países en vías de desarrollo. El ritmo de desarrollo de estos últimos, sin embargo, no tiene nada que ver con el de los primeros.»

Y prosiguió su declaración con la siguiente afirmación: «Hasta ahora, la independencia y la libertad global, por ejemplo, no se han materializado, y esta situación destructiva continuará configurándose como una realidad de la vida para millones de personas que viven en la más absoluta pobreza y miseria en las naciones en vías de desarrollo.»

Asimismo, el Tehran Times hizo alusión a la Cumbre de la Tierra celebrada en Johannesburgo (Sudáfrica), añadiendo que la misma concluyó el miércoles por la noche y que el propósito de los países participantes -a través de la consulta y coordinación-consistía en poner los cimientos necesarios para un medio ambiente mejor y en hacer más próspera la vida de los seres humanos que habitan el planeta.

En la columna Cara a Cara de este mismo periódico, se declaraba lo siguiente: "Los participantes querían hallar soluciones a la lucha contra la pobreza, el desempleo, las enfermedades, la escasez de agua y los problemas ambientales".


Y concluyó: "También pretendían poder dar una solución al elevado nivel de endeudamiento de los países pobres frente a las naciones más favorecidas.



¡Despierta África! Sólo tú puedes construir este continente

Chaacha Mwita
Periodista, Kenia

"El mundo que hemos creado es producto de nuestro modo de pensar. No podemos cambiarlo sin cambiar nuestra mentalidad" -Albert Einstein (1879 - 1955).

Hace algo menos de quince días, África se convirtió en la sede mundial del desarrollo sostenible. En el encuentro -bautizado con un nombre bastante atractivo: Cumbre de la Tierra de las Naciones Unidas-que tuvo lugar en Johannesburgo (Sudáfrica) se puso de manifiesto que el desarrollo sostenible, sobre todo en África, no constituye una tarea nada fácil.

Diez años después de la celebración de una reunión similar en Río de Janeiro (Brasil) no se llegó a ninguna conclusión digna de mención. Prácticamente todos los objetivos habían fracasado estrepitosamente y no existían indicios de que la situación fuera a cambiar en un futuro próximo. Los índices de pobreza habían aumentado, el analfabetismo había sufrido mutaciones, las desigualdades de género se habían extendido, el agua potable aún era un sueño para la mayoría, la deuda externa se había incrementado y sigue sobrecargando una rica, pero paradójicamente extenuada África, cuya democracia no es más que un espejismo en un sinfín de países africanos, incluido el nuestro, y la lista es interminable.

Remarcablemente, la solución de gran parte de estos problemas se halla en manos de la buena voluntad de las naciones desarrolladas. Por ejemplo, el problema de la deuda externa no puede solucionarse de la noche al día, a menos que los países con los que estamos endeudados decidieran cancelar las deudas.

En el Informe de Desarrollo Mundial del año pasado, las Naciones Unidas acusan legítimamente al mundo desarrollado de romper unas promesas que, si se hubieran cumplido, habrían beneficiado -aunque ligeramente- al mundo en vías de desarrollo.

A través de las críticas englobadas en el marco de la Organización Mundial del Comercio, el mundo desarrollado aboga a favor del argumento según el cual liberalizar y globalizar significa emplear la fuerza de un país para ganar -empezando por proteger a sus propios mercados de las importaciones de los países pobres y, al mismo tiempo, colapsar los mercados de estos últimos con sus propios bienes, considerados superiores y más económicos. Podría parecer como si el hecho de ser desarrollado equivaliera a ser superior y mantenerse arriba de todo por todos los medios posibles.

Este es el motivo por el cual a los afamados centros de exposiciones situados alrededor de Kenia, para poner un ejemplo, no encontraréis expuesto ni un solo bien autóctono. No producimos absolutamente nada para el mundo y, aún así, esperamos desarrollarnos de un modo sostenible. En Suiza, por ejemplo, los panaderos se han negado a utilizar mantequilla más barata procedente de otros países en la cocción del pan. Incluso cuando la mantequilla local encarece su precio, para proteger al campesinado local, los panaderos locales emplean mantequilla local. ¿Por qué en Kenia no se puede llevar ropa y calzado autóctonos? ¿Qué nos importa lo que penséis: si podemos permitirnos fabricarlo, también podemos permitirnos llevarlo.

En este punto, cabe subrayar que las cumbres son ocasiones óptimas para fanfarronear. Sin ir más lejos, un exaltado Mugabe, sin ningún tipo de miramiento al protocolo internacional, bravucaneó, dirigiéndose a Tony Blair, ¡sobre lo que es Zimbabue! Mugabe, una calamidad total a la hora de aportar nada positivo a Zimbabue durante sus veinte años largos de gobierno de esta rica extensión del África fértil, no hace otra cosa que fanfarronear sobre... ¿qué? ¡Y ni más ni menos que alentado por los africanos de todo el mundo!

El desarrollo no son palabras, sino hechos. Antes de que Mugabe rompiera sus relaciones con el Oeste, después de que le fuera negada toda financiación, en su propio país de origen se ganó el apelativo de porque pasaba la mayor parte del tiempo y gastaba la mayor parte del dinero del país yendo de compras al Oeste. Despilfarraba recursos, como suele ser típico de los grandes hombres africanos, en frivolidades, en recompensar a sus pelotilleros, en celebrar ostentosos cócteles,..., ¡es decir, en todo menos en desarrollo! Y se atrevió ni más ni menos que a atacar verbalmente, de un modo ignominioso e indignante, a una persona que, a pesar de sus errores (que a diferencia de Mugabe tiene la dignidad de reconocer) ha sido capaz de aportar prosperidad a su país gracias a la reducción del paro y al refuerzo del sector sanitario, entre otros logros, ¡y todo ello en menos de la mitad de tiempo que Mugabe ha permanecido en el poder!

Las cumbres son foros de discusión y ostentación. De ahí que la América de George W. Bush enviara a Johannesburgo una discretísima delegación mientras otros jefes de Estado y de Gobierno tuvieron la dignidad de acudir personalmente. Bush es un americano pragmático. Está excesivamente ocupado en casa, luchando contra el terrorismo y sembrándolo en los corazones de los enemigos de América, como para permitirse perder el tiempo reuniéndose con otros jefes de Estado y de Gobierno con el único fin de charlar. Él emplea otros medios mejores de ostentación, como volar sobre Iraq por lo menos con 100 de los aviones más vanguardistas de América, ¡algunos de ellos incluso sin tripulación!

¡África, despierta! El desarrollo sostenible -o cualquier desarrollo afín-empieza por los individuos. Un individuo sólo podrá desarrollarse si decide hacerlo, dicho en otras palabras, el desarrollo es un estado de ánimo. Si, por ejemplo, los gobiernos no pueden ofrecerte agua potable según el acuerdo de Río, en nombre de Dios, ¿por qué no la puedes obtener tú mismo hirviéndola antes?
Y, no nos engañemos, la persona es aquello que consume. La biología nos enseña que únicamente hay dos fuerzas que intervienen en la creación de todo individuo: la genética y el entorno. Y según se ha podido confirmar biológicamente, a nuestros genes no les pasa nada. ¡Es sólo nuestro pensamiento -una modalidad de resolución de problemas que adquirimos de nuestro entorno a medida que crecemos-lo que está pervertido!

No podemos pensar del mismo modo ni hacer las cosas igual cada vez que actuamos y, aún así, pretender obtener unos resultados distintos. Ni hablar. Para que eso sea así, debemos pensar y actuar de manera diferente.

África está abocada a empeorar en el futuro porque está alimentando su máquina de pensar -el cerebro- con mamarrachadas. Mirad qué leen los niños africanos. Escuchad lo que oyen en las emisoras de radio y matatus de todo del país. Mirad lo que se tragan mañana, tarde y noche en las pantallas de televisión. ¡Una porquería de cabo a rabo que no contribuye en absoluto al desarrollo de la mente!

Contrariamente a los postulados comunes, esta joven generación de africanos no es la esperanza de África, sino su ruina y, por lo tanto, nuestra responsabilidad de encaminarlos hacia el desarrollo sostenible -un sueño que algunos de nosotros ya hemos relegado en el olvido- construyendo sus mentes antes de que sea demasiado tarde y se suiciden en masa.

Finalmente, el mejor desarrollo -aquel cuyo impacto se divulga con el espacio de tiempo más breve posible- es el repentino. Es audaz. En una palabra: es . Y ésta es la naturaleza del desarrollo.
Muchos veían caer las manzanas de los árboles, pero sólo Isaac Newton se preguntó el porqué. África debe seguir el ejemplo de Newton. Si el continente tiene que desarrollarse en consecuencia, deberá estar preparado para formular y responder a preguntas difíciles. Ello implica necesariamente una ruptura de nuestra fría y comedida forma de vida en la que nos limitamos a emular lo desagradable, degradante e irrelevante del mundo desarrollado, en vez de fijarnos en las estructuras subyacentes que les convierten justamente en lo que son: disciplina, trabajo arduo, patriotismo, virtud, principios, un inmenso sentido del honor y el orgullo en uno mismo y (lo mejor de todo) unos constantes procesos de modificación del pensamiento.


Vinieron. Hablaron. Se desentendieron. Y se marcharon.

Geoffrey Lean
Periodista. The Independent, Reino Unido

Llegaron. Vieron. Asintieron. Y esto, más o menos, resume lo que 104 líderes mundiales materializaron en la Cumbre de la Tierra celebrada en Johannesburgo la semana pasada. Y de hecho sí que llegaron a acuerdos, pero si lo que acordaron cambiará demasiado los dos frentes de crisis que todo el mundo pretendía abordar -el empeoramiento de la pobreza mundial y el deterioro ambiental-es una cuestión ciertamente dudosa.

Llegaron, se confesaron los unos a los otros, procedentes de un mundo con graves problemas. El canciller alemán Gerhard Schröder informó a sus compatriotas de cómo este país, la República Checa y Austria habían sido azotados por "las inundaciones más catastróficas de toda su historia", lo que pone de manifiesto "que el cambio climático ya ha dejado de ser una previsión escéptica para convertirse en una cruda realidad". Desde el otro extremo del planeta, Saufatu Sopoanga, primer ministro del pequeño país Tuvalu -condenado a desaparecer engullido por el Pacífico a medida que los niveles del mar suben a causa del calentamiento global- explicó una historia parecida. Hacía solamente algunas semanas que había vivido una experiencia aterradora. .

Tony Blair recordó a los asistentes que "en Africa cada tres segundos muere un niño de hambre, por enfermedades o guerra". El día antes, cuando se dirigía a la Cumbre, el primer ministro había hablado sobre el millar de millones de personas en el mundo que no disponen de agua potable para beber, de los 2.500 millones que carecen de unas condiciones sanitarias básicas, de la tala anual de una área de bosque con una extensión de dos terceras partes la del Reino Unido, así como la destrucción y degradación de un tercio de los arrecifes de coral del planeta.

"Conocemos los problemas", declaró en la Cumbre, "conocemos las soluciones. Busquemos juntos la voluntad política necesaria para ponerlas en práctica".

Llegaron. Vieron... bueno, ¿qué vieron en realidad? Un moderno centro de conferencias situado en el próspero suburbio de Sandton, con profusión de lustrosas escaleras mecánicas y espaciosos vestíbulos, erigido en un lujoso centro comercial donde los letreros de Gucci, Versace y Armani se alternaban con pósters en los que se instaba el desarrollo sostenible; perfectamente podía tratarse de un escenario situado en uno de los lugares más ricos del mundo. Y vieron, al menos, algunos de los más de 9.000 delegados de los gobiernos, más de 8.000 representantes de grupos de empresas y grupos de presión, y más de 4.000 periodistas, embutidos en un edificio que, según la normativa sobre prevención de incendios, debería haber alojado como máximo una tercera parte de los presentes.

Algunos, como es el caso de Blair, aprovecharon la oportunidad para visitar el superpoblado suburbio de Alexandra, habitado por más de 350.000 personas que viven en la más absoluta miseria, comprendido dentro del rango de visión del lujoso centro. Honestamente, no obstante, parecía que muchos de los delegados asistentes a lo que iban es a ser vistos, en lugar de a ver, especialmente por las cámaras de televisión.

Los líderes hicieron sus parlamentos en una inmensa sala de conferencias situada en la planta superior (octava planta) del centro de convenciones. La prensa se congregó multitudinariamente en la planta baja. Mientras tanto, proseguían las más arduas negociaciones en una serie de salas de comité, y la mayor parte de los tira y afloja más duros tenían lugar entre grupos relativamente pequeños en las salas contiguas a un pasillo situado en la cuarta planta, lleno a rebosar de grupos de presión.

 

Las medidas de seguridad eran estrictas, tan estrictas que las tiendas y los restaurantes situados en el recinto del área de conferencias tuvieron que proveerse de los suministros necesarios para todo el período antes del inicio de la Cumbre: los víveres se almacenaban en gigantes camiones refrigerados aparcados en los aparcamientos de los sótanos de los hoteles. Fuera cual fuera el lugar al que se dirigieran los participantes, había escáneres de seguridad, manipulados por policías afables (en su mayoría), calibrados de tal modo que se disparasen tan sólo en presencia de una simple moneda en el bolsillo.

Y se adoptaron acuerdos. O, dicho de otro modo, los jefes de Estado hicieron sus discursos mientras que sus ministros y oficiales trabajaban incansablemente durante toda la noche en unas salas menos públicas con el fin de poder concluir a tiempo un plan de acción de 65 páginas y una declaración de intención política mucho más breve. Permitidme que os diga que, al fin y al cabo, no se llegó a ningún consenso representativo, dadas las enormes disparidades iniciales.

Las negociaciones preliminares habían sido un rotundo desastre, los delegados habían llegado a Johannesburgo con más de 400 puntos de desacuerdo sobre el plan de acción, y ello sin tan siquiera haber empezado a discutir la declaración. Alcanzar cualquier tipo de acuerdo a partir de estas premisas no era más que una paradoja.

Y así es como resultó. Según me comunicó John Prescott, viceprimer ministro, en la única entrevista que concedió durante la Cumbre, todo el sistema de negociaciones multilaterales construido a través de las Naciones Unidas a lo largo de estos últimos 50 años estaba en peligro. "Si ahora fallamos" ahora fallamos, avisó, "las cosas tomarán un cariz inimaginable".

Algunos personajes veteranos de la administración Bush querían que eso fuera exactamente lo que ocurriera, ya que en su opinión, los acuerdos internacionales sobre cualquier tema: desde medio ambiente hasta los derechos humanos, y desde el desarrollo hasta el control de armas, constituyen una restricción innecesaria sobre las actividades de la única potencia mundial. Por lo que respecta al resto, por consiguiente, el hecho de llegar a un acuerdo era tremendamente importante. Algunos de ellos parecían incluso entusiasmados por tal gran alivio. Margaret Beckett, la principal negociadora británica, salió de la sala de negociaciones para profesar su por los exiguos resultados de la Cumbre. Y posteriormente añadió: "No mecabe la menor duda de que nuestros herederos dirigirán su mirada hacia atrás y afirmarán que gracias a esta cumbre hemos creado nuevos caminos".

John Prescott, en el curso de unas conversaciones mantenidas, fue más circunspecto, describiendo los logros como Nos parece perfecto, pero convendría saber si este paso es hacia adelante, hacia atrás o hacia un lado.

Se materializó un importante avance: la aceptación, a pesar de la rotunda oposición de los Estados Unidos, de un objetivo de reducir a la mitad, hacia el 2015, el número de personas en el mundo que ni tan siquiera disponen de unas condiciones sanitarias básicas. Pero ello no fue más que el corolario de un objetivo ya acordado por los líderes mundiales en la Cumbre del 2000, consistente en reducir a la mitad el número de personas que no disponen de agua potable por aquella misma fecha. Habría sido un escándalo no comprometerse a dicho acuerdo y resultó cínico que unos EEUU aislados tuvieran al resto del mundo contra las cuerdas para negociar este punto.

Este fue el único verdadero avance. Después de efectuar una comparación detallada del plan de acción con los acuerdos previos, Friends of the Earth concluyeron que este contenía solamente un objetivo nuevo, el que hace referencia al establecimiento de las reservas marinas y, a pesar de todo, no falto de una gran dosis de ambigüedad.

Se materializaron ciertos progresos en cuanto a la concienciación por parte de las multinacionales de su grado de responsabilidad y del consumo excesivo de recursos que llevan a cabo los países ricos. Pero esto no es gran cosa, especialmente después de que la UE, el presidente de la conferencia, Nitin Desai, y líderes como Tony Blair hubieran fijado objetivos y cronogramas concretos a modo de piedra de toque del éxito de la conferencia.

Frente a tales beneficios, la Cumbre relajó uno de sus objetivos previos: detener la pérdida acelerada de especies, mediante el establecimiento de un cronograma para la renovación de las poblaciones de peces que, en opinión de los críticos, debilitarán aún más las medidas existentes, y la ligera erosión de algunos de los principios para la protección del medio ambiente expuestos en la Cumbre de la Tierra celebrada en Río hace diez años y en las posteriores negociaciones.

Otros de los pasos se dieron a través, o bien en el mismo camino. Y lo que resulta más decepcionante, la Cumbre fue incapaz de llegar a ningún consenso sobre el incremento de la proporción de energía mundial generada a partir de recursos netos y renovables, como es el caso de la energía solar y eólica. Ninguna otra cuestión consiguió ejemplificar mejor esta dualidad antes de la conferencia. Dos mil millones de personas en todo el mundo no disponen de ninguna modalidad de energía moderna y se ven obligadas a emplear madera y abonos de origen animal, responsables de la emisión de humo contaminado con productos químicos, susceptible de cobrarse cada año alrededor de dos millones de víctimas. Si se facilitaran unos recursos limpios y renovables, sería posible reducir este índice de mortalidad, preservar la valiosa capa superficial del suelo, manteniendo la cobertura forestal y dejando permanecer en ella los excrementos que la enriquecen y, al mismo tiempo, combatir el calentamiento global.

Antes de la celebración de la cumbre, un equipo de trabajo creado a iniciativa de Tony Blair e integrado por los líderes del grupo de los ocho (G8), bajo el coliderazgo de Sir Mark Moody-Stuart, ex presidente de Shell, recomendó unas medidas concretas para hacer llegar energía renovable a mil millones de personas hacia finales de la década. No obstante, esta iniciativa, y todas las tentativas posteriores para fijar los objetivos más modestos, fue abolida por Big Oil, representado por los países de la OPEC y los petroleros de la Casa Blanca. Insertaron cláusulas a favor de la promoción de la energía nuclear y las energías fósiles, causantes del calentamiento global.

Una vez más, el cinismo rayó unos límites insospechados ya que, incluso suponiendo que el petróleo, el gas, el carbón y la energía nuclear fueran unos recursos ilimitados, gratuitos y, además, no contaminaran, sencillamente sería imposible hacerlos llegar -caso idéntico al de las redes eléctricas generadas a partir de ellos- a los millones de aldeas diseminadas por el Tercer Mundo. El sol, el viento y otras fuentes renovables distribuidas libremente por la naturaleza son las únicas capaces de mitigar la pobreza y proteger el medio ambiente sin perjudicar los intereses de los grupos de presión de combustibles fósiles y nucleares.

Así pues, la Cumbre contó con la participación de una serie de malhechores. Los EEUU bloquearon el establecimiento de cualquier nuevo objetivo o cronograma, basándose en gran medida en motivos de tipo ideológico. Y triunfaron de un modo arrasador. La frustración contenida de delegados y activistas estalló finalmente al abuchear y emitir gritos de protesta contra Colin Powell, el miembro más magnánimo de la administración Bush, cuando este se dirigía a la Cumbre el miércoles. Esta escena sin precedentes dio una muestra inequívoca del aislamiento de los EEUU, no sólo en temas de medio ambiente, sino en toda una serie de cuestiones de ámbito internacional.

Los países de la OPEC no tuvieron el más mínimo escrúpulo en aprovecharse de las carencias del sistema de las Naciones Unidas para oponerse a la energía renovable. La mayoría de países en vías de desarrollo, comprensiblemente, deseaban la fijación de objetivos, algunos de ellos incluso con devoción. Latinoamérica, encabezada por Brasil, expuso algunas propuestas que permitirían cuadruplicar el uso de energía limpia hacia el 2010. Sin embargo, en las negociaciones de las Naciones Unidas, el Tercer Mundo en pleno se agrupa en un solo bloque, tomándose tradicionalmente las decisiones por consenso. La OPEC sacó el máximo partido a esta práctica, negándose a llegar a un consenso sobre los objetivos, lo que impidió que los países en vías de desarrollo lo alcanzaran. Con los EEUU y sus aliados (Australia, Japón y Canadá) también en contra, la Unión Europea (los únicos que lo propusieron) fracasó estrepitosamente.

La UE, no obstante, también tiene que asumir su parte de culpa. El Britain's Stakeholder Forum for Our Common Future, una organización normalmente sin controversias que ha trabajado quizás más que ninguna otra en todo el mundo codo a codo con las Naciones Unidas en la preparación de la Cumbre, se frustró tanto que publicó un extenso listado de los casos en que las Naciones Unidas habían fracasado por tomar las decisiones incorrectas. Y Tony Blair también se ganó una cuchara de palo por hacer una visita sumamente breve, con el tiempo justo para hablar y convertirse en el blanco de los ataques de Robert Mugabe y Sam Nujoma, presidente de Namibia, hecho que lo dejó perplejo y adelantó su regreso, alegando que debía dar una conferencia de prensa sobre Irak.

Si tan sólo hubiera mostrado una un ápice de la voluntad política de la que se vanagloria, todo habría sido distinto. Por ejemplo, podría haber colaborado con el canciller Schröder para garantizar un objetivo de energía renovable. Pero la posibilidad de que la prensa amarilla especulara sobre el coste de una noche adicional en su habitación del hotel tuvo aparentemente mayor peso específico que las cuestiones que, según profesaba, le quitaban el sueño.

Es difícil sobreestimar el daño internacional causado por el tratamiento superficial otorgado a la cumbre por un ausente presidente Bush y por Blair, que estuvo de pasada, mientras presuntamente se estaban preparando para la guerra. El resto del mundo tuvo la impresión, correcta o no, de que les obsesionaba una tarea imposible: intentar erradicar el terrorismo, sin apenas preocuparse por remediar la pobreza que lo origina. Sin duda alguna, ello será inmensamente contraproducente.

A pesar de todo, hubo un héroe genuino: Tewolde Egziabher, un etíope asmático y enclenque, jefe de la agencia de protección del medio ambiente de su país. En dos ocasiones, por la vívida fuerza de su reservada personalidad, dio un giro de 180 grados a la conferencia. La primera, parecía que la Cumbre iba a dar irremisiblemente un gran paso atrás, al otorgar a la Organización Mundial del Comercio, que no pone trabas al libre comercio, poder para invalidar los acuerdos internacionales sobre medio ambiente, hecho que amenazaba con anular los tratados que, por ejemplo, controlan el comercio de residuos peligrosos y productos químicos tóxicos, dictan la eliminación de las sustancias que destruyen la capa de ozono y permiten a los países denegar las importaciones de cosechas y alimentos manipulados genéticamente. Justo cuando todo parecía perdido, Egziabher proclamó un apasionado discurso a última hora de la noche que hizo reflexionar al resto del Tercer Mundo y a la UE, desestimando el plan en la votación. Nadie recuerda una intervención personal con un efecto tan destacado. Y, por segunda vez consecutiva, realizó una intervención providencial, frustrando una iniciativa de los Estados Unidos que negaba los escasos avances materializados en el campo de la responsabilidad corporativa.

El Gobierno sudafricano también es digno de admiración por su destreza en la gestión de las negociaciones y en el montaje de un conferencia logísticamente irreprochable. Y también hubo algunos resquicios de esperanza. El más importante fue un subproducto enormemente significativo de la Cumbre: el anuncio por parte de Rusia y Canadá de su intención de ratificar el Protocolo de Kioto, cuyo objetivo es combatir el calentamiento global. La ratificación por parte de estos dos países, al amparo de las complicadas normas del tratado, daría lugar a su promulgación. Ello por sí mismo ya daría lugar a que la Cumbre fuera todo un éxito, y resultaría más positivo para la estimulación de la difusión de la energía renovable que las propuestas rechazadas.

Posteriormente, en la Cumbre se procedió a la confirmación de una serie de objetivos más. Entre los más remarcables, los de la Cumbre del Milenio, de dos años atrás, encaminados al establecimiento de objetivos para poder reducir a la mitad la miseria hacia el 2015, y la Cumbre de Monterrey, celebrada a principios de este año, que se tradujo inesperadamente en unas promesas de gran incremento en la ayuda ofrecida por los EEUU y la UE. Se creó un marco que, al menos en principio, compromete incluso a la administración Bush para hacer frente a la pobreza y a la crisis ambiental.

Inmediatamente después, los grupos de presión para el desarrollo y el medio ambiente estrecharon sus lazos con asociaciones como Greenpeace y Friends of the Earth para colaborar en el liderazgo de la lucha contra la pobreza mundial. La combinación podría ser enormemente poderosa con miras al futuro.

Y por último, el colofón de la conferencia fue la creación de más de 100 asociaciones entre empresas, gobiernos y organizaciones no gubernamentales con la finalidad de acometer acciones de tipo práctico para abordar la crisis (Greenpeace y las empresas hicieron borrón y cuenta nueva, uniéndose en campaña para hacer frente al calentamiento global). Los beneficios potenciales derivados de todo ello aún no se han vislumbrado, pero marcan un nuevo desarrollo para las Naciones Unidas al implicar al resto de la sociedad en sus asuntos. En opinión de muchos, este es el punto de inflexión que abre paso al cambio. Según declaraciones de Felix Dodds, del Foro de Grupos de Interés: "Las decisiones adoptadas en la cumbre se habrán olvidado dentro de un año. Pero Johannesburgo podría ser recordada como el inicio de un nuevo tipo de acción internacional".

En tal caso, sí que cabría afirmar haber dado un gran paso hacia adelante.

Listado de fracasos: puntuación

Agua

El único éxito no ambiguo del Plan de Acción de la Cumbre. Los líderes convinieron reducir a la mitad, hacia el 2015, el número de personas (2.400 millones) que carecen de saneamiento básico, después de que unos Estados Unidos totalmente aislados se opusieran encarnizadamente al establecimiento de este objetivo. En el supuesto de que se implementara, sería muy positivo para la reducción de los dos millones de muertes anuales, principalmente de población infantil, causadas por la ingestión de agua contaminada. De hecho, el mundo ya había acordado en una cumbre anterior la reducción a la mitad del número de personas que no disponen de agua potable.
Puntuación: 10/10

Energía

La gran decepción de la Cumbre. Los EEUU y la OPEC no ratificarían un objetivo relacionado con la energía renovable. Hicieron fracasar una propuesta presentada por Brasil, que contaba con el apoyo del resto de Latinoamérica, así como de otros países desarrollados y en vías de desarrollo, con el objetivo de cuadruplicar el uso mundial de energía limpia hasta el 1 por ciento hacia el 2010. Sabotearon incluso un plan mucho más moderno de la UE que abogaba por un incremento del 1 por ciento a lo largo de toda la década. La Cumbre, al menos, se dignó a poner sobre la mesa el tema de la energía: los EEUU y la OPEC detuvieron las reuniones previas en las que se trataba este asunto.
Puntuación: 1/10

Agricultura y pesca

En la Cumbre se convino en dar la oportunidad de permitir que las Instalaciones de Medio Ambiente Global, el principal mecanismo de financiación mundial destinado a solucionar los problemas ambientales globales, financiaran la lucha contra la desertificación, amenaza que afecta a una tercera parte del área terrestre del planeta. Se comprometió a reconstruir las poblaciones de peces para el 2015, pero en opinión de los críticos ello podría minar los acuerdos existentes. Se rechazó la propuesta de reducción progresiva de las subvenciones agrícolas y el apoyo a los productos orgánicos y al comercio legítimo, dejando la puerta abierta a las cosechas manipuladas genéticamente.
Puntuación: 3/10

Biodiversidad

Se hizo alusión, aunque de manera indirecta, al plan relativo a la acción necesaria para hacer frente a la mayor extinción de especies desde la desaparición de los dinosaurios, con el nombre de . Pero este redactado tiene mucha menos fuerza que el compromiso de que los gobiernos del mundo ratificaron el pasado mes de abril. La Cumbre dio un paso atrás, y nadie espera que se pueda hacer mucho en este sentido para remediarlo.
Puntuación: 0/10

Hiperconsumo

En la Cumbre se acordó un texto mucho más inconsistente de lo que cabía esperar, con la promesa de un programa de 10 años de duración destinado a combatir el hiperconsumo en los países ricos, en vez de establecer uno con la máxima claridad. La UE ejerció presión hacia la acción, pero los EEUU, Canadá, Australia y Japón se opusieron enérgicamente. Las propuestas para brindar apoyo al etiquetaje de productos ecológicos resultaron frustradas. No obstante, en el Plan de Acción se afirma que los países tienen que desarrollar mejores políticas de consumo y producción.
Puntuación: 3/10

Responsabilidad corporativa

Se materializaron unos avances sorprendentes, principalmente gracias a los grupos de presión, que incidieron en determinados temas clave. Los gobiernos aceptaron que sería preciso desarrollar unas normas vinculantes para regular el comportamiento de las multinacionales. Los EEUU se opusieron con uñas y dientes, e intentaron poner en práctica diversas estratagemas a fin de quedar exentos, incluso después de su aprobación. Pero el Plan de Acción nunca llegó a marcar ningún cronograma para la puesta en práctica de las normativas, ni tan siquiera fue capaz de ratificar su introducción.
Puntuación: 4/10


Lo que debería saberse en la Cumbre Mundial de Johannesburgo

Tajudeen Abdulraheen
Justice Africa

La conferencia mundial sobre desarrollo sostenible se inauguró el lunes. Sin embargo, por lo que respecta a las noticias y al politiqueo que los diversos aspectos del orden del día han suscitado, la conferencia ya se inició hace unos cuantos años. Johannesburgo 2002 no es más que la culminación de las encarnizadas luchas mantenidas desde la última Cumbre de Río celebrada el año 1992.

Como suele ser típico en estos desmesurados congresos de las Naciones Unidas, el redactado de las resoluciones, el comunicado final y el plan de acción ya han sido acordados de antemano y sometidos a todo tipo de compromisos, intimidados por los estados más poderosos y las alianzas de intereses creados que hacen que muchos críticos se tomen a pitorreo estas amplias plataformas.

Una conferencia con 65.000 delegados y participantes inspira desconfianza incluso en un momento como el actual, en que la informática y la tecnología de las comunicaciones han alcanzado el cenit. A pesar de todo, no debemos rechazar la conferencia sólo con motivo de su descomunal magnitud. Un modo positivo de enfocar este aspecto sería que su participación masiva se debe al hecho de que existe un gran número de personas, organizaciones, gobiernos, corporaciones y organizaciones no gubernamentales que se preocupan por nuestro medio ambiente, así como por nuestra existencia continuada en el mismo.

Es un tributo a los incansables esfuerzos sin freno desde la primera que se celebró, en el año 1972. Una de las armas secretas empleadas por el movimiento es la ampliación de su base más allá de que persigue el retorno a un tipo de estado nostálgico de mera existencia cerca de la naturaleza. Este enfoque ingenuo facilitó que muchos, sobre todo en el Tercer Mundo, rechazaran a los ambientalistas internacionales (predominantemente liderados por los países occidentales) como si tramaran una conspiración para mantener a los países pobres atrasados, negándoles el crecimiento y desarrollo que la tecnología ha brindado a sus sociedades.

Parte de esta crítica persiste hoy en día, pero el movimiento ambiental se ha desarrollado, más sofisticado en cuanto a su crítica de los gobiernos y corporaciones por su destrucción de la Tierra, nuestro préstamo colectivo de las futuras generaciones. Asimismo, algunas de las experiencias trágicas directas padecidas en las distintas regiones del mundo, especialmente el sur con su enorme pobreza, a lo largo de estos últimos años, tanto Bhopal en la India como las zonas del delta del Níger en Nigeria, o las consecuencias de las pruebas nucleares francesas realizadas en el Sahara Occidental... han enseñado a la gente que la ilusión de los avances tecnológicos perpetuos no es sostenible. La fe depositada en las máquinas como solución a nuestros problemas está siendo actualmente mitigada con la fe cada vez mayor en nosotros mismos, entre nosotros y nuestros vecinos, sociedades y las distintas capas de la humanidad, tanto de lejos como de cerca.

Se trata de la tentativa más próxima por parte del mundo de aceptar el antiguo aforismo socialista de "el mal individual equivale al mal universal". En los años setenta, las discusiones sobre el calentamiento global, las emisiones de dióxido de carbono, los niveles de radiación, la contaminación y los contaminantes parecían, en definitiva, una retórica demasiado técnica para muchos. Si bien debemos reconocer que no hemos aprendido a entender mucho más los detalles de tipo técnico, sí que hemos empezado a padecer sus efectos. No hay que hacer una investigación demasiado exhaustiva para darse cuenta de que Lagos, el Cairo, Nairobi o Johannesburgo, sede de la conferencia, no son ciudades sostenibles. Que hay algún problema con el clima; el equilibrio entre naturaleza y seres humanos y su impacto en la calidad de vida en éstas y muchas de nuestras principales ciudades. Incluso la famosa Kampala verde está empezando a presentar ocasionales claros que empeoran de un modo acumulativo. En ocasiones, el calor es equiparable al de Dar-Es-Salaam o al de Accra. Así pues, todos coincidiremos en que algo falla, aunque no nos pongamos de acuerdo en qué hay que hacer para remediarlo.

La respuesta creativa de los ambientalistas es identificar el marco estructural de nuestra existencia (el individuo, la familia, la sociedad, el gobierno, las corporaciones, el mercad...) y asignar el papel que podemos desempeñar todos y cada uno de nosotros para dejar la Tierra si no mejor de lo que la hallamos, sí menos peligrosa para las generaciones futuras. Es preciso que todos aportemos nuestro granito de arena.

Todos nuestros estilos de vida y modelos de consumo afectan al medio ambiente. Aunque individualmente seamos incapaces de controlar a los gobiernos o a las grandes corporaciones, podemos controlar lo que comemos, el modo de eliminar los desechos, lo que enseñamos a nuestros hijos... A lo largo de estos últimos años, el principal éxito del movimiento ambiental global ha sido crear un vínculo entre el medio ambiente y la crisis de endeudamiento del Tercer Mundo, la pobreza y la desigualdad global entre clases, pueblos, naciones y regiones del mundo.

De este modo, ha creado una crítica exhaustiva de relaciones de poder que diversas fuerzas antiglobalización, anticapitalistas y pro seres humanos pueden incorporar. Cuando occidente pensó que ya no existía ningún tipo de oposición ideológica a su hambre de mercado libre, el movimiento ambiental se ha convertido en un potente centro de disensión y formas alternativas de imaginar y vivir en un mundo que fomenta la cooperación en vez de la competencia y la igualdad entre todos los seres humanos y entre nosotros y nuestro entorno.

Así que, si los gobiernos tienen la necesidad de estar ahí y las grandes corporaciones llevan sus etiquetas ecológicas en Johannesburgo es porque las exigencias de los pueblos del mundo no pueden seguir siendo ignoradas. Salvo el caso de Bush, cuya ausencia, debemos reiterar una vez más, no se lamentó. Como líder de un país que posee el récord mundial de contaminación desproporcionada y cuyas corporaciones e instituciones son culpables de terrorismo ambiental en todo el mundo, su presencia en la cumbre sería esperar demasiado.

Incluso su padre prevaricó hasta el último minuto en el año 1992 y llegó al frente de un tripulación que naufragaba. Por lo que respecta a Bush hijo, francamente, no creo que le importe lo más mínimo. Permitidme que comparta con vosotros una reciente anécdota que oí sobre él.
Para demostrar su concienciación ambiental y su espíritu solidario, dijo a los padres que dejaran a sus hijos ¿Cómo es posible entender, así, que la gente hable de reducir el volumen de tráfico en las carreteras con el fin de reducir la contaminación o frases filosóficas lapidarias de Ghandi como: No, Bush está mejor en su casa, en Tejas, planificando su próxima campaña medioambiental: ¡bombardear la nación de Iraq para librar al mundo del petróleo!

 


El desorden global

Lluís Reales
Periodista. Director de Medi ambient. Tecnologia i Cultura

Es demasiado pronto para afirmar si Johannesburgo fue un éxito o un fracaso. Los resultados de Johannesburgo deben entenderse como una etapa más de un proceso, que se inició el año 1972 en Estocolmo, y que tuvo su momento más destacado en Río de Janeiro y su último episodio en la Cumbre Mundial sobre Desarrollo Sostenible. Lo que sí dejó la Cumbre son algunas evidencias y tendencias que, sin duda, serán claves a la hora de valorar si Johannesburgo resultó, visto en perspectiva, un éxito o un fracaso.

¿Éxito o un fracaso? era la pregunta que se hacían, el día después, los participantes en la cumbre de Johannesburgo. Aquellos que no habían partido a toda prisa justo después de las decepcionantes intervenciones de los jefes de Estado y de Gobierno, podían permitirse un buen rato de conversación, frente a un refresco, con otros participantes de cualquier lugar del mundo. Para valorar, a bote pronto, lo que había sucedido. El mismo espacio -el fortín de Sandton-, en deconstrucción, el muro que "protegió" la cumbre, parecía otro lugar. El tiempo también discurría más calmado, más despacio. El agradable invierno austral de Johannesburgo invitaba a la conversación y al comentario acerca de las valoraciones de la prensa internacional.

La mayoría de rotativos, locales o internacionales, se inclinaban por la idea de "expectativas no cumplidas". "Diálogo de sordos", "Planeta sin consenso" o "¿Han cambiado alguna cosa los diez días de la Cumbre Mundial sobre Desarrollo Sostenible?" fueron algunos de los titulares que podían leerse en la prensa los días posteriores al encuentro. Hablando con la gente -también leyendo la letra pequeña de los periódicos- aparecían los matices. Los representantes de la Unión Europea declaraban una satisfacción moderada. El G-77, que agrupaba a los países en vías de desarrollo, mostraban sus quejas y frustración por los resultados de la Cumbre. La mayoría de organizaciones no gubernamentales expresaban su desilusión y fuertes críticas a los países desarrollados. Afirmaban que la cumbre había sido secuestrada por las grandes empresas con el apoyo de los ricos. Estados Unidos y sus aliados preferían no decir demasiadas cosas porque ya durante las negociaciones previas había demostrado su interés que fuera una cumbre descafeinada y de mínimos. Por su parte, los organizadores, Naciones Unidas, intentaba lanzar un mensaje optimista con el argumento que el Plan de Acción ponía suficientes herramientas sobre la mesa para avanzar hacia el desarrollo sostenible y que aquello era un proceso abierto. Por tanto, el futuro dirá si Johannesburgo resultó un éxito o un fracaso y, desde esta perspectiva, todavía es demasiado pronto para realizar una valoración precisa. En cualquier caso, lo que resulta indiscutible es la importancia de la perspectiva histórica y del contexto internacional para intentar comprender la percepción pública que ha dejado Johannesburgo si la comparamos, por ejemplo, con la que quedó de la Cumbre de la Tierra que tuvo lugar en Río de Janeiro. Además, respecto al encuentro de hace una década tenemos la ventaja de poder analizar con cierta perspectiva el proceso que se inició entonces.

Río en perspectiva

La conferencia de Río representó alcanzar, por parte de la comunidad internacional, la mayoría de edad en conciencia ambiental. Fue un encuentro de gran simbolismo en lo que se refiere a la expresión de las preocupaciones ambientales. Ello quedó plasmado en los acuerdos de protección ambiental que firmaron los jefes de Estado y de Gobierno. A raíz del encuentro, muchos países pusieron en marcha planes ambientales, se dedicaron recursos económicos y se impulsaron cambios legislativos, en muchos casos a partir de la creación de ministerios de medio ambiente. Desde una perspectiva internacional, los trabajos de Río supusieron que muchas agencias de desarrollo reorientaran sus acciones a partir de los criterios de la Agenda 21, seguramente el documento más concreto y valioso surgido de la Cumbre de la Tierra de 1992. Los temas ambientales se incorporaron a la agenda política en los diferentes estadios de la cosa pública.
Por otra parte, Río propuso nuevos instrumentos para la gobernabilidad ambiental internacional. Un conjunto de leyes internacionales, unas establecidas a través de convenciones -la Convención del Cambio Climático, la de Diversidad Biológica, la de Desertificación- y otras a través de tratados -control del comercio de sustancias tóxicas, sobre contaminantes orgánicos-También ha resultado de gran trascendencia la Comisión sobre Desarrollo Sostenible, creada a partir de la Agenda 21, y que ha vigorizado el debate sobre este concepto entre todos los actores sociales -institucionales, organizaciones no gubernamentales, empresarios...

Otro gran legado de Río ha sido la idea de desarrollo sostenible que a pesar de su ambigüedad, por las distintas interpretaciones que se la da según quien lo utiliza, se ha incorporado al lenguaje común. De hecho, ha servido y sirve como territorio fronterizo -todavía no común- para la discusión y el diálogo entre oponentes. Se ha convertido en un punto de encuentro conceptual entre los representantes del poder establecido y aquellos que defienden el cambio social.

La Cumbre de la Tierra del 1992 también destacó por el protagonismo y trascendencia que tuvo el Foro Global. Allí fue donde realmente se sembró y gestó el pensamiento ambiental y social innovador. Cabe decir que en Johannesburgo, por diferentes motivos, el Foro Global celebrado en Nasrec tuvo mucho menor presencia, cuando menos mediática. En Río de Janeiro existió un flujo de comunicación entre la reunión oficial y la alternativa que no ocurrió en la Johannesburgo. Uno de los réditos principales de este protagonismo de Foro Global de hace diez años fue un aumento espectacular de organizaciones no gubernamentales en todo el mundo que encontraron su legitimidad a partir de las reflexiones aportadas por el encuentro de Río.

La sociedad civil reaccionó e impulsó numerosas iniciativas pero, en cambio, los gobiernos, las empresas y los municipios han sido mucho más tibios en sus compromisos. Ello no quiere decir que estos actores hayan practicado el inmovilismo pero el riesgo ha sido mínimo frente a la magnitud de los desafíos. Es cierto que muchas empresas han trabajado en el rediseño de sus ciclos de producción y de sus productos y que seguramente la innovación empresarial en busca de la ecoeficiencia y el impulso de las agendas 21 en los ámbitos locales son los resultados más destacados a raíz del proceso iniciado en Río. Pero desde una perspectiva política más amplia y a diez años vista, Río inició un proceso de promesas incumplidas. Aunque los gobiernos se comprometieron a disminuir la degradación ambiental y a reducir las diferencias entre los países ricos y los países pobres, los indicadores no indican ningún cambio en estas tendencias. Más bien todo lo contrario: algunos ricos son cada vez más ricos y la gran mayoría de los pobres no alcanzan unas condiciones de vida dignas. Resulta evidente que los gobiernos no son los únicos responsables de esta situación pero es indiscutible que no han cumplido muchas de las promesas y compromisos que acordaron en Río. Desde una perspectiva ambiental, los avances han sido un aumento de las áreas protegidas en el planeta, una disminución en la producción de CFC y de las emisiones totales de dióxido de carbono que se han estancado en los niveles de 1998. No obstante, la presión humana sobre los recursos naturales, los ecosistemas y los sumideros ha seguido creciendo. Asimismo, ha crecido el número de especies y hábitats en peligro de extinción, la destrucción de zonas boscosas vírgenes, la calidad de los suelos fértiles y ha continuado la sobreexplotación de los mares. Por tanto, las crisis ecológicas globales no han remitido.
Otro de los compromisos de Río incumplidos fue la promesa por parte de los países ricos de transferir recursos a las naciones en vías de desarrollo para impulsar las agendas 21.

El contexto internacional que auspició la caída del muro de Berlín y el fin tanto simbólico como real de la guerra fría, generó una situación que hizo creer en un cambio de actitud del Norte hacia el Sur. Nada más lejos de la realidad. Naciones Unidas había estimado que impulsar la Agenda 21 en los países en vías de desarrollo eran necesarios 600.000 millones de euros anuales en el período 1993-2000. De esta astronómica cifra, 125.000 millones debían obtenerse de la cooperación al desarrollo. Y así lo firmaron los estados en Río, donde se comprometieron en el objetivo de aportar el 0,7% de su Producto Interior Bruto (PIB) en fondos para el desarrollo. Las cifras hablan por sí solas: en el año 1992 la cooperación al desarrollo por esta vía era de aproximadamente 69.000 millones de euros; en el año 2000 había disminuido a 53.000. No ha existido voluntad política para cumplir lo pactado. ¿Qué explica todos estos incumplimientos? Una de las claves se encuentra en las decisiones tomadas sólo dos años después en la ciudad de Marraquech.

Confianza ciega en el mercado

1994. Marraquech. Los estados más poderosos del planeta deciden establecer, como culminación de la Ronda de Uruguay, establecer la Organización Mundial del Comercio (OMC). Sólo dos años después de Río -donde se acordó reforzar el papel de los estados para promover el bien común-, Marraquech debilitó el poder regulador de los estados. El eje central de la política internacional estos últimos diez años ha sido un proceso para crear un mercado mundial, sin fronteras, para que el capital y algunos bienes puedan desplazarse libremente a partir de las leyes de la oferta y la demanda. La consecución de la libertad de los mercados se ha convertido en el dogma del quehacer político, muy por encima de las políticas públicas a favor de la sostenibilidad. Así, los acuerdos de Marraquech y la creación de la OMC diseñaron una tendencia absolutamente contraria, con un código genético completamente distinto al de Río.

Durante la última década, la globalización neoliberal se ha impuesto radicalmente como modelo dominante de globalización (cabe recordar que este concepto no se popularizó hasta dos años después de Río, donde se utilizaba el de liberalización económica). Y sus impactos se han hecho notar. En primer lugar, los indicadores muestran que un modelo económico que se sustenta en la transformación del patrimonio natural en materias primas para el mercado acelera la degradación ambiental del planeta: explota los bosques, erosiona los suelos y contamina la atmósfera.

En segundo lugar, la presión sobre muchos países del Sur, y también del este de Europa, para garantizar la confianza a los inversionistas ha acelerado la explotación de sus recursos. Para estabilizar las divisas y pagar la deuda externa, la única solución es colocar la mayor cantidad de recursos (gas, madera, petróleo,...) en el mercado global. Es la única alternativa para creerse que uno forma parte del club de los elegidos.

El tercer impacto destacado de la globalización neoliberal ha sido el establecimiento de marcos desregulados que favorezcan los flujos de capital. De este modo, las empresas transnacionales escogen libremente el ámbito político y legislativo más favorable, como no había de ser de otra manera, para establecer sus negocios en el mundo. Lo que ocurre entonces es que lo político queda excesivamente supeditado a lo económico y deja a los gobiernos sin apenas margen de maniobra para impulsar la protección ambiental y otras regulaciones sociales.

De todos modos, aunque la globalización neoliberal se plasmó en 1995 con la creación de la OMC, las sólidas fuerzas y grupos económicos y políticos que la defienden y practican, ya estaban bien presentes en Río. De hecho, los documentos de la Cumbre de la Tierra de 1992 manifestaron el apoyo por un mercado sin restricciones. La misma Agenda 21 recomienda fomentar el desarrollo sostenible mediante la liberalización del comercio, para que ambos se apoyen mutuamente.

También quedó clara la apuesta por un sistema comercial multilateral. Por tanto, el código genético neoliberal, que tan brillantemente simbolizaron y practicaron Margaret Thatcher y Ronald Reagan durante la década de los ochenta, ni mucho menos estuvo ausente en Río de Janeiro. Actuó con mucha más discreción que una década después en la Cumbre de Johannesburgo. Por tanto, entre los acuerdos de Río quedó claro, aunque fuera entre líneas, que la movilidad de bienes y capitales sin condiciones y sin regulaciones era parte de la solución ambiental del planeta, en ningún caso parte del problema. Y aunque es cierto que, en ocasiones, un mercado sin excesivas restricciones puede generar mayor eficiencia en el uso de los recursos, los indicadores dejan bien claro que, a escala planetaria, la globalización neoliberal, la que hoy domina las reglas del juego, no ha resultado ser una buena compañera de viaje para la preservación del medio ambiente y para la erradicación de la pobreza.

Diez evidencias vistas en Johannesburgo

Johannesburgo. Año 2002. La Cumbre Mundial sobre Desarrollo Sostenible viene condicionada por la dinámica internacional de las últimas décadas y se celebra, por tanto, en un contexto que la condiciona. Por una parte, la globalización neoliberal, aunque cuestionada por amplios movimientos sociales, se ha impuesto. Y por otra parte, los atentados terroristas del 11 de setiembre en Nueva York han contribuido claramente a desplazar el problema ambiental de la agenda política internacional. Manda la seguridad. En cualquier caso, la Cumbre de Johannesburgo, vista sobre el terreno, presentó algunas evidencias que a continuación destacaremos. Se han seleccionado diez evidencias pero es indiscutible que pueden subrayarse otros muchos procesos durante unos intensísimos días. La elección es, por supuesto, subjetiva y realizada desde una óptica periodística.

1) Una cumbre sobre desarrollo y globalización. Johannesburgo fue ante todo una cumbre sobre desarrollo y globalización. También sobre temas ambientales pero, como ya empezó a quedar claro en Río, la principal preocupación para los países del sur es la cuestión del desarrollo. El fondo del debate era qué tipo de desarrollo queremos y si realmente funciona la globalización económica hegemónica, que ha hundido los avances realizados por la agenda de Río. En este sentido, Naciones Unidas, organizadora del evento, puso sobre la mesa de discusión un enfoque complejo pero adecuado. Las preguntas estaban bien formuladas.

2) Pobreza y medio ambiente. En Johannesburgo se explicitó claramente que la erradicación de la pobreza y la protección del medio ambiente son dos caras de la misma moneda. Nadie pone en duda que una no podrá alcanzarse sin la otra. Por tanto, existe acuerdo internacional sobre el objetivo de erradicar la pobreza, que está en la base de muchos problemas ambientales y también del terrorismo internacional. El desacuerdo radica en la estrategia para erradicarla. Mientras unos confían ciegamente en la capacidad del mercado para autorregularse y orientarse hacia el desarrollo sostenible, otros defienden la equidad, que identifica el desarrollo con más derechos y recursos para los pobres. El secretario de Estado norteamericano, Colin Powell, expresó la primera posición sin tapujos durante la Cumbre: "El desarrollo sostenible no es una carrera de cien metros, es una maratón. Y sólo la ganaremos apostando por el mercado".

3) Madurez de los movimentos sociales. En Johannesburgo, hubo una convergencia, explicitada en la coalición Ecoequity, entre el movimiento para el desarrollo y los movimientos ambientales. Ambos trabajan juntos en el mismo barco y en la misma dirección. Río legitimó y fomentó la aparición de muchos movimientos sociales que ahora tienen el reto de cómo organizarse mejor y trabajar conjuntamente a nivel global.

4) Globalización desde el sur. En la Cumbre quedó patente la consolidación de un movimiento social fuerte en los países pobres que quiere otro tipo de globalización diferente a la neoliberal. Este movimiento tuvo su expresión máxima en la manifestación que recorrió la carretera que separa Alexandra, un barrio marginal, de Sandton, el fortín vallado que albergó el encuentro de los jefes de estado y de gobierno. El lema de la manifestación era "Tierra, techo y comida". Es un movimiento que interrelaciona justicia social, medio ambiente y derechos humanos.

5) Sostenibilidad en regiones y municipios. En Johannesburgo quedó claro que para avanzar hacia el desarrollo sostenible hay que dar más poder y recursos a las esferas de decisión más cercanas al ciudadano, que son las que más han apostado por los compromisos de Río. Asimismo, debe procurarse más presencia de los ámbitos locales y regionales en el sistema de Naciones Unidas.

6) Protagonismo de las organizaciones empresariales. Mientras que en Río la presencia empresarial fue discreta, en Johannesburgo fue bien visible. El impulso del desarrollo sostenible, se tenga mayor o menor confianza en las posibilidades del mercado, exige repensar los modos de producción y de consumo. Y la participación y el interés de las empresas y organizaciones que las representan es indispensable.

7) El gran poder de la OMC. No hay duda: la Organización Mundial del Comercio es una de las instituciones que hoy determina la dinámica de la globalización económica y, por tanto, sus políticas tienen una gran influencia sobre el medio ambiente. Una influencia que la gran mayoría de movimientos sociales y muchos países consideran excesiva y que, además, no está sometida a ningún control democrático. De hecho, el momento más álgido de la Cumbre de Johannesburgo tuvo lugar el lunes 2 de setiembre. Los delegados habían acordado suprimir una frase de la declaración política, introducida por los Estados Unidos y sus aliados, que hubiera dado a la OMC la última palabra en los conflictos entre libre comercio y protección ambiental. Seguramente, si no se hubiera llegado a este acuerdo, la Cumbre no hubiera alcanzado una declaración política consensuada.

8) Falta de liderazgo político. Las intervenciones de los jefes de Estado y de Gobierno que se desplazaron a la Cumbre evidenció la falta de liderazgo político internacional para repensar la actual dinámica de la globalización neoliberal, que supedita la política a la economía y los intereses que la mueven.

9) La fractura entre ricos y pobres. A finales del 2002, dos terceras partes de la humanidad no tienen unas condiciones de vida dignas mientras que una tercera parte mantenemos un estilo de vida insostenible. El gran reto es cómo lograr una cierta equidad en un planeta cada día es más frágil.

10) Protagonismo de la Unión Europea. En Johannesburgo, la Unión Europea, bajo presidencia danesa, tuvo un papel de árbitro entre Estados Unidos y sus aliados y el G-77, que reúne a los países en vías de desarrollo. ¿El modelo de construcción europea, basado en la cohesión y en una aspiración por la solidaridad, puede convertirse en fuente de inspiración para replantear la realidad internacional y el sistema de Naciones Unidas? Para algunos que participaron en la Cumbre de Johannesburgo y para muchos que no estuvieron allí, Europa puede tener un gran protagonismo en el mundo que viene si olvida el seguidismo de Estados Unidos y es capaz de diseñar una globalización de inspiración socialdemócrata frente a la globalización neoliberal.

¿Éxito o fracaso? Todavía es demasiado pronto. Pero lo que está claro es que la Cumbre Mundial sobre Desarrollo Sostenible ha dejado la sensación que los deberes quedaron a medio hacer. Unas semanas después, la tragedia del Prestige en aguas gallegas mostraba la incongruencia de un sistema que permite que un petrolero con "bandera pirata" vierta cientos de toneladas de un fuel viscoso y provoque un desastre ecológico, económico y social de primera magnitud. Es una clara demostración de que la comunidad internacional debe buscar alternativas al desorden global y poner por delante la decisión política de los legítimos intereses económicos en aras del bien común y liquidar aquellos intereses, como en el caso del Prestige, que se disfrazan de económicos pero que son propios de especuladores sin escrúpulos.


Entrevista a Víctor Viñuales
Director de la Fundación Ecología y Desarrollo

Víctor Viñuales es sociólogo de formación. Fundador y director de la Fundación Ecología y Desarrollo. Es director del proyecto Life, Zaragoza ciudad ahorradora de agua y Zaragoza ahorra papel... y árboles. Compilador del libro Eficiencia del agua en las ciudades. Evaluador de proyectos ambientales para la Unión Europea. Miembro del Consejo Rector del Código de Gobierno de la Empresa Sostenible. Ex jefe de servicio del Ayuntamiento de Zaragoza. Ex coordinador experto de la Agencia Española de Cooperación Internacional. Evaluador de proyectos de la Secretaría de Estado de Cooperación Internacional y para Iberoamérica del Ministerio de Asuntos Exteriores.


¿Cuándo y por qué se crea la Fundación Ecología y Desarrollo?

La Fundación Ecología y Desarrollo nació en 1992 con la intención inicial de crear opinión, de fomentar el debate público y de realizar proyectos que demostraran en la práctica la viabilidad social, ambiental y económica del desarrollo sostenible.

¿Cuáles son sus objetivos?

Nuestro objetivo es contribuir y aportar propuestas para la consecución de un desarrollo sostenible mediante la generación de alternativas ecológicamente sostenibles, socialmente justas, y económicamente viables. Somos una organización eminentemente propositiva.

¿Cuáles son su ámbitos principales de investigación?

En el ámbito de la Responsabilidad Social corporativa, Fundación Ecología y Desarrollo (ECODES) es la única organización española presente en el stakeholder council de Global Reporting Initiative. Asimismo, en el ámbito del análisis RSC de compañías cotizadas, ECODES es el socio y representante en España del grupo Sustainable Investment Research International (SiRi), organización con presencia en trece países y que cuenta con una plantilla de 130 analistas. La información que SiRi elabora es utilizada por inversores institucionales para la elaboración de productos de inversión que incorporan criterios de Responsabilidad Social Corporativa. También somos los socios en España de la organización británica EIRiS. Desde 1999 somos los editores del boletín ECORES, primera publicación en lengua española en tratar asuntos de Responsabilidad Social Corporativa.

¿Qué se entiende por Inversión Socialmente Responsable? ¿Y por Responsabilidad Social Corporativa?

Cuando hablamos de Inversión Socialmente Responsable (ISR) nos referimos al proceso de toma de decisiones de inversión que tiene en cuenta consideraciones sociales y ambientales además de las consideraciones financieras tradicionales (liquidez, seguridad, rentabilidad). Es decir, se trata de una metodología de inversión que toma en consideración criterios de responsabilidad social corporativa, o sostenibilidad al tomar decisiones de inversión o ahorro.

¿Qué incentivos proponen para impulsar este tipo de inversión?

Las Administraciones públicas, las Organizaciones de la Sociedad Civil (OSC), los sindicatos y las instituciones financieras pueden adoptar determinadas medidas específicas para impulsar la Inversión Socialmente Responsable, y así promover prácticas empresariales sostenibles o socialmente responsables.

Las acciones propuestas por Fundación Ecología y Desarrollo en la pasada Cumbre Mundial de Desarrollo Sostenible celebrada en Johannesburgo tienen un doble objetivo:

- La creación de incentivos para que las empresas proactivas en el ámbito de la Responsabilidad Social Corporativa o sostenibilidad empresarial (RSC) sean recompensadas en los mercados financieros y de producto.

- Que todos aquellos grupos sociales interesados en la RSC tengan la oportunidad de decidir el destino último de sus recursos financieros, de manera que la delegación de la gestión del ahorro en los intermediarios financieros no impida la aplicación de sus recursos a la financiación de las actividades empresariales compatibles con el desarrollo sostenible.

¿Qué papel tienen en sus propuestas las organizaciones no gubernamentales?

Las ONG, como cualquier otra persona física o jurídica, mantienen inversiones de cartera mobiliaria y posiciones en los mercados de deuda. En este sentido, tienen la oportunidad de implementar políticas formales para gestionar sus recursos financieros, de acuerdo con sus convicciones. Esto implicaría la discriminación entre productos financieros conforme a criterios de sostenibilidad, así como la selección de sus proveedores financieros de acuerdo con criterios de responsabilidad social corporativa. También, como organizaciones con liderazgo de opinión en ciertos ámbitos sociales y con una importante base social, las OSC deberían ejercer una labor educativa para conseguir que las entidades financieras ampliaran la oferta de productos financieros que incorporen criterios sociales y/o medioambientales compatibles con el desarrollo sostenible.

¿Qué podrían hacer los sindicatos?

Los sindicatos, al igual que las ONG, mantienen carteras de inversión mobiliaria y posiciones en los mercados de deuda. En algunos países, además, tienen responsabilidades principales en la gestión de los fondos de pensiones. Sus decisiones financieras pueden orientar la actividad empresarial hacia la sostenibilidad mediante el apoyo indirecto a comportamientos empresariales compatibles con el desarrollo sostenible. Esto implicaría la discriminación entre productos financieros de acuerdo con criterios de sostenibilidad, así como la selección de sus proveedores financieros de acuerdo a criterios de responsabilidad social o sostenibilidad. Como organizaciones con amplia base social, deberían estimular a sus simpatizantes para que, individualmente, utilizaran su dinero en favor de un desarrollo sostenible a través del ahorro y la inversión y de las prácticas descritas en el apartado anterior. Los sindicatos disfrutan de una amplia convocatoria de comportamientos sociales. Están llamados a ejercer una labor educativa para que las entidades financieras ofrezcan productos financieros que incorporen criterios sociales y/o medioambientales compatibles con el desarrollo sostenible. Asimismo, en aquellos lugares donde los representantes de los trabajadores orientan las políticas de inversión de los planes de pensiones de empleo, los sindicatos deberían exigir que los fondos de pensiones incorporaran políticas de responsabilidad social, estimulando de este modo comportamientos acordes al desarrollo sostenible en el mundo empresarial.

¿Y las entidades financieras? ¿Existe suficiente oferta en el mercado financiero de inversiones socialmente responsables?

Tal y como queda recogido en el plan de acción resultado de la Cumbre de Johannesburgo, las entidades financieras deberían tomar conciencia acerca del papel que la intermediación financiera podría desempeñar para la consecución de un desarrollo sostenible. Las entidades financieras deberían, en línea con lo establecido en la Declaración sobre Medio Ambiente para Entidades Financieras desarrollada por UNEP, ser sensibles respecto del impacto positivo que sus actividades podrían tener sobre el desarrollo sostenible. En este sentido, las entidades financieras deberían, incluso por motivos de interés propio, incorporar criterios de sostenibilidad en todos sus productos financieros. Asimismo, la gestión correcta de las bases de clientes exige la atención de las entidades financieras a las motivaciones relativas a la sostenibilidad en el diseño y la oferta de sus productos de inversión y ahorro. Las entidades financieras deberían utilizar su poder como inversores institucionales para dialogar con las empresas sobre la importancia, financiera y social, de la adopción de criterios de sostenibilidad o responsabilidad social corporativa en la gestión empresarial. Las entidades financieras, en su calidad de inversores institucionales, y dado que la adopción de criterios de Responsabilidad Social Corporativa o sostenibilidad parece un buen indicador del futuro desempeño economicofinanciero de la compañía, deberían añadir el análisis social y ambiental al análisis financiero tradicional. Por el momento, son pocos los dados en esta línea, sobre todo en España.

¿Cuál es el papel de la Administración pública? ¿Cómo podría impulsar y difundir este tipo de iniciativas?

Los diferentes gobiernos deberían condicionar las ayudas públicas del sector empresarial a la adopción por parte de éste de políticas formales de Responsabilidad Social Corporativa o sostenibilidad empresarial, en línea con lo recientemente adoptado por el Gobierno holandés. Asimismo, los Gobiernos deberían estimular la adopción de criterios de transparencia informativa por parte de las empresas en asuntos relativos al impacto social y ambiental de sus actividades, con el objetivo de que inversores y consumidores puedan tomar sus decisiones de compra e inversión en función de parámetros de sostenibilidad, como ha promovido por ejemplo el Gobierno francés. Los diferentes Gobiernos deberían impulsar la elaboración de una legislación como la aprobada en el Reino Unido o Alemania que requiera que los gestores de fondos de pensiones informen acerca de qué consideraciones sociales, ambientales y éticas son tomadas en cuenta en sus estrategias de inversión. Los Gobiernos deberían fomentar y promover la investigación y la realización de conferencias y foros sobre Inversión Socialmente Responsable y Responsabilidad Social Corporativa, en el marco de alianzas intersectoriales (sector público-sector privado y sector no lucrativo), como están haciendo varios países europeos y como se ha propuesto en la pasada de Johannesburgo.

¿Existe conciencia entre empresas y consumidores?

Las mayores empresas españolas, que operan en diferentes mercados y que se ven obligadas a recurrir a los mercados internacionales de capitales, han comenzado a sentir la presión de la ISR; también, han comprobado el prestigio y la rentabilidad de estar presentes en los grandes índices de sostenibilidad. Aún así, están aún dando los primeros pasos. En cuanto a los consumidores, una encuesta de MORI, de 2001, sobre RSC, indica que un elevado porcentaje de los consumidores se muestran, en principio, dispuestos a pagar más por los productos que acrediten buenas prácticas laborales, respeto del medio ambiente...

-Como Fundación Ecología y Desarrollo, participaron en la conferencia de Johannesburgo. ¿Cuál es su valoración de los resultados alcanzados?

Tras la Cumbre Mundial sobre Desarrollo Sostenible celebrada en Johannesburgo, se puede afirmar que los líderes del mundo han querido asumir pocos compromisos concretos a favor del desarrollo sostenible. Sólo en pocas áreas, como en la relativa al agua y al saneamiento, se han establecido plazos y metas medibles. Sin embargo, a pesar de las dificultades, se han puesto por primera vez sobre la mesa de forma integrada los tres pilares del desarrollo sostenible ælos pilares social, ambiental y económicoæ y se ha contribuido a incrementar la sensibilidad de la opinión pública y de los políticos en torno a estas cuestiones. En particular, con relación a la Responsabilidad Social Corporativa, la Fundación Ecología y Desarrollo se muestra satisfecha con la importancia dada a este tema durante la Cumbre, presente en la agenda principalmente a causa de los escándalos corporativos sucedidos en los últimos meses. Tanto en el Plan de Aplicación como en la Declaración Política se recogen diversos compromisos en este sentido.

¿Cree que existe una voluntad clara por parte de las empresas para avanzar hacia la inversión socialmente responsable?

No les quedará más remedio, los inversores institucionales en todo el mundo empiezan a considerar que la Responsabilidad Social Corporativa es un buen indicador de la calidad de gobierno corporativo y un buen indicador acerca del futuro rendimiento financiero de una determinada compañía. La tendencia parece sugerir que el análisis social y ambiental pasará en breve a formar parte de las prácticas habituales de análisis de valores. Aquellas empresas que no quieran quedarse fuera de un segmento importante del ahorro deberán comenzar a formalizar sus políticas en el ámbito de la Responsabilidad Social Corporativa. Conviene recordar en este sentido que ya un 13% de los activos invertidos en fondos de inversión norteamericanos incorporan criterios RSC al seleccionar las empresas en las que invierten.


 
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