![]() |
![]() |
|
|
Fòrum de debat |
Núm.
33 - desembre 2002
|
||
![]() |
Editorial Johannesburgo.
¿I ahora qué? Diferentes
visiones de la Cumbre para el Desarrollo Sostenible El
deorden global Entrevista
a Víctor Viñuales, director de la Fundación Ecología
y Desarrollo |
Editorial La Cumbre de la Tierra
de Río de Janeiro, celebrada hace ya más de una década,
abrió los ojos a ciudadanos y gobernantes de todo el mundo sobre
la trascendencia de los problemas ambientales que afectaban al planeta
Tierra. Constituyó la llegada a la mayoría de edad, en el
ámbito internacional, de la conciencia ambiental. La Cumbre Mundial
sobre Desarrollo Sostenible, que se celebró entre el 26 de agosto
y el 4 de setiembre de este año en la ciudad sudafricana de Johannesburgo,
fue más allá de una cumbre ambiental: se convirtió
en un encuentro sobre desarrollo y un debate intenso sobre qué
tipo de desarrollo queremos y si funciona la actual dinámica de
la globalización económica, dado que no beneficia a todos
los seres humanos, sino únicamente a una minoría privilegiada. La Cumbre de Johannesburgo
ha abierto los ojos de todos -algunos expertos y activistas sociales ya
hace tiempo que lo argumentaban- sobre un hecho: la protección
del medio ambiente y la erradicación de la pobreza son dos caras
de la misma moneda. No será posible una sin la otra. Si observamos la evolución seguida desde la Cumbre de Río nos hallamos ante una gran paradoja: a pesar de que en la última década se han iniciado varios procesos institucionales de éxito, no se han producido resultados globales tangibles. De hecho, lo que ha sucedido es que la globalización económica ha destruido los avances obtenidos por la agenda de Río, ha establecido una economía explotadora de alcance mundial y ha expuesto los recursos naturales a la voracidad del mercado. En diciembre del año
1992, esta publicación dedicó un número de la revista
al tema «Después de la Cumbre de la Tierra, ¿qué?».
Autores tan destacados como José Lutzenberger, Ramon Tamames, Henk
Hobbelink o Ignasi de Senillosa, entre otros, reflexionaron sobre los
retos después de Río. Es preciso destacar la capacidad de
anticipación y la actualidad de la mayoría de aquellas reflexiones.
Una década después, a raíz de la Cumbre de Johannesburgo,
hemos decidido repetir el experimento. Medi Ambient. Tecnologia i Cultura
ha pedido a varias personas una reflexión sobre el legado de Johannesburgo.
Está claro que aún es demasiado pronto para valorar cuál
será el impacto de la Cumbre Mundial sobre Desarrollo Sostenible,
pero la primera impresión, pasados ya unos meses, siempre es importante. Luis Gómez-Echeverri es un alto cargo del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo y ha sido una persona clave en todo el proceso de Johannesburgo. En su texto nos plantea, desde la perspectiva de Naciones Unidas, los grandes retos para alcanzar el desarrollo sostenible. Domingo Jiménez Beltrán, ex director de la Agencia Europea del Medio Ambiente, valora la Declaración Política y el Plan de Acción surgidos en la Cumbre y profundiza en el papel de la Unión Europea en el proceso. Por su parte, Josep Xercavins, coordinador del Foro Mundial de Redes de la Sociedad Civil - Ubuntu, argumenta por qué las decisiones que han tomado los estados no son las que el mundo necesita. El artículo que presenta Achim Steiner, director general de la Unión Mundial para la Conservación (UICN), es una aportación coral. La UICN ha elegido un conjunto de artículos escritos desde diferentes visiones culturales que presentan la Cumbre desde diferentes perspectivas culturales. El número se completa con una entrevista a Víctor Viñuales, director de la Fundación Ecología y Desarrollo, experto en temas de empresa y sostenibilidad. Lluís Reales |
Diferentes
visiones de la Cumbre para el Desarrollo Sostenible 2002 Premios de comunicación Reuters-UICN -El mejor artículo sobre la Cumbre Dado el poder y la
influencia que ejercen los medios de comunicación en la manera
de pensar y de actuar de la sociedad y de los políticos -tanto
si viven en un pueblecito al sur de Francia, en la superpoblada metrópolis
de Hong Kong, o en una hacienda de México- los encargados de recopilar
la información relacionada con la Cumbre Mundial sobre Desarrollo
Sostenible asumieron la responsabilidad extraordinaria de preservar la
calidad de la información que difundieron. La Fundación
Reuters y la UICN decidieron galardonar los ejemplos más destacados
de periodismo medioambiental que aprovechasen la ocasión para fomentar
la sensibilización de la sociedad sobre los aspectos que exigen
una solución más urgente y que se trataron en la Cumbre.
A la convocatoria
de este año se presentaron más de 150 publicaciones de países
tan diversos como Brasil, Estados Unidos, China, Rusia y Kazajstán,
Jamaica, Argelia, Mozambique, Panamá y Hungría. El autor
de , seleccionado entre seis ganadores regionales recibirá un premio
en metálico de 5.000 USD durante la Ceremonia de los Premios Mundiales
que se celebrará en Washington, DC, el 3 de diciembre de 2002. En este número de Medi Ambient. Tecnologia i Cultura, Reuters y la UICN desean compartir algunos ejemplos de inspiración periodística que incitan a la reflexión, versan sobre la Cumbre y participan en el concurso de este año. Aunque sólo fuera por esto, la Cumbre de Johannesburgo merece ser loada por la excelente tarea de periodistas de todo el mundo que contribuyen a promover la sensibilización mundial sobre los temas más importantes y demuestran su empuje, su creatividad y su talento. Achim Steiner
Al principio fue
la Cumbre La tan esperada Cumbre
de la Tierra II concluyó el pasado miércoles en Johannesburgo,
dejando una sensación de decepción y un mal sabor de boca
entre gran parte de sus participantes. Al fin y al cabo,
sin embargo, lo único que se ha aportado al mundo es un librote
de declaraciones políticas que, con toda probabilidad, no quedarán
en nada más que en eso: . Exactamente lo mismo que ocurrió
con la Agenda 21, el producto de la primera Cumbre de la Tierra, celebrada
hace diez años en Río de Janeiro. Los activistas verdes
estaban especialmente indignados. En su opinión, la Cumbre fue
secuestrada por las grandes empresas, gracias al apoyo prestado por los
países ricos. Tal y como declaró
el presidente de Friends of the Earth, Ricardo Navarro: . El World Wildlife
Fund (Fondo Mundial para la Protección de la Naturaleza) bautizó
la Cumbre con el sobrenombre de (World Summit of Shameful Deals, por sus
siglas en inglés). Tienen todo el derecho
a sentirse frustrados y enojados. Han estado esperando como al santo advenimiento
durante diez años la celebración de esta conferencia y,
como es natural, suponían que se retomaría en el mismo punto
en el que lo dejaron en Río. La Agenda 21, el anteproyecto
del desarrollo sostenible gestado en Río, fue un rotundo fracaso,
no por falta de nobles objetivos, sino de acciones concretas prácticamente
por parte de todos los países. Se preveía que la Cumbre
de Johannesburgo sería capaz de dar un giro de 180 grados a tan
grave carencia, con el alance de unos acuerdos más efectivos y
la fijación de unos plazos para su ejecución. Sin embargo,
nada de esto ha sucedido. El único atisbo
de esperanza que ha aportado la Cumbre de Johannesburgo ha sido el anuncio
de la próxima ratificación del Protocolo de Kioto sobre
cambio climático hecho público por Rusia y Canadá.
En caso de producirse, el protocolo alcanzará su objetivo de ratificación
por un mínimo de 55 países responsables de, al menos, el
55% de las emisiones de carbono de los países industrializados,
necesario para su entrada en vigor. Esto es todo un triunfo para los partidarios de Kioto, preocupados por lo que les depararía el destino, después de que los Estados Unidos, con un 5% de la población mundial y responsables del 36% de las emisiones de gases invernadero, se retiraran del pacto. Los anuncios hechos
públicos por Rusia y Canadá fueron posteriores a las inundaciones
devastadoras que azotaron Europa y otras partes del mundo, y a raíz
de las cuales se instó la adopción de acciones concretas
ante la necesidad de encontrar soluciones para hacer frente al calentamiento
global. El secretario general
de las Naciones Unidas, Kofi Annan, imploró al mundo:"No hay
que esperar milagros en conferencias de esta índole", y afirmó
que el único modo de progresar es a través de "las
asociaciones entre gobiernos, ONG y empresas". La asociación
tripartita en la que Annan deposita sus esperanzas ha sido motivo de discusión
durante años. Parece ser que esta disposición, es decir,
que los tres sectores trabajen juntos en pro del desarrollo sostenible,
es la ideal. El problema radica
en que sus objetivos son sumamente incompatibles. Cuando la élite
empresarial habla de desarrollo sostenible, lo que en realidad quiere
expresar es un desarrollo sin interrupción ni obstáculos.
Podrían estar dispuestos, incluso, a pagar un poco más para
obtener una tecnología o en pro de determinadas causas sociales.
Pidámosles, sin embargo, que reduzcan la producción y que
obtengan menos beneficios en favor de la protección del medio ambiente,
y la respuesta, indiscutiblemente, será negativa. Por lo que respecta
a los políticos, muchos de ellos darían prioridad al desarrollo
económico, primando sobre la protección ambiental, simplemente
por el hecho de que el primero les reporta votos populares y apoyo financiero
por parte del mundo empresarial. Fueron precisas las
inundaciones sin precedentes que azotaron Europa para convencer a los
rusos y canadienses de la necesidad de subir al tren del Protocolo de
Kioto. Será necesario que se produzcan unas catástrofes
similares o peores para convencer a los políticos de que deben
prestar más atención al medio ambiente, en vez de adoptar
una actitud de total normalidad, como si nada hubiera pasado. Según declaraciones
de Kofi. Annan: "Johannesburgo no es el fin de todo, sino un principio".
La cuestión es averiguar si será el principio del fin. Wasant Techawongtham
es el Subeditor de Noticias de Medio Ambiente y Asuntos Urbanos del Bangkok
Post. La Cumbre de Johannesburgo, ¿éxito o fracaso? Rita Mishaan Treinta años
después de la Conferencia de Estocolmo y diez años después
de la Cumbre de la Tierra en Río de Janeiro, se celebró
la Cumbre Mundial sobre Desarrollo Sostenible en Johannesburgo, Sudáfrica,
(del 26 de agosto al 4 de septiembre de 2002), que generó grandes
expectativas a escala mundial. Los acuerdos emanados
de la Cumbre fueron la Declaración Política y un Plan de
Acción, resultados que destacan el compromiso de reducir el número
de personas en el mundo que no tienen acceso al agua potable y al saneamiento
de las aguas residuales, la defensa de la biodiversidad y los recursos
pesqueros. Sin embargo, no se alcanzó un compromiso con metas para
potenciar las energías renovables. En la Declaración Política los países asumen «una responsabilidad colectiva para hacer avanzar y reforzar la interdependencia y el mutuo apoyo entre los pilares del desarrollo sostenible -desarrollo económico, desarrollo social y protección del medio ambiente- a escala local, nacional, regional y global». También se especifica el compromiso para erradicar la pobreza y se señala que la gran distancia que divide a la humanidad entre ricos y pobres, así como la creciente distancia entre los mundos desarrollado y en desarrollo suponen una gran amenaza a la prosperidad, la seguridad y la estabilidad globales. Pero, ¿qué quiere decir todo esto para el ciudadano común? Las sociedades del
planeta esperaban que con una varita mágica se les resolvieran
los problemas ancestrales que nosotros mismos hemos venido arrastrando
a través de un desarrollo en beneficio de la minoría. A
la vista de ninguno escapa que los índices de pobreza (el 40% de
la población más pobre del mundo vive en países en
desarrollo, a los que corresponde el 11% del consumo mundial) aumentan
aceleradamente mientras un número menor de ricos controla el mayor
porcentaje de la economía del mundo (15% de la población
mundial vive en países ricos a quienes corresponde el 56% del consumo). Esta fórmula
de desarrollo se ha revelado ineficiente e insostenible. El planeta Tierra,
en el que vivimos, y que, como ha quedado comprobado, es el único
planeta del sistema solar en el que los humanos podemos sobrevivir, no
puede soportar mucho más tiempo esta fórmula que garantiza
continuar con procesos de desigualdad social y una creciente degradación
ambiental. Este crecimiento tan dispar aumenta las diferencias entre ricos y pobres, entre países y al interno de los países, y si a eso le agregamos el acelerado crecimiento poblacional (hoy la población supera los 6.200 millones de habitantes y las proyecciones para el 2025 son que llegará a los 8.000 millones) multiplica los problemas sociales y ejerce una mayor carga en los ya escasos recursos naturales. Las continuas quejas dirigidas a la política de los países del Norte hacia el Sur, por su falta de disponibilidad para asumir su responsabilidad en la destrucción ambiental y en la explotación de los pueblos del Sur, cobra mayor vigencia cuando a los del Sur tampoco nos gusta reconocer la falta de voluntad por respetar la democracia, los derechos humanos, la transparencia, la gobernabilidad, y frenar la destrucción de nuestros ecosistemas. Sin embargo, los del Sur continuamos solicitando mayores recursos económicos para la Ayuda Oficial al Desarrollo (AOD), que en los acuerdos de la Cumbre de la Tierra quedó establecido en un 0,7% del PIB de los países industrializados y que hasta la fecha solamente 5 países cumplieron. Entonces, ¿quién será el verdadero responsable? Si escuchamos las
voces derrotistas de los comunicadores y políticos acerca del fracaso
de la Cumbre, yo me pregunto: ¿es posible que el mundo esperara
cambiar en una cumbre lo que ha sido el proceso ancestral de deterioro
social y ambiental?, ¿acaso una varita mágica?, ¿los
cinco anillos? o ¿no es acaso cierto que la historia de la humanidad
y su desarrollo es la que nos enseña a través de la experiencia
y la historia el mejor camino? La inteligencia humana
es la que nos diferencia de los otros mundos vivientes y nos otorga la
capacidad de aprender y mejorar los procesos. La Cumbre es parte de esos
procesos y depende de todos y de cada uno de nosotros apoderarnos de ellos. En una sociedad democrática todos somos responsables del quehacer nacional, así como en el contexto del concierto de naciones del planeta Tierra, la apropiación de los compromisos establecidos en la Cumbre nos otorga un marco fortalecido de cómo podemos hacer mejor las cosas y de cómo esa fórmula de desarrollo puede mejorar para bien de todos. El preámbulo
para un verdadero DESARROLLO SOSTENIBLE. La Cumbre de la Tierra: ninguna panacea Nahid Pilvar Teherán, 8
de septiembre, IRNA -Según afirmó Reza Niktalaei, miembro
de la Comisión Social de Majilis: En una declaración
en exclusiva que realizó al diario de lengua inglesa Tehran Times
el pasado domingo, declaró que se analizan con detenimiento los
motivos ocultos tras una falta de realización de los objetivos
de la primera Cumbre de la Tierra que se celebró en Río
hace diez años, no cabe la menor duda de que se hallarán
soluciones más prácticas. "En el curso
de estas cumbres", añadió, «se malgasta una cantidad
considerable de energía considerable para hacer concesiones a la
opinión pública. Algunas de las potencias mundiales con
intención de evadir la responsabilidad de sus deberes humanitarios
dan su apoyo a estas cumbres y, a través de la propaganda, conceden
esperanzas a los países en desarrollo». Reza Niktalaei prosiguió
su discurso, poniendo de manifiesto que la propaganda no es proporcional
a las medidas internacionales adoptadas para la erradicación de
la discriminación encaminada a la reducción de la pobreza
y al aumento de la protección del medio ambiente. Para poner un
ejemplo, la degradación ambiental se intensificará progresivamente
hasta alcanzar niveles más acusados. De este modo, el mundo
aún espera la adopción de medidas internacionales cuando,
de hecho, este tipo de medidas, desafortunadamente, suelen ser mera propaganda. En opinión
del entrevistado: «Me atrevería a decir que el nuevo orden
mundial, a pesar de lo que pueda parecer, ha contribuido a ampliar la
brecha existente entre los países desarrollados y los países
en vías de desarrollo. El ritmo de desarrollo de estos últimos,
sin embargo, no tiene nada que ver con el de los primeros.» Y prosiguió
su declaración con la siguiente afirmación: «Hasta
ahora, la independencia y la libertad global, por ejemplo, no se han materializado,
y esta situación destructiva continuará configurándose
como una realidad de la vida para millones de personas que viven en la
más absoluta pobreza y miseria en las naciones en vías de
desarrollo.» Asimismo, el Tehran
Times hizo alusión a la Cumbre de la Tierra celebrada en Johannesburgo
(Sudáfrica), añadiendo que la misma concluyó el miércoles
por la noche y que el propósito de los países participantes
-a través de la consulta y coordinación-consistía
en poner los cimientos necesarios para un medio ambiente mejor y en hacer
más próspera la vida de los seres humanos que habitan el
planeta. En la columna Cara a Cara de este mismo periódico, se declaraba lo siguiente: "Los participantes querían hallar soluciones a la lucha contra la pobreza, el desempleo, las enfermedades, la escasez de agua y los problemas ambientales".
Chaacha Mwita "El mundo que
hemos creado es producto de nuestro modo de pensar. No podemos cambiarlo
sin cambiar nuestra mentalidad" -Albert Einstein (1879 - 1955). Hace algo menos de
quince días, África se convirtió en la sede mundial
del desarrollo sostenible. En el encuentro -bautizado con un nombre bastante
atractivo: Cumbre de la Tierra de las Naciones Unidas-que tuvo lugar en
Johannesburgo (Sudáfrica) se puso de manifiesto que el desarrollo
sostenible, sobre todo en África, no constituye una tarea nada
fácil. Diez años después
de la celebración de una reunión similar en Río de
Janeiro (Brasil) no se llegó a ninguna conclusión digna
de mención. Prácticamente todos los objetivos habían
fracasado estrepitosamente y no existían indicios de que la situación
fuera a cambiar en un futuro próximo. Los índices de pobreza
habían aumentado, el analfabetismo había sufrido mutaciones,
las desigualdades de género se habían extendido, el agua
potable aún era un sueño para la mayoría, la deuda
externa se había incrementado y sigue sobrecargando una rica, pero
paradójicamente extenuada África, cuya democracia no es
más que un espejismo en un sinfín de países africanos,
incluido el nuestro, y la lista es interminable. Remarcablemente, la
solución de gran parte de estos problemas se halla en manos de
la buena voluntad de las naciones desarrolladas. Por ejemplo, el problema
de la deuda externa no puede solucionarse de la noche al día, a
menos que los países con los que estamos endeudados decidieran
cancelar las deudas. En el Informe de Desarrollo
Mundial del año pasado, las Naciones Unidas acusan legítimamente
al mundo desarrollado de romper unas promesas que, si se hubieran cumplido,
habrían beneficiado -aunque ligeramente- al mundo en vías
de desarrollo. A través de
las críticas englobadas en el marco de la Organización Mundial
del Comercio, el mundo desarrollado aboga a favor del argumento según
el cual liberalizar y globalizar significa emplear la fuerza de un país
para ganar -empezando por proteger a sus propios mercados de las importaciones
de los países pobres y, al mismo tiempo, colapsar los mercados
de estos últimos con sus propios bienes, considerados superiores
y más económicos. Podría parecer como si el hecho
de ser desarrollado equivaliera a ser superior y mantenerse arriba de
todo por todos los medios posibles. Este es el motivo
por el cual a los afamados centros de exposiciones situados alrededor
de Kenia, para poner un ejemplo, no encontraréis expuesto ni un
solo bien autóctono. No producimos absolutamente nada para el mundo
y, aún así, esperamos desarrollarnos de un modo sostenible.
En Suiza, por ejemplo, los panaderos se han negado a utilizar mantequilla
más barata procedente de otros países en la cocción
del pan. Incluso cuando la mantequilla local encarece su precio, para
proteger al campesinado local, los panaderos locales emplean mantequilla
local. ¿Por qué en Kenia no se puede llevar ropa y calzado
autóctonos? ¿Qué nos importa lo que penséis:
si podemos permitirnos fabricarlo, también podemos permitirnos
llevarlo. En este punto, cabe
subrayar que las cumbres son ocasiones óptimas para fanfarronear.
Sin ir más lejos, un exaltado Mugabe, sin ningún tipo de
miramiento al protocolo internacional, bravucaneó, dirigiéndose
a Tony Blair, ¡sobre lo que es Zimbabue! Mugabe, una calamidad total
a la hora de aportar nada positivo a Zimbabue durante sus veinte años
largos de gobierno de esta rica extensión del África fértil,
no hace otra cosa que fanfarronear sobre... ¿qué? ¡Y
ni más ni menos que alentado por los africanos de todo el mundo! El desarrollo no son
palabras, sino hechos. Antes de que Mugabe rompiera sus relaciones con
el Oeste, después de que le fuera negada toda financiación,
en su propio país de origen se ganó el apelativo de porque
pasaba la mayor parte del tiempo y gastaba la mayor parte del dinero del
país yendo de compras al Oeste. Despilfarraba recursos, como suele
ser típico de los grandes hombres africanos, en frivolidades, en
recompensar a sus pelotilleros, en celebrar ostentosos cócteles,...,
¡es decir, en todo menos en desarrollo! Y se atrevió ni más
ni menos que a atacar verbalmente, de un modo ignominioso e indignante,
a una persona que, a pesar de sus errores (que a diferencia de Mugabe
tiene la dignidad de reconocer) ha sido capaz de aportar prosperidad a
su país gracias a la reducción del paro y al refuerzo del
sector sanitario, entre otros logros, ¡y todo ello en menos de la
mitad de tiempo que Mugabe ha permanecido en el poder! Las cumbres son foros
de discusión y ostentación. De ahí que la América
de George W. Bush enviara a Johannesburgo una discretísima delegación
mientras otros jefes de Estado y de Gobierno tuvieron la dignidad de acudir
personalmente. Bush es un americano pragmático. Está excesivamente
ocupado en casa, luchando contra el terrorismo y sembrándolo en
los corazones de los enemigos de América, como para permitirse
perder el tiempo reuniéndose con otros jefes de Estado y de Gobierno
con el único fin de charlar. Él emplea otros medios mejores
de ostentación, como volar sobre Iraq por lo menos con 100 de los
aviones más vanguardistas de América, ¡algunos de
ellos incluso sin tripulación! ¡África,
despierta! El desarrollo sostenible -o cualquier desarrollo afín-empieza
por los individuos. Un individuo sólo podrá desarrollarse
si decide hacerlo, dicho en otras palabras, el desarrollo es un estado
de ánimo. Si, por ejemplo, los gobiernos no pueden ofrecerte agua
potable según el acuerdo de Río, en nombre de Dios, ¿por
qué no la puedes obtener tú mismo hirviéndola antes? No podemos pensar
del mismo modo ni hacer las cosas igual cada vez que actuamos y, aún
así, pretender obtener unos resultados distintos. Ni hablar. Para
que eso sea así, debemos pensar y actuar de manera diferente. África está
abocada a empeorar en el futuro porque está alimentando su máquina
de pensar -el cerebro- con mamarrachadas. Mirad qué leen los niños
africanos. Escuchad lo que oyen en las emisoras de radio y matatus de
todo del país. Mirad lo que se tragan mañana, tarde y noche
en las pantallas de televisión. ¡Una porquería de
cabo a rabo que no contribuye en absoluto al desarrollo de la mente! Contrariamente a los
postulados comunes, esta joven generación de africanos no es la
esperanza de África, sino su ruina y, por lo tanto, nuestra responsabilidad
de encaminarlos hacia el desarrollo sostenible -un sueño que algunos
de nosotros ya hemos relegado en el olvido- construyendo sus mentes antes
de que sea demasiado tarde y se suiciden en masa. Finalmente, el mejor
desarrollo -aquel cuyo impacto se divulga con el espacio de tiempo más
breve posible- es el repentino. Es audaz. En una palabra: es . Y ésta
es la naturaleza del desarrollo. Vinieron.
Hablaron. Se desentendieron. Y se marcharon. Geoffrey Lean Llegaron. Vieron.
Asintieron. Y esto, más o menos, resume lo que 104 líderes
mundiales materializaron en la Cumbre de la Tierra celebrada en Johannesburgo
la semana pasada. Y de hecho sí que llegaron a acuerdos, pero si
lo que acordaron cambiará demasiado los dos frentes de crisis que
todo el mundo pretendía abordar -el empeoramiento de la pobreza
mundial y el deterioro ambiental-es una cuestión ciertamente dudosa. Llegaron, se confesaron
los unos a los otros, procedentes de un mundo con graves problemas. El
canciller alemán Gerhard Schröder informó a sus compatriotas
de cómo este país, la República Checa y Austria habían
sido azotados por "las inundaciones más catastróficas
de toda su historia", lo que pone de manifiesto "que el cambio
climático ya ha dejado de ser una previsión escéptica
para convertirse en una cruda realidad". Desde el otro extremo del
planeta, Saufatu Sopoanga, primer ministro del pequeño país
Tuvalu -condenado a desaparecer engullido por el Pacífico a medida
que los niveles del mar suben a causa del calentamiento global- explicó
una historia parecida. Hacía solamente algunas semanas que había
vivido una experiencia aterradora. . Tony Blair recordó
a los asistentes que "en Africa cada tres segundos muere un niño
de hambre, por enfermedades o guerra". El día antes, cuando
se dirigía a la Cumbre, el primer ministro había hablado
sobre el millar de millones de personas en el mundo que no disponen de
agua potable para beber, de los 2.500 millones que carecen de unas condiciones
sanitarias básicas, de la tala anual de una área de bosque
con una extensión de dos terceras partes la del Reino Unido, así
como la destrucción y degradación de un tercio de los arrecifes
de coral del planeta. "Conocemos los problemas", declaró en la Cumbre, "conocemos las soluciones. Busquemos juntos la voluntad política necesaria para ponerlas en práctica". Llegaron. Vieron...
bueno, ¿qué vieron en realidad? Un moderno centro de conferencias
situado en el próspero suburbio de Sandton, con profusión
de lustrosas escaleras mecánicas y espaciosos vestíbulos,
erigido en un lujoso centro comercial donde los letreros de Gucci, Versace
y Armani se alternaban con pósters en los que se instaba el desarrollo
sostenible; perfectamente podía tratarse de un escenario situado
en uno de los lugares más ricos del mundo. Y vieron, al menos,
algunos de los más de 9.000 delegados de los gobiernos, más
de 8.000 representantes de grupos de empresas y grupos de presión,
y más de 4.000 periodistas, embutidos en un edificio que, según
la normativa sobre prevención de incendios, debería haber
alojado como máximo una tercera parte de los presentes. Algunos, como es el
caso de Blair, aprovecharon la oportunidad para visitar el superpoblado
suburbio de Alexandra, habitado por más de 350.000 personas que
viven en la más absoluta miseria, comprendido dentro del rango
de visión del lujoso centro. Honestamente, no obstante, parecía
que muchos de los delegados asistentes a lo que iban es a ser vistos,
en lugar de a ver, especialmente por las cámaras de televisión. Los líderes
hicieron sus parlamentos en una inmensa sala de conferencias situada en
la planta superior (octava planta) del centro de convenciones. La prensa
se congregó multitudinariamente en la planta baja. Mientras tanto,
proseguían las más arduas negociaciones en una serie de
salas de comité, y la mayor parte de los tira y afloja más
duros tenían lugar entre grupos relativamente pequeños en
las salas contiguas a un pasillo situado en la cuarta planta, lleno a
rebosar de grupos de presión.
Las medidas de seguridad
eran estrictas, tan estrictas que las tiendas y los restaurantes situados
en el recinto del área de conferencias tuvieron que proveerse de
los suministros necesarios para todo el período antes del inicio
de la Cumbre: los víveres se almacenaban en gigantes camiones refrigerados
aparcados en los aparcamientos de los sótanos de los hoteles. Fuera
cual fuera el lugar al que se dirigieran los participantes, había
escáneres de seguridad, manipulados por policías afables
(en su mayoría), calibrados de tal modo que se disparasen tan sólo
en presencia de una simple moneda en el bolsillo. Y se adoptaron acuerdos.
O, dicho de otro modo, los jefes de Estado hicieron sus discursos mientras
que sus ministros y oficiales trabajaban incansablemente durante toda
la noche en unas salas menos públicas con el fin de poder concluir
a tiempo un plan de acción de 65 páginas y una declaración
de intención política mucho más breve. Permitidme
que os diga que, al fin y al cabo, no se llegó a ningún
consenso representativo, dadas las enormes disparidades iniciales. Las negociaciones
preliminares habían sido un rotundo desastre, los delegados habían
llegado a Johannesburgo con más de 400 puntos de desacuerdo sobre
el plan de acción, y ello sin tan siquiera haber empezado a discutir
la declaración. Alcanzar cualquier tipo de acuerdo a partir de
estas premisas no era más que una paradoja. Y así es como resultó. Según me comunicó John Prescott, viceprimer ministro, en la única entrevista que concedió durante la Cumbre, todo el sistema de negociaciones multilaterales construido a través de las Naciones Unidas a lo largo de estos últimos 50 años estaba en peligro. "Si ahora fallamos" ahora fallamos, avisó, "las cosas tomarán un cariz inimaginable". Algunos personajes
veteranos de la administración Bush querían que eso fuera
exactamente lo que ocurriera, ya que en su opinión, los acuerdos
internacionales sobre cualquier tema: desde medio ambiente hasta los derechos
humanos, y desde el desarrollo hasta el control de armas, constituyen
una restricción innecesaria sobre las actividades de la única
potencia mundial. Por lo que respecta al resto, por consiguiente, el hecho
de llegar a un acuerdo era tremendamente importante. Algunos de ellos
parecían incluso entusiasmados por tal gran alivio. Margaret Beckett,
la principal negociadora británica, salió de la sala de
negociaciones para profesar su por los exiguos resultados de la Cumbre.
Y posteriormente añadió: "No mecabe la menor duda de
que nuestros herederos dirigirán su mirada hacia atrás y
afirmarán que gracias a esta cumbre hemos creado nuevos caminos". John Prescott, en
el curso de unas conversaciones mantenidas, fue más circunspecto,
describiendo los logros como Nos parece perfecto, pero convendría
saber si este paso es hacia adelante, hacia atrás o hacia un lado. Se materializó
un importante avance: la aceptación, a pesar de la rotunda oposición
de los Estados Unidos, de un objetivo de reducir a la mitad, hacia el
2015, el número de personas en el mundo que ni tan siquiera disponen
de unas condiciones sanitarias básicas. Pero ello no fue más
que el corolario de un objetivo ya acordado por los líderes mundiales
en la Cumbre del 2000, consistente en reducir a la mitad el número
de personas que no disponen de agua potable por aquella misma fecha. Habría
sido un escándalo no comprometerse a dicho acuerdo y resultó
cínico que unos EEUU aislados tuvieran al resto del mundo contra
las cuerdas para negociar este punto. Este fue el único
verdadero avance. Después de efectuar una comparación detallada
del plan de acción con los acuerdos previos, Friends of the Earth
concluyeron que este contenía solamente un objetivo nuevo, el que
hace referencia al establecimiento de las reservas marinas y, a pesar
de todo, no falto de una gran dosis de ambigüedad. Se materializaron
ciertos progresos en cuanto a la concienciación por parte de las
multinacionales de su grado de responsabilidad y del consumo excesivo
de recursos que llevan a cabo los países ricos. Pero esto no es
gran cosa, especialmente después de que la UE, el presidente de
la conferencia, Nitin Desai, y líderes como Tony Blair hubieran
fijado objetivos y cronogramas concretos a modo de piedra de toque del
éxito de la conferencia. Frente a tales beneficios,
la Cumbre relajó uno de sus objetivos previos: detener la pérdida
acelerada de especies, mediante el establecimiento de un cronograma para
la renovación de las poblaciones de peces que, en opinión
de los críticos, debilitarán aún más las medidas
existentes, y la ligera erosión de algunos de los principios para
la protección del medio ambiente expuestos en la Cumbre de la Tierra
celebrada en Río hace diez años y en las posteriores negociaciones. Otros de los pasos
se dieron a través, o bien en el mismo camino. Y lo que resulta
más decepcionante, la Cumbre fue incapaz de llegar a ningún
consenso sobre el incremento de la proporción de energía
mundial generada a partir de recursos netos y renovables, como es el caso
de la energía solar y eólica. Ninguna otra cuestión
consiguió ejemplificar mejor esta dualidad antes de la conferencia.
Dos mil millones de personas en todo el mundo no disponen de ninguna modalidad
de energía moderna y se ven obligadas a emplear madera y abonos
de origen animal, responsables de la emisión de humo contaminado
con productos químicos, susceptible de cobrarse cada año
alrededor de dos millones de víctimas. Si se facilitaran unos recursos
limpios y renovables, sería posible reducir este índice
de mortalidad, preservar la valiosa capa superficial del suelo, manteniendo
la cobertura forestal y dejando permanecer en ella los excrementos que
la enriquecen y, al mismo tiempo, combatir el calentamiento global. Antes de la celebración
de la cumbre, un equipo de trabajo creado a iniciativa de Tony Blair e
integrado por los líderes del grupo de los ocho (G8), bajo el coliderazgo
de Sir Mark Moody-Stuart, ex presidente de Shell, recomendó unas
medidas concretas para hacer llegar energía renovable a mil millones
de personas hacia finales de la década. No obstante, esta iniciativa,
y todas las tentativas posteriores para fijar los objetivos más
modestos, fue abolida por Big Oil, representado por los países
de la OPEC y los petroleros de la Casa Blanca. Insertaron cláusulas
a favor de la promoción de la energía nuclear y las energías
fósiles, causantes del calentamiento global. Una vez más,
el cinismo rayó unos límites insospechados ya que, incluso
suponiendo que el petróleo, el gas, el carbón y la energía
nuclear fueran unos recursos ilimitados, gratuitos y, además, no
contaminaran, sencillamente sería imposible hacerlos llegar -caso
idéntico al de las redes eléctricas generadas a partir de
ellos- a los millones de aldeas diseminadas por el Tercer Mundo. El sol,
el viento y otras fuentes renovables distribuidas libremente por la naturaleza
son las únicas capaces de mitigar la pobreza y proteger el medio
ambiente sin perjudicar los intereses de los grupos de presión
de combustibles fósiles y nucleares. Así pues, la
Cumbre contó con la participación de una serie de malhechores.
Los EEUU bloquearon el establecimiento de cualquier nuevo objetivo o cronograma,
basándose en gran medida en motivos de tipo ideológico.
Y triunfaron de un modo arrasador. La frustración contenida de
delegados y activistas estalló finalmente al abuchear y emitir
gritos de protesta contra Colin Powell, el miembro más magnánimo
de la administración Bush, cuando este se dirigía a la Cumbre
el miércoles. Esta escena sin precedentes dio una muestra inequívoca
del aislamiento de los EEUU, no sólo en temas de medio ambiente,
sino en toda una serie de cuestiones de ámbito internacional. Los países
de la OPEC no tuvieron el más mínimo escrúpulo en
aprovecharse de las carencias del sistema de las Naciones Unidas para
oponerse a la energía renovable. La mayoría de países
en vías de desarrollo, comprensiblemente, deseaban la fijación
de objetivos, algunos de ellos incluso con devoción. Latinoamérica,
encabezada por Brasil, expuso algunas propuestas que permitirían
cuadruplicar el uso de energía limpia hacia el 2010. Sin embargo,
en las negociaciones de las Naciones Unidas, el Tercer Mundo en pleno
se agrupa en un solo bloque, tomándose tradicionalmente las decisiones
por consenso. La OPEC sacó el máximo partido a esta práctica,
negándose a llegar a un consenso sobre los objetivos, lo que impidió
que los países en vías de desarrollo lo alcanzaran. Con
los EEUU y sus aliados (Australia, Japón y Canadá) también
en contra, la Unión Europea (los únicos que lo propusieron)
fracasó estrepitosamente. La UE, no obstante,
también tiene que asumir su parte de culpa. El Britain's Stakeholder
Forum for Our Common Future, una organización normalmente sin controversias
que ha trabajado quizás más que ninguna otra en todo el
mundo codo a codo con las Naciones Unidas en la preparación de
la Cumbre, se frustró tanto que publicó un extenso listado
de los casos en que las Naciones Unidas habían fracasado por tomar
las decisiones incorrectas. Y Tony Blair también se ganó
una cuchara de palo por hacer una visita sumamente breve, con el tiempo
justo para hablar y convertirse en el blanco de los ataques de Robert
Mugabe y Sam Nujoma, presidente de Namibia, hecho que lo dejó perplejo
y adelantó su regreso, alegando que debía dar una conferencia
de prensa sobre Irak. Si tan sólo
hubiera mostrado una un ápice de la voluntad política de
la que se vanagloria, todo habría sido distinto. Por ejemplo, podría
haber colaborado con el canciller Schröder para garantizar un objetivo
de energía renovable. Pero la posibilidad de que la prensa amarilla
especulara sobre el coste de una noche adicional en su habitación
del hotel tuvo aparentemente mayor peso específico que las cuestiones
que, según profesaba, le quitaban el sueño. Es difícil
sobreestimar el daño internacional causado por el tratamiento superficial
otorgado a la cumbre por un ausente presidente Bush y por Blair, que estuvo
de pasada, mientras presuntamente se estaban preparando para la guerra.
El resto del mundo tuvo la impresión, correcta o no, de que les
obsesionaba una tarea imposible: intentar erradicar el terrorismo, sin
apenas preocuparse por remediar la pobreza que lo origina. Sin duda alguna,
ello será inmensamente contraproducente. A pesar de todo, hubo
un héroe genuino: Tewolde Egziabher, un etíope asmático
y enclenque, jefe de la agencia de protección del medio ambiente
de su país. En dos ocasiones, por la vívida fuerza de su
reservada personalidad, dio un giro de 180 grados a la conferencia. La
primera, parecía que la Cumbre iba a dar irremisiblemente un gran
paso atrás, al otorgar a la Organización Mundial del Comercio,
que no pone trabas al libre comercio, poder para invalidar los acuerdos
internacionales sobre medio ambiente, hecho que amenazaba con anular los
tratados que, por ejemplo, controlan el comercio de residuos peligrosos
y productos químicos tóxicos, dictan la eliminación
de las sustancias que destruyen la capa de ozono y permiten a los países
denegar las importaciones de cosechas y alimentos manipulados genéticamente.
Justo cuando todo parecía perdido, Egziabher proclamó un
apasionado discurso a última hora de la noche que hizo reflexionar
al resto del Tercer Mundo y a la UE, desestimando el plan en la votación.
Nadie recuerda una intervención personal con un efecto tan destacado.
Y, por segunda vez consecutiva, realizó una intervención
providencial, frustrando una iniciativa de los Estados Unidos que negaba
los escasos avances materializados en el campo de la responsabilidad corporativa. El Gobierno sudafricano
también es digno de admiración por su destreza en la gestión
de las negociaciones y en el montaje de un conferencia logísticamente
irreprochable. Y también hubo algunos resquicios de esperanza.
El más importante fue un subproducto enormemente significativo
de la Cumbre: el anuncio por parte de Rusia y Canadá de su intención
de ratificar el Protocolo de Kioto, cuyo objetivo es combatir el calentamiento
global. La ratificación por parte de estos dos países, al
amparo de las complicadas normas del tratado, daría lugar a su
promulgación. Ello por sí mismo ya daría lugar a
que la Cumbre fuera todo un éxito, y resultaría más
positivo para la estimulación de la difusión de la energía
renovable que las propuestas rechazadas. Posteriormente, en
la Cumbre se procedió a la confirmación de una serie de
objetivos más. Entre los más remarcables, los de la Cumbre
del Milenio, de dos años atrás, encaminados al establecimiento
de objetivos para poder reducir a la mitad la miseria hacia el 2015, y
la Cumbre de Monterrey, celebrada a principios de este año, que
se tradujo inesperadamente en unas promesas de gran incremento en la ayuda
ofrecida por los EEUU y la UE. Se creó un marco que, al menos en
principio, compromete incluso a la administración Bush para hacer
frente a la pobreza y a la crisis ambiental. Inmediatamente después,
los grupos de presión para el desarrollo y el medio ambiente estrecharon
sus lazos con asociaciones como Greenpeace y Friends of the Earth para
colaborar en el liderazgo de la lucha contra la pobreza mundial. La combinación
podría ser enormemente poderosa con miras al futuro. Y por último,
el colofón de la conferencia fue la creación de más
de 100 asociaciones entre empresas, gobiernos y organizaciones no gubernamentales
con la finalidad de acometer acciones de tipo práctico para abordar
la crisis (Greenpeace y las empresas hicieron borrón y cuenta nueva,
uniéndose en campaña para hacer frente al calentamiento
global). Los beneficios potenciales derivados de todo ello aún
no se han vislumbrado, pero marcan un nuevo desarrollo para las Naciones
Unidas al implicar al resto de la sociedad en sus asuntos. En opinión
de muchos, este es el punto de inflexión que abre paso al cambio.
Según declaraciones de Felix Dodds, del Foro de Grupos de Interés:
"Las decisiones adoptadas en la cumbre se habrán olvidado
dentro de un año. Pero Johannesburgo podría ser recordada
como el inicio de un nuevo tipo de acción internacional". En tal caso, sí que cabría afirmar haber dado un gran paso hacia adelante. Listado de fracasos: puntuación Agua El único éxito
no ambiguo del Plan de Acción de la Cumbre. Los líderes
convinieron reducir a la mitad, hacia el 2015, el número de personas
(2.400 millones) que carecen de saneamiento básico, después
de que unos Estados Unidos totalmente aislados se opusieran encarnizadamente
al establecimiento de este objetivo. En el supuesto de que se implementara,
sería muy positivo para la reducción de los dos millones
de muertes anuales, principalmente de población infantil, causadas
por la ingestión de agua contaminada. De hecho, el mundo ya había
acordado en una cumbre anterior la reducción a la mitad del número
de personas que no disponen de agua potable. Energía La gran decepción
de la Cumbre. Los EEUU y la OPEC no ratificarían un objetivo relacionado
con la energía renovable. Hicieron fracasar una propuesta presentada
por Brasil, que contaba con el apoyo del resto de Latinoamérica,
así como de otros países desarrollados y en vías
de desarrollo, con el objetivo de cuadruplicar el uso mundial de energía
limpia hasta el 1 por ciento hacia el 2010. Sabotearon incluso un plan
mucho más moderno de la UE que abogaba por un incremento del 1
por ciento a lo largo de toda la década. La Cumbre, al menos, se
dignó a poner sobre la mesa el tema de la energía: los EEUU
y la OPEC detuvieron las reuniones previas en las que se trataba este
asunto. Agricultura y pesca En la Cumbre se convino
en dar la oportunidad de permitir que las Instalaciones de Medio Ambiente
Global, el principal mecanismo de financiación mundial destinado
a solucionar los problemas ambientales globales, financiaran la lucha
contra la desertificación, amenaza que afecta a una tercera parte
del área terrestre del planeta. Se comprometió a reconstruir
las poblaciones de peces para el 2015, pero en opinión de los críticos
ello podría minar los acuerdos existentes. Se rechazó la
propuesta de reducción progresiva de las subvenciones agrícolas
y el apoyo a los productos orgánicos y al comercio legítimo,
dejando la puerta abierta a las cosechas manipuladas genéticamente. Biodiversidad Se hizo alusión,
aunque de manera indirecta, al plan relativo a la acción necesaria
para hacer frente a la mayor extinción de especies desde la desaparición
de los dinosaurios, con el nombre de . Pero este redactado tiene mucha
menos fuerza que el compromiso de que los gobiernos del mundo ratificaron
el pasado mes de abril. La Cumbre dio un paso atrás, y nadie espera
que se pueda hacer mucho en este sentido para remediarlo. Hiperconsumo En la Cumbre se acordó
un texto mucho más inconsistente de lo que cabía esperar,
con la promesa de un programa de 10 años de duración destinado
a combatir el hiperconsumo en los países ricos, en vez de establecer
uno con la máxima claridad. La UE ejerció presión
hacia la acción, pero los EEUU, Canadá, Australia y Japón
se opusieron enérgicamente. Las propuestas para brindar apoyo al
etiquetaje de productos ecológicos resultaron frustradas. No obstante,
en el Plan de Acción se afirma que los países tienen que
desarrollar mejores políticas de consumo y producción. Responsabilidad corporativa Se materializaron
unos avances sorprendentes, principalmente gracias a los grupos de presión,
que incidieron en determinados temas clave. Los gobiernos aceptaron que
sería preciso desarrollar unas normas vinculantes para regular
el comportamiento de las multinacionales. Los EEUU se opusieron con uñas
y dientes, e intentaron poner en práctica diversas estratagemas
a fin de quedar exentos, incluso después de su aprobación.
Pero el Plan de Acción nunca llegó a marcar ningún
cronograma para la puesta en práctica de las normativas, ni tan
siquiera fue capaz de ratificar su introducción. Lo que debería saberse en la Cumbre Mundial de Johannesburgo Tajudeen Abdulraheen La conferencia mundial
sobre desarrollo sostenible se inauguró el lunes. Sin embargo,
por lo que respecta a las noticias y al politiqueo que los diversos aspectos
del orden del día han suscitado, la conferencia ya se inició
hace unos cuantos años. Johannesburgo 2002 no es más que
la culminación de las encarnizadas luchas mantenidas desde la última
Cumbre de Río celebrada el año 1992. Como suele ser típico
en estos desmesurados congresos de las Naciones Unidas, el redactado de
las resoluciones, el comunicado final y el plan de acción ya han
sido acordados de antemano y sometidos a todo tipo de compromisos, intimidados
por los estados más poderosos y las alianzas de intereses creados
que hacen que muchos críticos se tomen a pitorreo estas amplias
plataformas. Una conferencia con
65.000 delegados y participantes inspira desconfianza incluso en un momento
como el actual, en que la informática y la tecnología de
las comunicaciones han alcanzado el cenit. A pesar de todo, no debemos
rechazar la conferencia sólo con motivo de su descomunal magnitud.
Un modo positivo de enfocar este aspecto sería que su participación
masiva se debe al hecho de que existe un gran número de personas,
organizaciones, gobiernos, corporaciones y organizaciones no gubernamentales
que se preocupan por nuestro medio ambiente, así como por nuestra
existencia continuada en el mismo. Es un tributo a los
incansables esfuerzos sin freno desde la primera que se celebró,
en el año 1972. Una de las armas secretas empleadas por el movimiento
es la ampliación de su base más allá de que persigue
el retorno a un tipo de estado nostálgico de mera existencia cerca
de la naturaleza. Este enfoque ingenuo facilitó que muchos, sobre
todo en el Tercer Mundo, rechazaran a los ambientalistas internacionales
(predominantemente liderados por los países occidentales) como
si tramaran una conspiración para mantener a los países
pobres atrasados, negándoles el crecimiento y desarrollo que la
tecnología ha brindado a sus sociedades. Parte de esta crítica
persiste hoy en día, pero el movimiento ambiental se ha desarrollado,
más sofisticado en cuanto a su crítica de los gobiernos
y corporaciones por su destrucción de la Tierra, nuestro préstamo
colectivo de las futuras generaciones. Asimismo, algunas de las experiencias
trágicas directas padecidas en las distintas regiones del mundo,
especialmente el sur con su enorme pobreza, a lo largo de estos últimos
años, tanto Bhopal en la India como las zonas del delta del Níger
en Nigeria, o las consecuencias de las pruebas nucleares francesas realizadas
en el Sahara Occidental... han enseñado a la gente que la ilusión
de los avances tecnológicos perpetuos no es sostenible. La fe depositada
en las máquinas como solución a nuestros problemas está
siendo actualmente mitigada con la fe cada vez mayor en nosotros mismos,
entre nosotros y nuestros vecinos, sociedades y las distintas capas de
la humanidad, tanto de lejos como de cerca. Se trata de la tentativa
más próxima por parte del mundo de aceptar el antiguo aforismo
socialista de "el mal individual equivale al mal universal".
En los años setenta, las discusiones sobre el calentamiento global,
las emisiones de dióxido de carbono, los niveles de radiación,
la contaminación y los contaminantes parecían, en definitiva,
una retórica demasiado técnica para muchos. Si bien debemos
reconocer que no hemos aprendido a entender mucho más los detalles
de tipo técnico, sí que hemos empezado a padecer sus efectos.
No hay que hacer una investigación demasiado exhaustiva para darse
cuenta de que Lagos, el Cairo, Nairobi o Johannesburgo, sede de la conferencia,
no son ciudades sostenibles. Que hay algún problema con el clima;
el equilibrio entre naturaleza y seres humanos y su impacto en la calidad
de vida en éstas y muchas de nuestras principales ciudades. Incluso
la famosa Kampala verde está empezando a presentar ocasionales
claros que empeoran de un modo acumulativo. En ocasiones, el calor es
equiparable al de Dar-Es-Salaam o al de Accra. Así pues, todos
coincidiremos en que algo falla, aunque no nos pongamos de acuerdo en
qué hay que hacer para remediarlo. La respuesta creativa
de los ambientalistas es identificar el marco estructural de nuestra existencia
(el individuo, la familia, la sociedad, el gobierno, las corporaciones,
el mercad...) y asignar el papel que podemos desempeñar todos y
cada uno de nosotros para dejar la Tierra si no mejor de lo que la hallamos,
sí menos peligrosa para las generaciones futuras. Es preciso que
todos aportemos nuestro granito de arena. Todos nuestros estilos
de vida y modelos de consumo afectan al medio ambiente. Aunque individualmente
seamos incapaces de controlar a los gobiernos o a las grandes corporaciones,
podemos controlar lo que comemos, el modo de eliminar los desechos, lo
que enseñamos a nuestros hijos... A lo largo de estos últimos
años, el principal éxito del movimiento ambiental global
ha sido crear un vínculo entre el medio ambiente y la crisis de
endeudamiento del Tercer Mundo, la pobreza y la desigualdad global entre
clases, pueblos, naciones y regiones del mundo. De este modo, ha creado
una crítica exhaustiva de relaciones de poder que diversas fuerzas
antiglobalización, anticapitalistas y pro seres humanos pueden
incorporar. Cuando occidente pensó que ya no existía ningún
tipo de oposición ideológica a su hambre de mercado libre,
el movimiento ambiental se ha convertido en un potente centro de disensión
y formas alternativas de imaginar y vivir en un mundo que fomenta la cooperación
en vez de la competencia y la igualdad entre todos los seres humanos y
entre nosotros y nuestro entorno. Así que, si
los gobiernos tienen la necesidad de estar ahí y las grandes corporaciones
llevan sus etiquetas ecológicas en Johannesburgo es porque las
exigencias de los pueblos del mundo no pueden seguir siendo ignoradas.
Salvo el caso de Bush, cuya ausencia, debemos reiterar una vez más,
no se lamentó. Como líder de un país que posee el
récord mundial de contaminación desproporcionada y cuyas
corporaciones e instituciones son culpables de terrorismo ambiental en
todo el mundo, su presencia en la cumbre sería esperar demasiado. Incluso su padre prevaricó
hasta el último minuto en el año 1992 y llegó al
frente de un tripulación que naufragaba. Por lo que respecta a
Bush hijo, francamente, no creo que le importe lo más mínimo.
Permitidme que comparta con vosotros una reciente anécdota que
oí sobre él.
|
Fòrum de debat | ||
![]() |